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Voto de simón:
6
6.6
4,181
Western
El mercenario y ex-soldado yankee Django (Nero) llega a un desértico pueblo mexicano con un ataúd. Su objetivo: la venganza contra el mayor Jackson. Un spaghetti-western originalmente prohibido en Inglaterra por su violencia... Fan declarado del film, Quentin Tarantino "copió" la escena donde un general le rebana la oreja a un predicador para su "Reservoir Dogs" y en 2012 estrenó "Django Unchained", una película que homenajea a ésta ... [+]
12 de diciembre de 2010
14 de 18 usuarios han encontrado esta crítica útil
Film que interesa más por algunas de sus prodigiosas escenas consideradas aisladamente que por un conjunto un tanto difuso y desdibujado.
Así, algunas de ellas han formado y seguirán haciéndolo como parte del acervo cinéfilo de más de una generación, siendo las referencias sobre las mismas en ciertas películas de algunos de nuestros directores actuales más que evidentes.
Sobre todas ellas destaca esa secuencia inicial, en la que se puede observar la más absoluta soledad de un protagonista que vaga errático, sin destino ni meta clara, y en la que se infiere la existencia dolorida de aquél que deambula lastrado por un pasado que tan bien es representado por ese ataúd que arrastra el protagonista tan dificultosamente por esos áridos páramos desgarrados por una guerra aún inconclusa.
Y sobre todas ellas, por encima del resto, se eleva ese magnífico final, que dejo para la zona del spoiler...
Así, algunas de ellas han formado y seguirán haciéndolo como parte del acervo cinéfilo de más de una generación, siendo las referencias sobre las mismas en ciertas películas de algunos de nuestros directores actuales más que evidentes.
Sobre todas ellas destaca esa secuencia inicial, en la que se puede observar la más absoluta soledad de un protagonista que vaga errático, sin destino ni meta clara, y en la que se infiere la existencia dolorida de aquél que deambula lastrado por un pasado que tan bien es representado por ese ataúd que arrastra el protagonista tan dificultosamente por esos áridos páramos desgarrados por una guerra aún inconclusa.
Y sobre todas ellas, por encima del resto, se eleva ese magnífico final, que dejo para la zona del spoiler...
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
Abatido, con sus manos heridas por los golpes sufridos momentos antes, hinchadas por el dolor, engangrenadas por la rabia de la impotencia, deformadas por la arrogancia de la estupidez humana, desgarradas por la fuerza de la codicia, laceradas por la idiocia del que no conoce otra forma de dar sentido a su vida.
Apesadumbrado, comprendiendo que su huida hacia delante no le conducía hacia el camino adecuado, aceptando la inutilidad de sus propias y difusas convicciones.
Desguarnecido, habiendo reconocido su pesar más íntimo, su angustia más deshonrosa, asumiendo, por ello, su último gran gesto: la autoflagelación de una persona con muy poco que perder, y aún menos a ganar.
En ese estado la escena se sitúa en el cementerio construido, paradojas de la vida, para dar sepultura a las últimas víctimas de su prodigiosa sagacidad y ya antigua presteza.
En ella se ve como Nero se inclina por el peso del dolor cada vez que intenta sujetar el arma que podría significar su último asidero al que agarrarse con fuerza a la vida; se intuye incluso la angustia del propio reconocimiento del fracaso.
Al cabo se acercan sus oponentes, más poderosos que nunca, y con hambre de ajustar cuentas por las viejas humillaciones padecidas, percibiendo la inmensa debilidad de su otrora imbatible enemigo, y se jactan, incluso, por lo que ha de venir.
El “Mayor” decide darle a Nero sus últimos segundos de vida, para que así pueda al tiempo de dar su último hálito de vida, arrepentirse de la osadía de invadir su sagrado territorio.
El destino parece ya estar escrito, sólo es cuestión de tiempo que el “Mayor” acierte el disparo y acabe con la vida de una persona que ya hacía tiempo que erraba como un fantasma en busca de un mínimo consuelo posible.
Pero de pronto, en un instante, inopinadamente, con un esfuerzo casi existencial, logra alcanzar lo inimaginable, y con la destreza propia del que conserva lo que fue, abate a los que, cree, no merecen la más mínima conmiseración.
En un último plano, la cámara nos muestra de cerca el arma recién disparada, totalmente ensangrentada, metáfora del supremo esfuerzo de aquél que al final, por fin, había comprendido por lo que merece la pena luchar y, por ende, vivir.
Apesadumbrado, comprendiendo que su huida hacia delante no le conducía hacia el camino adecuado, aceptando la inutilidad de sus propias y difusas convicciones.
Desguarnecido, habiendo reconocido su pesar más íntimo, su angustia más deshonrosa, asumiendo, por ello, su último gran gesto: la autoflagelación de una persona con muy poco que perder, y aún menos a ganar.
En ese estado la escena se sitúa en el cementerio construido, paradojas de la vida, para dar sepultura a las últimas víctimas de su prodigiosa sagacidad y ya antigua presteza.
En ella se ve como Nero se inclina por el peso del dolor cada vez que intenta sujetar el arma que podría significar su último asidero al que agarrarse con fuerza a la vida; se intuye incluso la angustia del propio reconocimiento del fracaso.
Al cabo se acercan sus oponentes, más poderosos que nunca, y con hambre de ajustar cuentas por las viejas humillaciones padecidas, percibiendo la inmensa debilidad de su otrora imbatible enemigo, y se jactan, incluso, por lo que ha de venir.
El “Mayor” decide darle a Nero sus últimos segundos de vida, para que así pueda al tiempo de dar su último hálito de vida, arrepentirse de la osadía de invadir su sagrado territorio.
El destino parece ya estar escrito, sólo es cuestión de tiempo que el “Mayor” acierte el disparo y acabe con la vida de una persona que ya hacía tiempo que erraba como un fantasma en busca de un mínimo consuelo posible.
Pero de pronto, en un instante, inopinadamente, con un esfuerzo casi existencial, logra alcanzar lo inimaginable, y con la destreza propia del que conserva lo que fue, abate a los que, cree, no merecen la más mínima conmiseración.
En un último plano, la cámara nos muestra de cerca el arma recién disparada, totalmente ensangrentada, metáfora del supremo esfuerzo de aquél que al final, por fin, había comprendido por lo que merece la pena luchar y, por ende, vivir.