Quiero robarme a la novia

El semidesconocido realizador inglés Paul Weiland (Por amor a Rosana, El tesoro de Curly) dirige esta flojita comedia romántica, que se podría resumir como un compendio sin gracia de La boda de mi mejor amigo, El padre de la novia, Planes de boda, Cuando Harry encontró a Sally, Cuatro bodas y un funeral e incluso se atreven a copiar parte del contexto del clásico Historias de Filadelfia. Vamos, que Weiland no es, precisamente, un genio de la imaginación, por decirlo de forma suave.

El argumento es absolutamente irrisorio: un tipo que es un auténtico ligón (con un guión que exagera tanto sus dotes para este menester que resulta ridículamente falso) se da cuenta de que el verdadero amor de su vida es su amiga de siempre, cuando ésta decide casarse con un escocés al que acaba de conocer. Pero es que a la chica en cuestión, no se le ocurre otra cosa que pedirle a su amigo que sea su dama de honor. Vamos, que más que una comedia parece algo sacado de la ciencia ficción, ¿verdad?

El film trata de sobrevivir gracias a la popularidad de sus actores principales. ¿Quién no conoce al doctor Shepherd de la sobrevalorada y vulgar Anatomía de Grey? Por si acaso no nos hacíamos con su cara, el tercero en discordia en el triángulo amoroso de la película es otro actor de la mencionada serie, Kevin McKidd. Y la chica por la que ambos están locos, también es un rostro muy popular en la actualidad: Michelle Monaghan (La conspiración del pánico, Matrimonio compulsivo, Misión imposible 3...)

En resumidas cuentas, lo que La boda de mi novia nos depara es lo siguiente: personajes estereotipados hasta decir basta, una búsqueda excesivamente tópica del amor ideal (amor de los que sólo aparece en los cuentos de hadas), un argumento previsible y predecible en todo momento, gags muy poco inteligentes, mediocre puesta en escena (en especial la parte que se desarrolla en Escocia)... Eso sí, he de reconocer que es muy fácil de ver, tanto que a los cinco minutos, uno ya se ha olvidado de ella.

Es triste y lamentable que Sidney Pollack eligiera esta estereotipada comedia para olvidar como colofón de sus colaboraciones como actor. Un director y actor de su talla, brillante pero irregular, merecía despedirse de la actuación en un marco de más categoría. Para hacer la siesta un sábado por la tarde.

La comedia romántica no deja de buscar nuevas caras para contarnos las historias de siempre, buscando en cualquier ámbito la cara conocida que consiga atraer al público al cine. En este caso, se trata de la estrella televisiva Patrick Dempsey, convertido aquí en protagonista absoluto del film.

Dempsey interpreta a atractivo rompecorazones, el cual tras diez años de amistad con Michelle Monahan, se da cuenta que no puede vivir sin ella. Pero claro, para entonces ella se ha echado un novio escocés. Dirigida por Paul Weiland, el film tiene como claros referentes (entre otros) "Cuando Harry encontró a Sally" y "La boda de mi mejor amigo", sirviéndose de ambas (y de otras del estilo) para fabricar un cóctel de situaciones vistas innumerables veces, todo ello revestido del glamour acostumbrado, aunque con una cierta retirada hacia el telefilm, no en vano es el medio en el que mejor se mueve Dempsey. Todo el film gira alrededor del personaje masculino, el resto de personajes, incluido el de ella tienen un papel bastante residual, buscando el chiste fácil tanto en lo que se refiere a la manida guerra de sexos, además de incorporar nuevas "gracias" a costa de los escoceses en general.

Lo cierto es que el film no puede sustraerse a la impresión de algo ya visto, carente totalmente de originalidad y apto sólo para admiradoras de la televisiva estrella. No hay mucho más. Es un film de esos en que se puede aplicar el lema informático "lo que ves es lo que obtienes". Que es como decir que bajo la lujosa fachada no hay nada.

Leyendo las críticas de los usuarios de Filmaffinity (no tanto de los medios de comunicación), no puedo evitar preguntarme: ¿qué es lo que esperaban de una película como La boda de mi novia?; desde un principio el filme no trata de renovar el género de la comedia romántica, tampoco trata de estudiar el amor como otros filmes del género, no busca premios ni trascendencia; entonces, ¿porqué ese ensañamiento con esta – entretenida, agradable, ligera, divertida, hasta emocionante - película? Sencillamente, no lo sé.

Porque, francamente, pienso que La boda de mi novia (título sin sentido y absurdo), posee una excelente galería de personajes, cualidad esencial para que el género de los romances blancos enamore. Aquí tanto la pareja protagonista (que desborda química y carisma), como el reparto de secundarios (los escoceses, los amigos, las damas de honor, los padres), están encantadores, divertidos, y con una capacidad para aprovechar los gags loable.

Además, la historia, situada entre Manhattan y Escocia, está rodada con elegancia y habilidad, siendo la mayor virtud de esta película que es un excelente vehículo de lucimiento para sus actores, algo que sobre todo Monaghan y Dempsey aprovechan, con clase, gracia y ternura, enamorando al espectador con esta bonita historia sobre la sutil barrera entre la amistad y el amor.

Desde que empieza ya sabes como va a acabar.
La película es entretenida y amena, pero nada más. Guíon nulo, interpretaciones normalitas y poco más. Gracia tiene poca, por no decir ninguna y como ya he dicho al principio, es más de lo mismo en cuanto al género de comedia romántica se refiere.
sólo ve a verla si te lo pide tú novia y quieres quedar bien con ella.