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Luz de invierno

Drama Thomas, un pastor protestante que celebra los oficios religiosos con la iglesia casi vacía, es un hombre solitario que sufre una profunda crisis espiritual y cuya vida carece de sentido. Incluso el amor que le profesa la maestra Marta se ha vuelto para él una carga insoportable. Su situación se agrava al verse incapaz de ofrecer ayuda alguna a una pareja de campesinos que acuden a él para pedirle consejo. (FILMAFFINITY)
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Críticas 53
Críticas ordenadas por utilidad
18 de abril de 2006
47 de 88 usuarios han encontrado esta crítica útil
Segunda entrega de la trilogía de Bergman sobre "el silencio de dios". No la soporto, aunque su epílogo es todavía peor. Primeros de los sesenta fue un desastre en Escandinavia. Tanto él como Dreyer parece que compitiesen por llevarse el título a nórdico más coñazo del mundo. Como ya comenté en El silencio, aquí sólo escribirán críticas los fans del autor, pero me gustaría que todo el mundo visionara la aburrida trilogía bergmaniana (y ya sabeis a que tipo de público me refiero).

Multitud de primeros planos (brillántemente iluminados, éso sí) nos adentran en una historia deprimente en la que un pastor protestante no encuentra su camino. El tipo es incapaz de ayudar hasta a una oruga y se torna desagradable a más no poder a medida que el metraje avanza. Max von Sydow tiene un papel breve pero intenso. Se agradece la corta duración de la obra. Estaba a punto de cortarme las venas. Sólo para maniacos.
Txarly
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23 de junio de 2009
9 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
Y bien, es hora de desenvainar.

Apabullante drama de Ingmar Bergman, antecedido y rubricado por uno de los coloquios más arrebatadores que haya firmado Garci jamás, con esa deidad que responde al apellido de Marías sin pipa pero con escopeta llamando "detestable" a El Séptimo Sello, con veladas disculpas a la audiencia por el tono tan deliciosamente seco y asfixiante de esta obra, con alusiones al amor, con reivindicaciones de Placido y de Viaje A Italia, la obra neorrealista favorita de Motta, con avalanchas de recuerdos y nostalgias, con roturas de lanzas, con Navarrete aplaudiendo.

La virgen, qué festín.

Todo ello hubiera quedado deslucido si la película hubiera naufragado, pero el modo que tiene de surcar los mares del desencanto humano es tan atronador que a mí me dejó sin palabras, extasiado, y aupándola a mi número uno de la filmografía del compatriota de Soderling, en dura pugna con La Hora Del Golfo, con, precisamente, El Séptimo Sello, y quizá con Cara A Cara.

Lastrado en otras ocasiones por unos adornos simbólicos y una densidad narrativa que a mí me sobraban, cuando no me herían de muerte, aquí Bergman se despoja de artificios y apunta al corazón de las tinieblas con una sencillez pasmosa y una absoluta transparencia.

Con una evidente simillitud con la unamuniana San Manuel Bueno, Mártir (una de las novelas más maravillosamente tristes que coonozco), modélicamente contada, escueta, breve, pero devastadora, el siempre optimista sueco desmitifica la fe y el amor a puñetazo limpio, con momentos que cortan la respiración, como una lectura de una carta delante de una pantalla a cargo de Ingrid Thulin que desmonta los intestinos, y un desgarrador intercambio verbal entre el desubicado sacerdote y su amada que es una de las secuencias de mayor salvajismo emocional que recuerdo haber visto en mi vida, e incluso en mi muerte.

A este tipo hay que sentirle. Como a Lynch, pero en niveles diferentes. Y yo cada vez tengo la rodilla más hincada en Estocolmo.

Ingmar cogió su fusil.

Ahora sí.

Seguiremos informando.
Barfly
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25 de mayo de 2006
6 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Bergman aborda una crisis de fe en un cura, pero huyendo de la intencionalidad o del esclarecimiento, toma un punto de vista riguroso y saca a la luz los que sin duda son sus propios pensamientos y temores.

Perdido lo que se supone es el fundamento de la vida de este hombre, su comportamiento se va a tornar insensible hacia los problemas de los demás e incluso cruel y despiadado con la mujer que le ama.
Hay un momento en que el ayudante que tiene en la iglesia le dice que ha empezado a leer el evangelio para combatir el insomnio y le plantea las inquietudes e interpretaciones que le suscita; aunque no sabemos que va a ocurrir con la fe del cura en el futuro, sí vemos que quizás su actitud ante ciertas cosas pueda ya no ser la misma.
Ennis
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15 de diciembre de 2006
6 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
He de confesar que uno debe cargarse de paciencia para ver y, al final, comprender esta película. Los actores están verdaderamente magníficos, excelentemente caracterizados, bien diferenciadas las distintas actitudes ante la vida, algo, creo, propio del cine de Bergman. Pero Los Comulgantes parece, en un principio, excesivamente poco comunicativa, puesto que la gravedad del asunto tratado bien podría valerse de una mayor cercanía entre el director y el espectador, de hecho, son soberbios los escasísimos diálogos entre el sacerdote y Marta, así como los últimos cinco minutos, que dan absoluto sentido a la película. Pero entiendo que reine el silencio, aunque se haga terriblemente agobiante, pues es el silencio de Dios el que permea toda la obra, toda la vida bajo la fría luz de invierno, haciendo de la existencia algo angustioso y agónico, magistralmente presentado por el director. Y es que no nos regala a los espectadores ni un solo respiro dulcificador, todo es dolor contenido y arcada existencial, y Bergman no tiene compasión de nosotros, cómodamente sentados en nuestro sillón, en casa, al calor, y nos mete en la piel y el alma del sacerdote, ajada, fría y tensa hasta el horror a la nada.
Es dolorosa y dificilísima de digerir. Bergman nos apuñala y corta la respiración. Esto no es cine, es un poema negro, el alma cruda ante nuestros ojos.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
stimek
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20 de marzo de 2009
5 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
La segunda película de la trilogía de Ingmar Bergman (con "Detrás de un vidrio oscuro" y "El silencio") acerca del silencio de Dios. El pastor luterano Tomás Ericsson (Gunnar Björnstrand), Iluminado en su juventud por ilusiones acerca de la presencia de Dios en el mundo, su misticismo se ha desengañado por dos razones principales: la crueldad humana y la pérdida de su mujer a quien amaba. Dios está ausente, no habla ni da señal alguna. La depresión conduce entonces su pensamiento y lo invalida para proveer asistencia espiritual a sus feligreses. Uno de ellos se suicida (Max von Sydow). Aunque ha tenido una relación con la maestra del poblado, Marta Lundberg (Ingrid Thulin), no la ama, y aunque ella vive para él, es muy demandante, exigente, para un hombre desesperado que, por otra parte y, entre otras cosas, le reprocha su "pudor en la cama". Pues en definitiva, el amor es el sustento de la vida y del mismo Dios:
"Dios es amor y el amor es Dios". La película perfecta en todo aspecto, y aunque triste, de una gran belleza, en blanco y negro. Imperdible.
Leonel
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