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Voto de Gunnar Hansen:
4
Serie de TV. Fantástico. Aventuras Serie de TV (2019- ). 3 temporadas. Geralt de Rivia, un cazador de monstruos mutante, viaja en pos de su destino por un mundo turbulento en el que, a menudo, los humanos son peores que las bestias. Adaptación a la televisión de la saga literaria de Andrzej Sapkowski, que dio a su vez origen a una trilogía de prestigiosos videojuegos. (FILMAFFINITY)

Renovada por una 4ª temporada.
26 de diciembre de 2019
51 de 77 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cuando me enteré de que se iba a realizar una adaptación de la saga de novelas de Geralt de Rivia, me interesé. Como igualmente me ocurrió al conocer que Conan iba a recibir el mismo tratamiento seriado (prometiendo además fidelidad a la cronología de las novelas y a las tramas con las que Robert Howard tanto nos deleitó). Reconozco mi afición a la fantasía heroica, la fantasía épica, la espada y brujería o como cada cual la quiera denominar. Ese subgénero literario (y no sólo literario) que comparte ciertos elementos que lo hace característico y fácilmente reconocible a sus lectores habituales (y no tan habituales). Y si además está bien realizado, el resultado es siempre sumamente disfrutable.

Netflix fue quien anunció la adaptación y, como productora, la ha llevado a cabo. Y esto se percibe claramente en el producto final. Mal que nos pese, Netflix no deja de ser una suerte de “Ikea de las series”. Con la salvedad de su magnífica Mindhunters o la honrosa La Maldición de Hill House, el resto de sus producciones, tanto formato serie como película, adolecen de una manufactura visual más bien cutre. Incluso los productos que tienen algo más de calidad traspiran ese aspecto televisivo, un acabado de telefilm que lastra otras virtudes que la obra pueda tener, dejando siempre la sensación de “pudo ser mejor”.

Y esto mismo lo adolece The Witcher, a veces más próximo a Xena, La Princesa Guerrera o a El Joven Hércules, que a la gran serie que se nos quiso hacer creer que es (y que algunos, pertinazmente, siguen insistiendo que es). Pero es que además de ese empaque televisivo made in Netflix, los guiones y el desarrollo de las tramas tampoco están a la altura. Todo resulta mal hilvanado, acelerado, confuso, impreciso y poco convincente. No hay coherencia, conexión ni continuidad aparente en las tramas, resultando algunas de ellas realmente lamentables, cuando no risibles (la del capítulo 4, con Duny, el hombre-erizo, es de vergüenza. Y eso sin mencionar a la reina Calanthe, ejemplo de cómo no ha de construirse y hacer actuar a un personaje).

Y no se puede aducir, como no pocos hacen, que haya que leerse los libros para comprender lo que ocurre. Un buen guion tiene que bastarse a sí mismo, sin referencias externas, para atrapar al espectador, introducirle en lo que cuenta y hacerle partícipe de la historia que narra. Pero más allá e independientemente del material en que se inspire, los guiones de esta serie están mal construidos, sin mimo a la ficción que relatan y sin cuidado hacia su desarrollo: la historia de Yennefer ejemplariza esa malísima ejecución del tiempo narrativo, pasando aceleradamente, sin graduación o matices de ser una joven tullida y deforme, desconocedora de sus poderes y de la forma de controlarlos, a adquirir un físico estupendo y unas capacidades mágicas impresionantes y bajo su voluntad (algo que por otro lado, todo aquel que vea la serie anticipa desde el principio mismo de su historia). O el pasaje del bosque de Brokelin, un verdadero anuncio de Benetton rebozado de feminismo a la moda, frívolo y de consumo fácil, de masas. En general, la narrativa me ha parecido precipitada, inconsistente y mal desarrollada.

Todo lo dicho supone un gran problema a nivel narrativo. Pero no es el único. Íntimamente relacionado con la construcción de los guiones y su desarrollo, está el diseño de los propios personajes. Éstos no tienen ningún carisma y el espectador no empatiza con ninguno de ellos, sus intereses o motivaciones en ningún momento. Empezando por el propio Geralt y pasando por Ciri, a uno termina por darle igual qué busca cada cual, qué le mueve, cuáles son sus intereses y qué les define. Se nos muestran planos, sin matices ni complejidades, meras herramientas que vehiculan una historia que parece no ir con ellos. Y qué decir de Jaskier, el odioso bardo como secundario graciosillo, o del insípido acompañante de Ciri, ese insípido elfo negro (hasta dónde va a llegar la corrección política)… personajes de pegote que no aportan nada a la historia, incluso -como en el caso del bardo- la hunden en el sopor y la vergüenza ajena. Y la ya mencionada reina Calanthe…

Empero, no todo es malo en la serie, ni mucho menos. Las secuencias de acción están muy bien rodadas y son sumamente disfrutables. Bien coreografiadas, dirigidas y montadas, suelen ser una delicia visual a lo largo de esta primera temporada. También algunas escenografías son resaltables y, en líneas generales, los efectos especiales –CGI a cholón– no están tan mal como algunos comentaristas señalan maliciosamente que son. Pero poco más. Espero que la ya anunciada segunda temporada mejore lo visto. Porque realmente empeorarlo, es poco probable (aunque todo es posible).

Estamos en una época de consumo acelerado y masivo, de productos de usar y tirar, de atención efímera y de hypes que en una semana son olvidados para dejar paso al siguiente. Lo que hoy es una maravilla, un hito en la historia televisiva, en menos de un mes no se recuerda. Pero no importa. Ya ha sido sustituido por otra mercancía de idénticas características y mejor promoción. Obras fáciles para nuestras actuales mentes cortoplacistas. The Witcher es uno más. Un producto de videoclub con algunos aciertos pero que se olvidará rápido en beneficio de su reemplazo, el nuevo hype del momento que las mentes preclaras, siempre al tanto y a la última, pregonarán como lo mejor desde…
Gunnar Hansen
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