Debú del guionista Rubin ("Ghost") en la dirección, con una película de tema telefílmico, sencilla y bien construida. Un enfermo terminal de cáncer (Keaton) se graba en vídeo para que el hijo que espera su mujer pueda conocerlo posteriormente a través de esas imágenes. La película daba para un dechado de lágrimas y sensiblería, es de sesgo muy conservador y a más de uno le puede resultar más simple que sencilla, así como de falso mensaje vitalista, pero hay que reconocer que las tintas no están cargadas y que la película es, en todo momento, honesta. Además, Michael Keaton realiza una interpretación colosal demostrando su categoría y capacidad para pasar de su habitual registro cómico a un registro profundamente trágico. Solo por esto merece la pena.