Véanla con ojos de niño de 10 o de 12 o de 4 si usted es tan precoz como Mozart.
Véanla porque como entretenimiento detectivesco sin pretensiones no está mal.
Me imagino con mi bata y mi tv en blanco y negro por la noche con la música setentera viéndola y cagándome de miedo.
Pero hay que verla con ojos infantiles y no de crítico cinéfilo graciosillo que cual hombre lobo quiera destrozar una obra tan menor. Es que es muy facilito destripar ésto, porque evidentemente no es "Ciudadano Kane" o "La hora del lobo" de Bergman. Es verdad que podría titularse el director debe morir, pero he visto cosas peores actuales cargado de efectos especiales millonarios.
Me encanta recursos narrativos que se dirigen al espectador. Es muy televisiva y tiene ritmo setentero.
A mí me encantan las obras menores de la Hammer y la Amicus en este caso.
Y qué decir de Peter Cushing, haciendo de Sherlock Van Helsing que ya da caché para todo.
Intenten ser un niño y adivinen el asesino, a ver si es un niño listo o véanla con su hijo y cuéntenle los tópicos y reglas del hombre lobo..
Yo no lo adiviné....a medias... como mis ojos están infectados por la mordedura de los ojos de niño lobo...

Todo tiene un precio. Todo ideal, un sacrificio. Toda causa de cualquier tipo, una moneda de cambio. Sidney Lumet se ha convertido para mí en un imprescindible por delante de vacas sagradas que no voy a nombrar. Lumet en una reciente entrevista afirma que considera imprescindible el activismo para cambiar la sociedad. Esta película habla de esto y de su precio. Años 50 se basa en las persecuciones políticas que las que eran sometidos los sindicalistas en Estados Unidos desde antes de la Guerra Fría. Los defensores del comunismo o simplemente las ideas de defensa sindical eran señaladas como un asunto de traición al Estado y por lo tanto castigable o punible de pena de cárcel o muerte. Lumet es judío y conoce bien el Nueva York de los 30.
Para ver esta película hay que tener una noción política e histórica bastante precisa para no nsufragar entre los diálogos teatrales de sus protagonistas. No la veo apta para todos los paladares pese a la grandeza de la película.
El caso particular una pareja de sindicalistas judíos (Los Isaacson) que luchan por causas sociales en su país son condenados a la silla eléctrica en un dudoso juicio. Las consecuencias, dos hijos traumatizados que buscan la verdad de lo ocurrido y su lugar dentro del mundo.Timothy Hutton, una gran promesa que destacó a principios de los 80 borda en su personaje de hijo mayor que rebusca en el pasado la desesperación y casi roza la locura que sí alcanza a su hermana. La película además juega a saltos temporales en este juego de psicoanálisis. En pleno activismo pacifista antinuclear de los años 70, deambulan estos hijos ya crecidos que buscan su lugar y qué ocurrió con sus padres. La causa política que defendieron sus padres con su vida acarreó la desestructuración personal de una familia entera.Un sacrificio de alto precio en pos de una creencia.
Ampulosa, colosal y política.

Con unos ingredientes más que sobresalientes (director, reparto,historia, ect...) El jardín del diablo", pasa casi injustamente desapercibida o menos valorada de lo que debiera ser. La primera vez de un Cinemascope para cine del oeste ,aquí la fotografía y la iluminación preciosista, (da igual interiores o exteriores) de la fotografía de Milton Krasner y Jorge Stahl Jr., verdaderos fueras de serie les roban la cartera a Hathaway cual forajidos de planos. Porque los planos de las localizaciones acaban subyugando al espectador y robándoles protagonismo a las mismas estrellas Cooper, Hayward o Widmark. Un tour de force mexicano donde la cantina con las canciones rancheras de Rita Morenno y el color hacen del ambiente un ensueño.
Una playa con aguas celestes, el maravilloso Puerto Ángel, el bosque tropical de plataneros y la hierba esmeralda te llevan a la cabalagada nunca vista en el western. Jamás he visto un azul del cielo ni una luz igual en otro western (y eso que "Duelo al Sol" o "Centauros del desierto" o algunas de King tienen un maravilloso color). La música suave y dramática del maestro Bermann queda lejos de los histrionismos y es otro plus.
Un viaje iniciático de un grupo hacia unas minas de oro en una colonia perdida y abandonada al pie de un volcán. Un territorio Apache sagrado. Además más peligroso aún, por la época en la que quieren cuzarlo (es Luna ) se abre la veda para cazar al hombre blanco. Y son muchas flechas para pocas balas. Loas canatilados merecen mención aparte, se erigen en otro d elos protagonistas y ni que decir tienen la colonia española abandonada ( se cuenta que asolada por un volcán, las reales mexicanas Tepotzotlán y Parijutín).
Dos descreídos un jugador Fiske (Widmarck) y un exsheriff con misterioso pasado Hooker (Cooper) que vienen de vuelta de todo, su destino era California y la fiebre del oro, tienen que parar obligatoriamente en le vergel mexicano, donde se presenta Lea Fuller,la pelirroja Susan Hayward proponiendo una suma importante de dinero para el que la ayuden a rescatar a su marido de una mina de oro. Se desconoce la motivación de los cuatro personajes masculinos (se unen un matón y un mexicano valiente) (la avaricia, la valentía, el amor, el altruísmo...) pero el viaje sacará a la luz la cara de cada uno mostrándose quién es.
Y la chica ¿se trata de una mujer abnegada que solo tiene una obsesión salvar a su marido o de la femme fatal que engaña a todos por el oro? Esa es la sospecha y nadie puede averiguarlo.
Una película ambigüa, que no incide demasiado en la avaricia, sino en el comportamiento ante la vida de cada uno, el hombre ante el peligro, ante el prójimo y ante la muerte.
Del director se puede hablar y muy bien y mucho así como de los actores, pero en esta crítica hay mucha película y no hace falta. Imprescindible cabalgar en esmeralda.

Estamos ante un monumental western romántico, puro trasvase del género de gángster, el célebre tema del bandido que queire redimirse dar el último golpe y empezar una nueva vida. Raoul Walsh, un especialista de todo en cuanto a género se refiere y le pongan por delante. Más que oficio. Es más es una nueva versión de "El último refugio" del 1941 donde Bogart estaba sublime.
Blanco y negro fantasmal para ciudades vacías y destruídas, un paisaje lunar
Estamos en 1870, Wes McQueen (Joel McCrea que tampoco da para más, demasiado cara de bueno),escapa ayudado por un viejo pez gordo Dave Rickard (Basil Ruysdael) a escapar de una prisión de Missouri con tal de que participe en un último golpe el asalto a un tren, que ya físicamente deteriorado necesita su ayuda para acometer un último asalto a un tren. Su viejo jefe ha reunido a dos forajidos en una vieja ciudad abandonada, una vieja misión española, fantasmal y derruída. Allí destaca una bella mujer de pasado dudoso, ha sido bailarina de music-hall, y tiene nombre del salvaje territorio Colorado Carson (Virginia Mayo espectacular, fiera, pasional y en su justa medida toda un amujer de acción). La tensión sexual entre los forajidos sube como la espuma, los pistoleros sienten celos de Wes, que a su vez ha sufrido la pérdida de su amada Martha y ha encontrado en la supuesta noble y honrada Julie Ann (Dorothy Malone) la sustituta ideal para emprender una nueva vida reformada tras el golpe. Ambas mujeres son el contrapunto una rubia y otra morena, una aventurera y otra casta que vive con su padre. La película nos da la altura moral de ambas.
Después llega la acción, los giros y la persecución final, hasta el cañón de la muerte o la ciudad india abandonada de la Luna. Bellísimo final digno de los finales grandes del cine.

A mí que O' Selznick estaba más preocupado en la saga épica y cómo contarla (King Vidor lo bordó) en mitad del escenario grandioso que había diseñado que de los propios convencionalismos del género. Empujado por el éxito de la magna "Lo que el viento se llevó" y movido por la pasión hacia la actriz Phyllis a la que cambió el nombre por Jennifer Jones y con la que vivió una torrida relación marital y profesional conforma con un gran guión, una fotografía coloreada y unos actores en estado de gracia uno de los westerns más grandes de la historia del cine. Dios mío qué color.
Aquí no importan los indios, quien se quede con el agua, las vacas, el oro, las tierras o una banda de forajidos, aquí lo que importa es el amor.
Un monumento a la pasión desgarrada que toma elementos prestados habituales del género ( el rancho, el saloon y el duelo,la tragedia afectiva familiar, el sabotaje al tren). Véase el caso de la gran hacienda Nueva España de ganado, que domina todo el lugar y que vuelve a ser gestionada por un viejo cascarrabias con un pasado que le tortura ( el senador McCandles ( Lionel Barrymore) a su vez casado con la dulce Anabell (Lilian Gish). El viejo tiene todo con sus iniciales marcadas , es propietario de todo, hasta de sus hijos. Surgen de nuevo la figuras de los dos hermanos distintos en carácter, comportamiento y actitud que compiten por el amor del padre. El buen caballero Jesse (Josep Cotten) y el díscolo, egoísta, vividor, el joven Lewton (Gregory Peck). Un verdadero canalla que en su época hizo temblar a las damas.
El punto de fricción lo representa la llegada a Nueva España de la joven mestiza Perla (Jennifer Jones). Su fuerza sexual y belleza exótica atrae a los hombres, a Jesse, le provoca causas nobles y a Lew, solo deseo y diversión.
El viejo senador maleducará a Lew que termina siendo un fuera de la ley al asesinar al gran Charles Pickford que hace de noble capataz con la intención de hacer honrada a Perla y casarse.
La película goza de una estética inmejorable que no hace mas que destacar el fatum adversum de los protagonistas. Nadie puede escapar de su condición. La pasión se ha vuelto nociva y criminal. Destructora y ha arrasado la propia estirpe.
El final, uno de los más hermosos que haya dado el cine no merece ser destripado hay que descubrirlo, sudarlo y llorarlo entre un pedregal ensangrentado donde arrastar la piel bajo esa cabeza de india y ese cielo rojo al que temer.