Roma ha sido una de las alegrías más considerables que nos ha dado la televisón en los últimos tiempos. Por un lado, su nivel de actores es muy bueno (Ciarán Hinds, Polly Walker, Ray Stevenson, Kevin McKidd, Lindsay Duncan, etc) y el asesoramiento y recreación histórica se mueve en un nivel más que aceptable. Ha habido una fusión muy interesante de estilo italiano con el de los angloparlantes.

Su estupenda recreación de la urbe y haber acabado con esas figuras tan poco interesantes que casi cagaban mármol, como afirmaba Mozart en "Amadeus", para recuperarnos a luminarias tales como César, Pompeyo, Ocatavio, Marco Antonio... En definitiva, un esfuerzo de primer orden y un despliegue de calidad cine cumpliendo los pronósticos de aquellos que ven en las series uno de los más atinados campos de exploración del medio cinematográfico.

Dura y sin adornos, la primera temporada de Roma fue un impacto que llevó a una segunda muy inferior en cuanto a rigor histórico (Cesarión) pero más que aceptable desde el punto de vista del entretenimiento. Se tratan temas tan elevados como el conflicto patricio-plebeyo y luego, el de dos simples soldados, Tito Pullo y Lucio Voreno, los dos únicos legionarios rasos que César tuvo a bien describir en sus Comentarios de la Guerra de las Galias, el mayor ejercicio de autopromoción que nunca se había visto en Roma.

No hay comentarios ni juicios de valor, lo cual convierte el programa en algo inquietante. Las vidas paralelas de Voreno y Pullo son sensacionales, aunque los guionistas explotan demasiado el recurso de que se topen con acotecimientos de primer orden donde deciden sin saber por qué. Probablemente esta repetición de arco le haya privado de cotas aún mayores, así como la explotación del sexo en un sentido morboso.

Es genial el día a días de los soldados veteranos y los problemas que tienen, desde el tálamo a la cocina, con mujeres y prole a la que no han visto desde hace siglos y probablemente solamente les tengan miedo, es magnífico, muy ral; pero, parece impropio de una serie que tiene momentos de una precisión increíble (el desfile triunfal de César sobre los galos) jugar a inverosímiles compañeros de cama en un quién es quién histórico donde resulta que lo único importante es el morbo.

Así también hay momentos de violencia extrema innecesarios. En otras ocasones, como en Alesia, es tan desagradable como necesaria. Asimismo, ha acabado con el estilo peplum que ponía a los esclavos casi más acicalados que sus amos. Son terroríficas las tomas en los mercados y la forma de tratarlos. Es por esos momentos por los que se le perdona todo a Roma, una serie que devolvió el visceral marco de la fase Tardorrepublicana al ojo del huracán.

Absolutamente recomendable, pero no crean todo lo que les cuenten, pues cada cual ve el pasado... a su manera.