Media votos
4.5
Votos
383
Críticas
383
Listas
0
Recomendaciones
- Sus votaciones a categorías
- Contacto
-
Compartir su perfil
Voto de Jose_Lopez_5:
6
5.4
13,542
Thriller. Acción. Aventuras
En 1973, un caza israelí que transportaba un misil nuclear fue abatido por el enemigo. Ventinueve años después, un viejo árabe encuentra el misil semienterrado en el Golán y se lo vende a un mercenario vinculado a unos potentados neonazis. Mientras tanto, hay un nuevo presidente ruso que no inspira confianza a la CIA. Nueva y trepidante aventura del agente de la CIA Jack Ryan (Ben Affleck). Adaptación de una novela de Tom Clancy. (FILMAFFINITY) [+]
8 de octubre de 2020
Sé el primero en valorar esta crítica
"Pánico nuclear" (2002) fue la cuarta incursión en el cine del personaje de Jack Ryan, creado por Tom Clancy en 1984 para su primera novela "The hunt for red october". Si en 1990 Ryan saltó a la pantalla gracias al actor Alec Baldwin, en el 92 y el 94 hizo lo propio de la mano de Harrison Ford. Aquí, sin embargo, fue Ben Affleck quien lo recuperó. Con un presupuesto de $63 millones, hizo una caja global de $193 millones, lo que estuvo razonablemente bien. Se me hace raro que no continuaran. Habría que esperar al 2014 para que Chris Pine protagonizara un "reboot" bastante soso que se quedó en una intentona solitaria.
La película tira de la novela homónima publicada en 1991 (véase spoiler 1), en donde unos terroristas alemanes y otros palestinos, actuando en comandita, intentan que rusos y estadounidenses se destruyan entre sí, recurriendo a una estrategia parecida a la de Skynet en "Terminator 2" (1991). La cinta, sin embargo, es una adaptación parcial del texto, por lo que solo toma una porción del mismo, a la vez que los facinerosos son simplificados en forma de neonazis.
Cualitativamente, no es nada del otro mundo, aunque es de justicia reconocer que, si lo que se muestra en pantalla es un reflejo de lo que Clancy publicó (no lo sé), ese escritor se documentaba bastante bien cuando se trataba de armas, estrategias y diatribas en los albores de una guerra nuclear. Ahí hubo muchas horas de biblioteca en una época, los ochenta, en que Internet no existía. Lástima de su patriotismo indigerible y del moralismo de Ryan, que es lo más parecido a un superhéroe inmaculado de los que tanto pululan por las pantallas últimamente.O, como dicen otros comentaristas, el James Bond estadounidense.
La adaptación, además, insertó elementos contemporáneos (recuerde, año 2002), caso de la presencia de Internet, los móviles con antena exterior (véase spoiler 2) y las primeras agendas para enviar mensajes. Todo rudimentario a ojos del 2020, pero puntero para la época. En cualquier caso, Clancy estuvo en la producción ejecutiva, por lo que controló la portabilidad de su obra.
No obstante, hay un detalle que me ha llamado la atención y que, visto ahora, tiene tintes casi prescientes. En particular me refiero al discurso que el malvado de turno se marca delante de una webcam (véase spoiler 3) y cuyo contenido, visto con ojos actuales, encaja como un dedal.
Estamos, por tanto, ante un trabajo que arrastra de manera inevitable todos los defectos de Clancy, pero también sus virtudes. Los EE.UU. son los guardianes de la democracia y los salvadores del mundo. Los tipos fríos e inteligentes que, según la novela que se lea, ponen en su sitio o hacen entrar en razón a sus enemigos. Todo ello sin despreciar otras medidas (véase spoiler 4).
En resumen, Jack Ryan otra vez, ahora con el poco expresivo Affleck. Huelga decir que Ford, e incluso Baldwin, se lo comían con patatas. A pesar de todo merece la pena darle una oportunidad, siempre que se tenga presente que forma parte de la campaña de "soft power" que EE.UU. practica en el cine desde sus orígenes (véase spoiler 5).
La película tira de la novela homónima publicada en 1991 (véase spoiler 1), en donde unos terroristas alemanes y otros palestinos, actuando en comandita, intentan que rusos y estadounidenses se destruyan entre sí, recurriendo a una estrategia parecida a la de Skynet en "Terminator 2" (1991). La cinta, sin embargo, es una adaptación parcial del texto, por lo que solo toma una porción del mismo, a la vez que los facinerosos son simplificados en forma de neonazis.
Cualitativamente, no es nada del otro mundo, aunque es de justicia reconocer que, si lo que se muestra en pantalla es un reflejo de lo que Clancy publicó (no lo sé), ese escritor se documentaba bastante bien cuando se trataba de armas, estrategias y diatribas en los albores de una guerra nuclear. Ahí hubo muchas horas de biblioteca en una época, los ochenta, en que Internet no existía. Lástima de su patriotismo indigerible y del moralismo de Ryan, que es lo más parecido a un superhéroe inmaculado de los que tanto pululan por las pantallas últimamente.O, como dicen otros comentaristas, el James Bond estadounidense.
La adaptación, además, insertó elementos contemporáneos (recuerde, año 2002), caso de la presencia de Internet, los móviles con antena exterior (véase spoiler 2) y las primeras agendas para enviar mensajes. Todo rudimentario a ojos del 2020, pero puntero para la época. En cualquier caso, Clancy estuvo en la producción ejecutiva, por lo que controló la portabilidad de su obra.
No obstante, hay un detalle que me ha llamado la atención y que, visto ahora, tiene tintes casi prescientes. En particular me refiero al discurso que el malvado de turno se marca delante de una webcam (véase spoiler 3) y cuyo contenido, visto con ojos actuales, encaja como un dedal.
Estamos, por tanto, ante un trabajo que arrastra de manera inevitable todos los defectos de Clancy, pero también sus virtudes. Los EE.UU. son los guardianes de la democracia y los salvadores del mundo. Los tipos fríos e inteligentes que, según la novela que se lea, ponen en su sitio o hacen entrar en razón a sus enemigos. Todo ello sin despreciar otras medidas (véase spoiler 4).
En resumen, Jack Ryan otra vez, ahora con el poco expresivo Affleck. Huelga decir que Ford, e incluso Baldwin, se lo comían con patatas. A pesar de todo merece la pena darle una oportunidad, siempre que se tenga presente que forma parte de la campaña de "soft power" que EE.UU. practica en el cine desde sus orígenes (véase spoiler 5).
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
Ver todo
spoiler:
1) En realidad, homónima en su versión original, "The sum of all fears". Aquí en España sufrimos otra vez el ataque de los traductores de títulos, quienes decidieron que molaría mazo insertar un destripe del copón en el título: "Pánico nuclear". Con dos cojones. Ya sabemos de qué va la historia.
2) En el 2002, las antenas fractales aún no se usaban en los móviles, por lo que tenían esa ridícula antenita, desplegable o fija, que solo permitía operar en una banda. Dato curioso: las antenas fractales las inventó un español, Carles Puente, siendo la primera patente del año 95. Surgió de una "spin-off" de la Universidad Politécnica de Cataluña. En el 2009 tuvieron sus buenos líos legales al tener que denunciar a diez fabricantes de móviles que no respetaron su patente y la usaron sin pagar. Ganaron. Pero esa es otra historia.
3) Es este: "La mayor parte de la gente cree que el siglo XX se distinguió por la lucha a muerte entre el comunismo y el capitalismo, y que el fascismo no fue más que un mero tropiezo. Hoy día sabemos la verdad. El comunismo fue un esfuerzo inútil. Los seguidores de Marx han desaparecido de la tierra, sin embargo los de Hitler abundan y crecen en número. Hitler, sobre todo, tuvo un gran inconveniente: vivir en un periodo de la historia en el que el fascismo, como un virus, como el virus del SIDA, necesitaba un huésped sólido para propagarse. Alemania era ese huésped. Por fuerte que fuera, Alemania no podía prevalecer. El mundo era demasiado grande. Afortunadamente, el mundo ha cambiado. Las comunicaciones a escala mundial, la TV por cable, Internet... Hoy en día el mundo es más pequeño, y el virus no necesita un huésped fuerte para poder sobrevivir. Este virus viaja por el aire.".
El monólogo es inquietante porque, si se contempla desde la perspectiva actual, con el desarrollo exponencial de Internet, y el enorme caos que suponen la redes sociales para difundir idioteces, es casi una predicción.
Efectivamente ya no hacen falta naciones fuertes ni apuntarse con cientos de misiles nucleares. Solo una sociedad interconectada para que el desmadre crezca. Conspiracionistas, antivacunas, negacionistas de todo tipo, fascistas, radicales de izquierda, defensores de las pseudociencias y cualquier descerebrado de naturaleza dispar encuentra a otros con los que organizarse en su cruzada. Tanto es así que se puede, no ya destrozar la vida de una persona o de una empresa, sino hundir un país a base de difundir la información adecuada. Lo vemos cada día.
De nada sirve la educación en los colegios o las campañas para contrastar información. Humanos y bots contribuyen a difundir memeces, y la gente se las cree. La educación, en casa y en el colegio, ha fallado estrepitosamente al intentar preparar a adultos críticos y racionales.
Eso, en el año 2002, cuando apenas sí había algún experimento menor de lo que luego serían las redes sociales, era tener mucho ojo.
4) A pesar de que la cinta termina con los rusos y los estadounidenses comiéndose los mocos, los responsables son ejecutados sin juicio alguno. Clancy sabía que a pocos espectadores se les ocurriría discutir esa solución para con unos personajes que detonaron una bomba atómica en una ciudad. Pero no deja de ser un aviso para navegantes de que los asesinatos gubernamentales secretos molan cuando son por venganza, lo que es contrario a cualquier discurso sobre la justicia y la moralidad. Hasta donde sé, a Clancy nunca le hizo ascos lo de matar personajes o desearles la muerte por venganza. Algo que choca con la moral de Ryan.
5) Ojo, que los demás no somos mucho mejores. ¿Qué es el Instituto Cervantes sino una organización que intenta difundir la cultura, lengua y valores de España por el mundo? Todos los países, en función de sus recursos, intentan colonizar otras culturas vendiéndoles sus virtudes. Japón, por ejemplo, tiene encandilados a muchos con su exotismo.
2) En el 2002, las antenas fractales aún no se usaban en los móviles, por lo que tenían esa ridícula antenita, desplegable o fija, que solo permitía operar en una banda. Dato curioso: las antenas fractales las inventó un español, Carles Puente, siendo la primera patente del año 95. Surgió de una "spin-off" de la Universidad Politécnica de Cataluña. En el 2009 tuvieron sus buenos líos legales al tener que denunciar a diez fabricantes de móviles que no respetaron su patente y la usaron sin pagar. Ganaron. Pero esa es otra historia.
3) Es este: "La mayor parte de la gente cree que el siglo XX se distinguió por la lucha a muerte entre el comunismo y el capitalismo, y que el fascismo no fue más que un mero tropiezo. Hoy día sabemos la verdad. El comunismo fue un esfuerzo inútil. Los seguidores de Marx han desaparecido de la tierra, sin embargo los de Hitler abundan y crecen en número. Hitler, sobre todo, tuvo un gran inconveniente: vivir en un periodo de la historia en el que el fascismo, como un virus, como el virus del SIDA, necesitaba un huésped sólido para propagarse. Alemania era ese huésped. Por fuerte que fuera, Alemania no podía prevalecer. El mundo era demasiado grande. Afortunadamente, el mundo ha cambiado. Las comunicaciones a escala mundial, la TV por cable, Internet... Hoy en día el mundo es más pequeño, y el virus no necesita un huésped fuerte para poder sobrevivir. Este virus viaja por el aire.".
El monólogo es inquietante porque, si se contempla desde la perspectiva actual, con el desarrollo exponencial de Internet, y el enorme caos que suponen la redes sociales para difundir idioteces, es casi una predicción.
Efectivamente ya no hacen falta naciones fuertes ni apuntarse con cientos de misiles nucleares. Solo una sociedad interconectada para que el desmadre crezca. Conspiracionistas, antivacunas, negacionistas de todo tipo, fascistas, radicales de izquierda, defensores de las pseudociencias y cualquier descerebrado de naturaleza dispar encuentra a otros con los que organizarse en su cruzada. Tanto es así que se puede, no ya destrozar la vida de una persona o de una empresa, sino hundir un país a base de difundir la información adecuada. Lo vemos cada día.
De nada sirve la educación en los colegios o las campañas para contrastar información. Humanos y bots contribuyen a difundir memeces, y la gente se las cree. La educación, en casa y en el colegio, ha fallado estrepitosamente al intentar preparar a adultos críticos y racionales.
Eso, en el año 2002, cuando apenas sí había algún experimento menor de lo que luego serían las redes sociales, era tener mucho ojo.
4) A pesar de que la cinta termina con los rusos y los estadounidenses comiéndose los mocos, los responsables son ejecutados sin juicio alguno. Clancy sabía que a pocos espectadores se les ocurriría discutir esa solución para con unos personajes que detonaron una bomba atómica en una ciudad. Pero no deja de ser un aviso para navegantes de que los asesinatos gubernamentales secretos molan cuando son por venganza, lo que es contrario a cualquier discurso sobre la justicia y la moralidad. Hasta donde sé, a Clancy nunca le hizo ascos lo de matar personajes o desearles la muerte por venganza. Algo que choca con la moral de Ryan.
5) Ojo, que los demás no somos mucho mejores. ¿Qué es el Instituto Cervantes sino una organización que intenta difundir la cultura, lengua y valores de España por el mundo? Todos los países, en función de sus recursos, intentan colonizar otras culturas vendiéndoles sus virtudes. Japón, por ejemplo, tiene encandilados a muchos con su exotismo.