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La noche

Drama. Romance Retrato de la vida cotidiana de un matrimonio burgués que atraviesa una crisis de pareja. En Milán, tras visitar a un amigo enfermo terminal en un hospital, el escritor Giovanni Pontano (Marcello Mastroianni) acude a una fiesta por la publicación de su último libro. Mientras, su mujer Lidia (Jeane Moreau) visita el lugar donde vivió muchos años atrás. Luego, durante la noche, ambos acuden a una fiesta en la mansión del Sr. Gherardini, ... [+]
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Críticas 35
Críticas ordenadas por utilidad
10 de noviembre de 2016
4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
En "La noche" el peso de todo elemento compositivo, ya sea una parte estructural del objeto o el objeto completo visible, atrae con fuerza a los demás elementos vecinos (que conforman el paisaje) y le impone una especial tendencia y una dirección temática. La forma y la captación particular de los objetos arquitectónicos producen, dentro de esta genial película, un influjo fantasmagórico que funciona como eje movilizador de fuerzas impensadas que son dirigidas en múltiples y variadas direcciones. En ella la arquitectura actúa como testigo mudo de lo que humanamente acontece. Figuras de dudoso estatismo que laten a un ritmo desconcertante que apenas percibimos:

Construcciones urbanas, acabadas o en construcción, permanentes o provisionales, casas, casonas, viviendas, albergues, hoteles, residencias, conventos, hospitales, residencias, depósitos, almacenes, galpones, museos, plazas, plazoletas, alamedas, parques, baldíos, ferrocarriles, encrucijadas, cruces, diagonales, intersecciones, rotondas, enlaces, calles, avenidas, portales, ventanales, etc…

La metrópolis como prolongación espiritual. Metáforas extraordinarias, absorbidas por la forma y el emplazamiento. El peso de las cosas como plataforma de equilibrio y sostén a los que tambaleamos entre muros de concreto en espacios huérfanos y deshabitados. Película que es la inesperada revancha psicológica de lo sólido, de aquello que edificamos para olvidar que también seremos ruinas.

ACLARACIÓN:

Probablemente poder vivir una experiencia cinematográfica como la que nos ofrece “La noche” (o “El eclipse”) sea algo muy remoto e improbable y es por eso que los exhorto a que la vean. Es un prodigio absoluto del lenguaje audiovisual y supone el hecho milagroso de hacer vibrar la tenue fibra, la más íntima e inexplicable de la sensibilidad humana. Es como si Antonioni hubiese localizado la grieta escondida entre los mundos y fundido los estadios, amalgamando el sueño con la vigilia. Cuando el arte está tan próximo a lo inefable y tiene el privilegio de conectarnos con lo trascendente es entonces que germina en nosotros el asombro.

Obra superior e incatalogable.
nahuelzonda
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11 de agosto de 2018
4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Copio a un crítico: "Es imposible discernir la relevancia de este tipo de filmación, que sin duda es la razón por la que nadie (incluido Antonioni) lo practica."
Acabo de ver el film tantos años después. Me seduce el cine italiano de aquella época pero hoy en día hay que bajarlo de la peana.
Ni Antonioni hace una gran obra ni el guión es suficiente.
La carencia de diálogos explícitos están muy compensados por la gran actuación de Mastroiani y Moreau (me gusta más ella en sus vacilaciones)
Pero me quedo parado; no sé si hay mensaje o no, pero para la explícita trama de un matrimonio aburridos de si mismos no hace falta tantos planos lentos, muy lentos... sobre todo de ella. Vigoriza el film Mónica Vitti como personaje para justificar la segura insatisfacción de Mastroiani. La experiencia de Moreau con el apuesto jóven no parece que sea más que una concesión para incidir más en la separación mental de la pareja.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
amorsau
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2 de abril de 2023
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Desarrollada a lo largo de un único día, «La Notte» es probablemente la película de Antonioni que más lejos lleva su concepción del cine como un constante "tiempo muerto", una continua espera.

A pesar de la concentración temporal, la película logra resultar equilibradamente dispersa. Los largos y fascinantes paseos diurnos, la contemplación de la danza de la bailarina en el cabaret, los múltiples episodios durante la fiesta nocturna... Los escenarios y paisajes son escasos, pero, como siempre en Antonioni, extraordinariamente bien integrados en el universo individual de los personajes.

Mi sensación es que, en comparación con las otras obras de la trilogía, aquí los planos son más largos, la cadencia más lenta y todas las reacciones más sosegadas. Quizás la diferencia resida en que, mientras que en las otras películas los sentimientos predominantes eran el vacío y la insatisfacción vital -con la frustración y mayor agresividad que ello conlleva-, para mí aquí el aspecto central es, más que esos, el dolor -manifestado, no tanto como frustración, sino como resignación-. El dolor por lo que se fue y ya no podrá volver, un dolor melancólico y nostálgico que empuja a los dos protagonistas a esperar. Pero, ¿a qué esperan exactamente?

Si en «L'Avventura» las esperas llevadas a cabo por Claudia se fundamentaban en la esperanza (primero, la espera a la reaparición de su amiga; después, la espera a su definitiva desaparición, con el fin de construir una nueva relación con Sandro) aquí toda la espera se fundamenta por completo en la desesperanza. Nadie se atreve a dar un paso que ambos saben inevitable.

Finalmente, algo ejerce de punto de inflexión. Personalmente, para mí no son tan relevantes los sucesos ocurridos con los invitados en la fiesta nocturna, aunque tan bien transmitan la realidad que ha atravesado durante años una relación que Antonioni ha conseguido narrarnos en un solo día. El verdadero punto de no retorno nos llega también durante la fiesta, pero ocurre fuera de la misma: la muerte de ese amigo enfermo del comienzo de la película, del que tan poco conocemos, pero cuya importancia dentro de la pareja siempre intuimos. Su fallecimiento, que de alguna manera Lidia asume como una ruptura total con su vida pasada y el inicio de una nueva, la empuja a tratar de salir de la espiral de profunda tristeza en la que lleva tanto tiempo inmersa, y de la que nosotros también nos hemos sentido parte durante las dos horas de metraje.

Siendo, por tanto, una de las películas más profundamente tristes de la historia, no podía terminar de otra manera que con la declaración de amor más triste imaginable: la realizada por alguien que ni siquiera recuerda haberla escrito.
jjm_24
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29 de diciembre de 2015
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Magistral film de Michelangelo Antonioni que nos demuestra como a veces (porque no siempre) el dinero no da la felicidad.

La historia trata de un matrimonio de la alta burguesía italiana que, dada la superficialidad de su vida, no tienen ganas de hacer nada, con nada se divierten y lo que es peor, entre ellos dos dejó de haber "conexión" mucho tiempo atrás.

Con La notte, Antonioni se realza como uno de los más grandes directores de la historia del cine. Sin embargo, su manera de explicar el vacío existencial ha sido siempre cuestionada y hasta aburrida para muchos. Bien es cierto que este aspecto lo relata con demasiada frivolidad y que eso puede no ser lo mejor pero en mi opinión son muy injustas las crítica y burlas que se le han hecho al director italiano.

Otro dato a recalcar es la gran semejanza que guarda La notte con La gran belleza, no es que quiera insinuar que Sorrentino la copiase del todo pero basta verlas una vez para darse cuenta del parecido de las dos...
La diferencia es que Sorrentino explica el vacio existencial de una manera más cómica y satírica, en cambio Antonioni trata de hacernos sentir este vacio, de hacernos comprender como aún siendo uno rico se puede aburrir y... la verdad es que lo consigue, consigue que nos metamos en su papel de lleno y que nos demos cuenta de lo trágico que puede llegar a ser el hecho de ser rico.
Ignacio Ruisánchez
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4 de agosto de 2017
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cuando vi “La notte” por vez primera me pareció un coñazo insufrible. Si pude acabarla sin que se me hiciera bola, fue gracias a los reparadores sueñecitos que me estuve echando durante sus pasajes más áridos. Revisitada al cabo de una década —o más—, sigue resultándome un tostón difícilmente digerible, al tiempo que una obra sencillamente sublime.
Que “La notte” —como cualquier película de Antonioni— no es divertida constituye un hecho incontrovertible. La verdad, dudo que haya anidado nunca en el espíritu del ferrarense voluntad alguna de “entretener” al espectador, como si éste fuera un niño, malcriado o deficiente, necesitado de distracciones constantes. Conque, el del aburrimiento es un argumento en su contra que carece de sentido.
Por otra parte, se atribuye a Descartes la sentenciosa “un ateo no puede ser geómetra”. Desconozco si Antonioni sería lo primero, pero sí se nos revela como lo segundo, y de altísimo nivel, en cada uno de los extraños encuadres y angulaciones, siempre desconcertantes y, en su mayoría, de una belleza arrebatadora. La composición de su plano más sencillo encierra más interés que unas cuantas carreras cinematográficas laureadas.
Además, “La notte” cumple su objetivo primordial con notable eficacia. Pocas cintas habrán pintado un retrato más fiel del hastío que viene a suplir el amor de tantas parejas. Si acaso, “Viaggio in Italia” (Te querré siempre, 1954), de Roberto Rossellini. Y lo hace por vía de la antedicha cadencia, morosa como el avance de un glaciar, y merced también a las soberbias interpretaciones de Marcello Mastroianni y, sobre todo, la recientemente fallecida —D.E.P.— Jeanne Moreau.
No sé dónde se desenvuelve Mastroianni con más soltura, si entre las entalladas costuras de un traje a medida o en el papel de pícaro seductor metiéndole fichas a todo lo que respira. De lo que no cabe duda es que, en ambas disciplinas, no ha habido otro como él, referente indiscutible de una masculinidad extinta. Tampoco me atrevo a juzgar —en público— si esto último ha sido para bien o para mal.
En cuanto a Jeanne Moreau, la doliente dignidad que transmite, reñida con cualquier atisbo de resignación, encarna un modelo de mujer fuerte que, para desgracia del género humano todo, continúa estancado en el yermo ámbito de lo aspiracional. Completa el triángulo una Monica Vitti cuya feroz independencia no hace sino agravar, por contraste, la caricatura de sí mismo en que acaba convertido el frívolo escritorzuelo encarnado por Mastroianni.
Carorpar
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