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Rififi entre los hombres

Cine negro. Thriller Después de cumplir cinco años de condena, Tony Le Stephanois sale de prisión con la intención de cambiar de vida, pero se encuentra con que su amante está con un conocido gángster. Como carece de recursos económicos, no le queda más remedio que volver a su vida pasada y reunirse con sus viejos compinches. Durante semanas prepara minuciosamente con ellos un golpe perfecto: el atraco a una inaccesible joyería de París. (FILMAFFINITY)
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Críticas 54
Críticas ordenadas por utilidad
30 de marzo de 2021
10 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
No es una palabra ordinaria. Sólo la usan los hombres y tiene un importante significado en el mundo del hampa.
Significa pelea, bronca y carnicería. Eso es el "rififi".

La bellísima Viviane lo explica cantando, a nosotros y a los delincuentes que la contemplan, anunciándoles lo que sucederá, pues dicha expresión abarca muchísimo más de lo que creen. Además da título a una de las joyas imperecederas del negro y constituye una resurreción y una venganza por parte de su director, Jules Dassin, que a finales de los '40 pasó a ser parte de la temida Caza de Brujas "mccarthista" al estar acusado de comunista por el director (y colega) Edward Dmytryk. Así, un exilio que tendrá sus consecuencias y a la vez su recompensa.
Tras "Noche en la Ciudad" y varios proyectos fallidos debido al empeño del Gobierno de EE.UU. por cortarle el paso, le llega una oferta en territorio francés para adaptar "Du Rififi chez les Hommes", del experto en literatura criminal Auguste LeBreton, después de abandonar Jean-Pierre Melville el puesto de director. Novela muy popular no obstante considerada horrible por muchos, como François Truffaut y el propio Dassin, que decide cambiar prácticamente todo, personajes e historia, obteniendo una muy en la línea de Burnett, Freedgood o McCoy. Y debido a la situación del director, la producción se llevaría a cabo a partir de un presupuesto ridículo y actores no muy conocidos.

O vilipendiados, como era el caso de Jean Servais, marcado por sus problemas alcohólicos, y quien pone su rostro endurecido a Tony, conocido como "Le Stéphanois", adusto y rudo criminal que tras pasar en prisión cinco años (los mismos que estuvo Dassin sin filmar; éste y otros detalles de carácter personal pueblan el film) aparece en escena, y perdiendo en una partida de cartas, señal de que las cosas ya empiezan a irle mal. Se prescinde de todo lo que estaba en el libro (para desgracia de LeBreton) y se construye una trama con el más puro sabor "noir", ese universo de perdedores y furcias, de maleantes y "jazz", de sombreros y revólveres que tan bien y de forma tan realista ha modelado a lo largo de los años.
Siendo la situación del atraco algo insignificante en el texto, el director lo convierte en parte esencial de su guión, acercándonos con suma atención al estudiado plan de los cuatro atracadores (contando a Tony) que tienen como objetivo sustraer millones en joyas: Jo, Mario y César (éste interpretado por el mismo Dassin, en quien muy sutilmente se transmutará, sobre todo en una escena en la que es tratado de traidor y deba pagar por ello). Sin duda más de una ovación se merece el nativo de Connecticut por brindarnos una secuencia tan bien planificada y filmada como es la del robo al local.

Considerada por muchos y por un servidor una de las cumbres del cine de atracos e imitada hasta la saciedad, Dassin demuestra que su importancia radica en dicha acción y sus consecuencias: unos 23 minutos (no contando la huida) sin diálogos ni música donde la desesperación aumenta a cada segundo, y el espectador, asfixiado ya por el olor a sudor que chorrea de las frentes de los protagonistas, siente reventar una arteria con cada movimiento que hace la aguja del reloj. El devenir de los hechos no es distinto de "No Toquéis la Pasta" o "La Jungla de Asfalto", de las que evidentemente ésta se nutre; simple fatalidad, inevitable, siempre al acecho.
La fatalidad viene en este caso por parte de la figura femenina. Centrándose en el aspecto más puramente criminal, Dassin no tiempo para modelar un romance trágico a lo Siodmak, por lo que no hay "femme fatale", sino mujeres aplastadas y objeto de una indigesta misoginia. Aquí el amor es como debe ser en ese negro submundo, masoquista y basado en la posesión (no olvidemos esa brutal secuencia de maltrato con un cinturón imposible de rodarse hoy día): si por algo participa Tony en el robo es para marcar su territorio ante el amante de su ex-novia Mado, si todo se va al traste es por el carácter mujeriego de César (Dassin como traidor dentro y fuera), y la esposa de Mario, Ida, contribuye aún más al desastre.

De lo único que peca es de no contar con una caracterización de personajes demasiado profunda, algo en lo que no puede competir con la maravilla de Huston; las descripciones que ofrece Dassin de éstos son concisas y contundentes como la violencia que de imprevisto se les viene encima, tanto que parecen estar observadas desde el cínico punto de vista de Tony, aun así aquél no nos priva de sentir que se nos retuerza el hígado cuando cada uno de ellos sea víctima de sus malas decisiones y tremenda estupidez, una de las claves de la película. Así, la elegancia y la aspereza del género y una fuerte sensación de realismo la impregnan y a la vez la ahogan.
Y para lograr esta atmósfera el director cuenta con la ayuda de un genial director de fotografía como Philippe Agostini y la mano de Georges Auric y Alex Trauner en la música y la dirección artística. Acompañando a Servais, que nos da una gran actuación en su duro Tony, tenemos a unos soberbios Robert Manuel, Carl Möhner y Marcel Lupovici dando vida al malvado Grutter (si bien este no es un relato de buenos y malos) y las bellas Marie Sabouret, Claude Sylvain y esa Magali Noël, tremenda, hipnótica, quien se lleva una de las escenas más recordadas y que con su impresionante voz nos explica el significado de la expresión que da título al film.

Quizás gracias a Dassin el "noir" francés adquirió mayor relevancia histórica y atención internacional para beneficiar así a una buena legión de futuros cineastas. Estaban Decoin, Borderie, Becker o Clouzot, pero ninguno engendró algo tan grande como "Rififi"...
Y con un espectacular colofón de impecable factura que para sí hubieran querido filmar Lang o el mismísimo Hitchcock. Bien merecida tuvo la Palma de Oro en Cannes el cineasta, quien rompió las normas de la Lista Negra al distribuir con éxito su obra en EE.UU. figurando su nombre en los créditos.
Chris Jiménez
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21 de abril de 2021
10 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
Mítico título del cine, que inauguró "oficialmente" el simpático y casi siempre agradable sub-género de "grandes robos".
Este fue el primero serio, por su concienzudo guión, obra al alimón del realizador Jules Dassin y el autor de la novela en la que se basaba, Auguste Le Bretón.
Una película enormemente entretenida e interesante en todo momento, que denota una finura estilística al alcance de muy pocos, siendo además pionero en utilizar elementos curiosos y hasta originales, o mejor dicho, no en utilizar sino en prescindir de ellos, como de la música en la larga escena (32 minutos) del robo, en la que sólo "se oye" el silencio.
Esto eleva el realismo de la cinta, mostrando los peligros de un golpe semejante y acentuando lo verdaderamente trascendente.
Su parte final, tras un pormenorizado estudio psicológico de los distintos personajes, es de un clímax inigualable, donde la violencia más explosiva tiene lugar hasta llegar al impactante e inolvidable final.
Un film extraordinario que sigue cautivando.

https://filmsencajatonta.blogspot.com/
Baraka1958
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30 de abril de 2008
21 de 33 usuarios han encontrado esta crítica útil
Ayer me percaté que está ya preparado un remake con Al Pacino a estrenar en el 2009. Para evitar que no me pasara lo mismo que con “Las diabólicas” (visionar primero el remake y mucho tiempo después la original con la otra completamente olvidada) decidí disfrutar ya de lo que se considera la mejor película del recientemente fallecido Jules Dassin.

Puestos a comparar, prefiero el atraco que el gran John Huston realizó cinco años antes. Las similitudes con esta cinta son muchísimas y Bassin no puede competir que la calidad que despliega su colega americano.

Dos serán las escenas que convierten esta película de título extraño en un ejercicio a recordar: el robo en sí, donde el realizador galo se permite el lujo de dejar mudos a la cuadrilla durante veinte minutos (veinte minutos sin mediar palabra, chicos, y la tensión por las nubes) y el viaje en coche de un inconmensurable Jean Servais regresando de la casa de campo.

La verdad es que físicamente, si veo a Pacino en la piel de Jean Servais, lo que no sé es, hasta que punto, Pacino podrá doblegar el recuerdo de una actuación que te deja boquiabierto. Servais lo es todo en “Rififi”. Eclipsa a todos, incluso a los que tampoco lo hacen mal como son sus compañeros de fechorías: Robert Manuel y el propio director Jules Bassin (que hace de galán italiano). Falla Carl Möhner, que no está a la altura del resto de la banda; y falla y mucho la panda de malos-borregos que ponen en aprietos a nuestros cuatro amigos. No me convencen nada y tiran por la borda mucho del buen trabajo que había hecho.

Y la música. La música, la música, la música. (Es como si estuviera suspirando). Lo bueno de ver una película en casa en que a la hora de los sustos y demás efectos sonoros puedes coger unos de los veinte mandos que al día de hoy pululan por nuestra sala de estar y bajar el volumen. Lo que pasa es que aunque podamos cuidar nuestra salud auditiva me sienta fatal hacerlo. Y en Rififi lo hice más de lo necesario. La música de Georges Auric atronaba demasiado. Remarcaba demasiado la acción, la adornaba innecesariamente. No tardé en darme cuenta que la música iba a causarme problemas, tan poco tiempo como el necesario para mostrar los títulos de crédito.
Chagolate con churros
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28 de diciembre de 2008
10 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
Soy un auténtico fan del cine negro, me parece que entre las mejores películas del Séptimo Arte podemos encontrar varios exponentes de este género. No sabía que por la misma época en que se hacían peliculas de este tipo en Hollywood hubiera surgido otra tan buenísima en Francia. La verdad es que Rififi es absolutamente genial, todo enlaza perfectamente y la historia, aunque dura, también está llena de momentos emotivos, donde el honor y la lealtad prevalecen. A todo aquel que quiera pasar un buen rato disfrutando del mejor cine, esta es su película.
felipeto
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10 de junio de 2013
10 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
Los cinco años que transcurrieron sin poder trabajar (por ser un “Blacklisted”) dejaron huella en Jules Dassin, y el cine de este inconformista empedernido, de este hombre libre que se subleva contra un mundo donde reina la injusticia y la estupidez, y de ahí que “Rififí” tenga el aspecto sombrío y fatalista. Su pecado había sido, negarse a declarar ante el comité de actividades antiamericanas, para delatar a sus compañeros del partido comunista. Por lo que se exilió en Europa.

No deja de resultar paradójico que la película que consagró definitivamente a Dassin fuera un encargo, la razón de que llegara al cineasta fue que, en la novela que sirvió de base al film, las bandas rivales eran argelinas, y temiendo un conflicto político dadas las delicadas relaciones existentes en ese momento entre Francia y Argelia, el productor decidió cambiarlas por bandas americanas. Y Dassin era el hombre indicado por haber hecho thrillers en Hollywood, la ironía se refuerza con el hecho de que Dassin acabó por convencer al productor, que era preferible para la verosimilitud del relato, que las bandas fueran francesas.

El cine de Dassin se caracteriza por su capacidad para humanizar a sus personajes, explicándonos las motivaciones de su actos nos los vuelve más cercanos y entrañables, facilita una mayor comprensión hacia ellos. Dassin nos muestra a los atracadores la noche antes del robo, la armonía familiar de todos ellos despidiéndose de sus seres queridos, excepto Tony, el cerebro de la banda, que pasó cinco años en la cárcel mientras su amada Mado le traiciona con otro gánster. La meticulosidad con la que se nos muestra el sofisticado robo es asombrosa, treinta minutos casi sin diálogos, entre penumbras, con la precisión de un reloj suizo y una profesionalidad apabullante, pero como siempre en la vida influye el factor humano y la debilidad de los sentimientos.

La violencia está expresada de forma descarnada, sobre todo por la banda rival, sin embargo cuando Tony ejecuta a un compañero “soplón”, antes éste se excusa diciendo:”perdona, tuve miedo”. Semejante confesión, no frena a Tony que le dispara tres veces, quizá el director se identifica con Tony, ante la figura de la delación, que otros ex compañeros practicaron por miedo ante el tribunal del Senador McCarthy. Rodada en un París lluvioso y oscuro, excelente fotografía y extraordinarios actores que le dan al film un empaque de obra maestra. Sin olvidar el legendario “leit-motiv” de la soberbia música que acompaña al film.
Antonio Morales
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