El cine y los videojuegos no ha tenido un maridaje muy acertado casi nunca. Si tenemos en cuenta que gente como Uwe Boll ha sido la que se ha acercado a intentar adaptar las historias de los videojuegos a la gran pantalla, podemos hacernos una idea de por dónde van los tiros. El caso de “Wing Commander” es esencialmente el mismo, pero con la salvedad de que el director de la película es uno de los diseñadores del videojuego.

A Chris Roberts se le nota a la legua lo verde que está como director. Aún así, debe haberse rodeado de buenos asesores para conseguir llevar a buen puerto un filme que haría aguas desde el primer minuto: personajes carentes de interés, guion superfluo y efectos especiales condenados a la obsolescencia. A pesar de ello, la cinta presenta cierto interés al tratarse de una aventura espacial a la vieja usanza, como si de un cuento clásico de ciencia-ficción se tratase, aunque desarrollado de manera muy pobre. Te tiene que gustar mucho el género para aceptar “Wing Commander”, y debe ser eso por lo que la apruebo.

Poco se puede destacar del filme salvo lo comentado anteriormente acerca de su estilo de narración clásico, suficiente para disfrutarlo como un todo, pero fallan muchas cosas. Los actores principales, jóvenes y semidesconocidos, comparten plano con otros de reconocido trabajo y veteranía como Tcheky Karyo, Jürgen Prochnow o David Warner, intentando dar seriedad a diálogos y escenas más propios de una serie juvenil y cuyos innecesarios momentos hacen caer estrepitosamente el ritmo de la película.

El aspecto visual no deja de ser espectacular a pesar de los años, pero es evidente que el despliegue de efectos especiales hace que la película pierda mucho cuando se ve quince años después de su estreno. No es lo mismo comparar los FX de una película de ciencia-ficción de los ochenta, artesanales e inocentes, que los de una película elaborada digitalmente, y el tiempo castiga mucho más a las últimas.

Recomendada con cuidado.