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Medianoche en París

Comedia. Romance. Fantástico Un escritor norteamericano algo bohemio (Owen Wilson) llega con su prometida Inez (Rachel McAdams) y los padres de ésta a París. Mientras vaga por las calles soñando con los felices años 20, cae bajo una especie de hechizo que hace que, a medianoche, en algún lugar del barrio Latino, se vea transportado a otro universo donde va a conocer a personajes que jamás imaginaría iba a conocer... (FILMAFFINITY)
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Críticas 454
Críticas ordenadas por utilidad
24 de julio de 2019
16 de 18 usuarios han encontrado esta crítica útil
En principio, el planteamiento por parte de Allen está notablemente bien, puede llamar la atención hasta el punto de querer verla: un escritor bohemio (Owen Wilson) está enamorado de París y vaga nocturnamente por las calles en busca de inspiración para sus novelas.

Sin embargo, el desarrollo es muy diferente, se trata de una película mediocre.
Para empezar, la trama de la película en un primer momento nos presenta a unos personajes cuyo trabajo es enganchar al espectador, transmitirle y hacer que empatice con ellos, cosa que en ningún momento consiguen, convirtiéndose en unos personajes planos, sin carisma y previsibles en todo momento, además de bastante mal interpretados tanto por Wilson (un intento de puro gag fallido) como por Cotillard (nada que ver con su interpretación en otras películas como es por ejemplo en ''Jeux d'enfants'' en la que simplemente es maravillosa).
Una banda sonora que directamente pasa desapercibida, siempre de fondo pero a menos que prestes mucha atención no te das ni cuenta de que existe.

Se nos ofrece un guión poco inteligente, sin chispa, facilón (hasta el punto de rayar lo vulgar) y con diálogos repetitivos, se remite esencialmente a la edad de oro y a endiosarla, no tiene más trasfondo que eso.

Un punto a favor es que cabe destacar el escenario en el que se desarrolla toda la trama, París, y la brillante capacidad ahora sí, del director de sacar el máximo partido a todos los puntos de la ciudad en los que se encuentra el personaje.

En definitiva, otra basura comercial más, otro claro ejemplo que como se sobrevaloran películas por el simple hecho de que su director sea un 'genio'.
elena
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5 de junio de 2011
40 de 67 usuarios han encontrado esta crítica útil
Esto es a lo que se dedica Woody Allen desde hace muchos gracias a la complicidad de la crítica y de sus incondicionales, que se conforman con muy poca cosa. Sus últimas películas no eran clásicos pero al menos eran entretenidas y contaban con cierta chispa en los diálogos: en este caso los términos "bodrio", "sonrojo" o "demenciado" deberían ser desempolvados. No me explico que, salvo por la vergüenza de contrariar a un maestro, nadie se atreva a decir que el guión de este producto es deleznable, un rosario de tópicos pueriles aderezado con diálogos propios de una de Dolph Lundgren pero en pretencioso y que, como no, se dedica a volver a rumiar las taras mentales de siempre del tío Woody. Tampoco entiendo que Owen Wilson tenga que leer sus líneas balbuceando como un ridículo clon de Allen, y que el resto del reparto, salvo contadas excepciones, se mueva entre la caricatura burda y el amateurismo. Por último, creo que debería dedicarse a hacer audiovisuales publicitarios de grandes ciudades, pero de forma explícita, y no la pantomima de sus últimas películas.

PD: lo de meter a Carla Bruni es un truco sucio impropio de un supuesto "maestro", y es comparable a los desnudos gratuitos de las películas del Destape.
Tio Penthal
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15 de mayo de 2011
18 de 24 usuarios han encontrado esta crítica útil
Los créditos del cine de Allen son uno de sus sellos de identidad. Cuando entras en la sala, esperas que se apague la luz y la pantalla se vuelva negra para alojar las letras blancas que te detallan, por orden alfabético, el reparto, siempre extenso, mientras suena una hermosa música.
Medianoche en París es diferente. No hay fundido negro, ni letras. Allen nos hace de guía por París. De la mañana a la noche, con sol y con lluvia. La ciudad de la luz iluminada. Y tras esta minuciosa presentación del escenario, entonces sí. Fundido negro y letras blancas, pero sin música. Lo que oímos es una conversación, y, de golpe y porrazo, toda la belleza atesorada en las pupilas se va por el desagüe al ver un primer plano de la aplastada cara de panoli de Owen Wilson. La felicidad no es eterna.

A partir de ese momento Wilson, aunque nos pese, se convierte en nuestro cicerone por la mágica noche estrellada. Al sonar las doce campanadas, cual Cenicienta, Wilson entra en un mundo mágico. Cole Porter, sentado al piano, canta “Let’s do it (Let’s fall in love)”. Y tú claudicas y piensas “de acuerdo, ¿por qué no?”
Un pensamiento nos mete en situación: Ustedes lo encuentran todo normal porque son surrealistas.
La mejor manera de hacer turismo es dejarte guiar por las personas que habitan el lugar visitado, y todos los que aquí aparecen son tan ilustres… menudo espectáculo.

Merece la pena adentrarse en este divertido cuento fantástico, exquisitamente ambientando. Merece la pena soñar bajo la noche estrellada, aunque sea al lado de Owen Wilson y aunque se eche de menos un poquito más de la recalcitrante mala leche de Allen (genial el momento “Ángel exterminador”)

A destacar un divertidísimo Adrien Brody dando vida nada menos que a Dalí.
VALDEMAR
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19 de octubre de 2011
16 de 20 usuarios han encontrado esta crítica útil
Qué rabia me da el tropezón de Woody con “Vicky Cristina Barcelona”. Debe de ser que en España somos tan atrasados y primitivos vistos desde el otro lado del charco, que no vale la pena rodar aquí una película apropiada para espectadores con un nivel intelectual y estético evolucionado desde el hombre de Neanderthal.
Y es que me pongo a comparar esa Barcelona cutre con el glamouroso París de “Midnight in Paris”, y a esa Pe verdulera (qué rechinar de dientes me provocó, por Dios) con una Marion Cotillard que ni se despeina, y, dónde va a parar, la trama estúpida de la otra con la ingeniosa de ésta... Y casi se me abren las carnes. Tendré que hacerme a la idea de que en estas tierras no podemos aspirar a mucho más, porque, no nos engañemos, Woody lo ha demostrado ante el mundo, Barcelona es un pueblucho de mala muerte comparado con Nueva York, Londres o París, y la gente de aquí se dedica únicamente a la juerga y a montarse tríos (lo cual no estaría nada mal si el personal estuviera potente, y aparte de esas ocupaciones no hubiera que currar ni hacer algo para pagar el alquiler o la hipoteca, ya se sabe, todo eso tan prosaico que tenemos que hacer los españoles). En cambio, en Nueva York la gente habla como si fuese Faulkner, en Londres se pasan el día escuchando ópera y en París, por supuesto, se concentran todos los artistas del mundo y allí hasta hacer de vientre es un arte.
En fin, yo lo veo suspicazmente de ese modo, pero bueno, hay que resignarse con lo que hay. Me sigo quedando con el Woody que rueda fuera de nuestro terruño ibérico y, por favor, que no vuelva a tener otra brillante idea cuando se encuentre de visita por aquí.
La próxima vez que vaya a París tendré que acordarme de guardar la boina en el zurrón.
Jo, y es que una se siente tan paleta al lado de esa Ciudad de las Luces tan graciosamente elogiada, que hasta con una sencilla idea que se le ocurra al cineasta mientras baja a comprar el periódico al kiosco de la esquina es capaz de crear una comedia decente y con escenas bonitas y hasta divertidas. El modo en que dibuja la nostalgia, enlaza pasado, presente y futuro y homenajea a los artistas no se le habría ocurrido, pongamos, en Madrid.
Miedo me da imaginar qué arranque de inspiración hubiera tenido Allen paseando por la Casa de Campo.
Vivoleyendo
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13 de mayo de 2011
15 de 18 usuarios han encontrado esta crítica útil
Y que conste que con este título no quiero decir que las últimas películas del maestro neoyorkino sean tan desmerecedoras de si mismo como muchos quieren hacer ver.

La imaginación desbordante y la capacidad de renovarse es una constante del cine de Allen, sobre todo si la comparamos con la escasa imaginación que muestran tantos jóvenes guionistas y directores, y más si tenemos en cuenta que sale a película por año. Pongo unos ejemplos para que se me entienda mejor.

Ese album fotográfico al inicio de la película resulta, en principio, atípico y sorprendente, una digresión dentro de un discurso narrativo todavía por empezar; sin embargo, una vez visionado el film vemos que queda totalmente integrado y justificado en la obra artística. El núcleo mismo de la película, la capacidad de evocar el París de otros tiempos, digo sin entrar en más detalles, es algo que seguro que a muchos se nos ha ocurrido, pero seguro que no con el ingenio aquí alcanzado.

En fin, un film lleno de humor, de ternura, de París, que eleva el flojo nivel de la cartelera actual y con un hallazgo más que notable, el papel de Owen Wilson en el rol del Woody Allen de pasada décadas, seguro que lo volvemos a ver bajo la misma dirección. ¡Hasta la próxima Woody!
Luigi
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