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La noche

Drama. Romance Retrato de la vida cotidiana de un matrimonio burgués que atraviesa una crisis de pareja. En Milán, tras visitar a un amigo enfermo terminal en un hospital, el escritor Giovanni Pontano (Marcello Mastroianni) acude a una fiesta por la publicación de su último libro. Mientras, su mujer Lidia (Jeane Moreau) visita el lugar donde vivió muchos años atrás. Luego, durante la noche, ambos acuden a una fiesta en la mansión del Sr. Gherardini, ... [+]
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Críticas 35
Críticas ordenadas por utilidad
4 de octubre de 2017
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
227/19(26/09/17) Notable drama realizado por Michelangelo Antonioni, obra que radiografía con sutilidad estética-alegórica incisiva la institución del matrimonio y a la vez arremete contra (uno de los mantras del director) la superficialidad de la clase alta italiana (en este caso la milanesa). Antonioni guioniza con Ennio Flaiano (“La Dolce vita”) y Tonino Guerra (“Amarcord”) conformando un fresco desolador de la vida en pareja tras años, lo hace el libreto a través de un día en la vida de esta pareja de la alta burguesía, y de modo sibilino y gradual nos muestran se declive, decadencia deterior, sus grietas de incomunicación, de aislamiento, de frialdad, para simbolizar esta gelidez Antonioni se sirve de la arquitectura despersonalizada urbana para enfrentarla a la soledad de los humanos, para empequeñecerlos en su insignificancia, ello en una narración donde prima el poder de las imágenes, sus sugerencias, sus metáforas visuales, donde los diálogos son escasos pero sólidos en su poder emocional, un relato que reflexiona sobre la crisis de pareja, donde la rutina y monotonía ha hecho mella, la vida ordinaria llega a aburrir y se buscan nuevos alicientes en detrimento de lo ya muy conocido, esto mostrado con un potente lirismo melancólico, haciendo al espectador partícipe del estado de ánimo general. El binomio protagonista está sensacional en su evocación de este cansado matrimonio, se suma una sensual y deliciosa Monica Vitti. Considerada la película segunda de una trilogía sobre la incomunicación, junto a la anterior “L'Avventura” (1960) y la posterior “L'Eclisse” (1962). En 1961 recibió el Oso de Oro en el Festival Internacional de Cine de Berlín, así como el David di Donatello Premio al Mejor Director.

La simbiosis que Antonioni pretende mostrar entre la desalmada arquitectura y los vacíos personajes queda ya patente desde sus créditos iniciales en que la cámara realiza un largo travelling descendente desde lo alto de un alto edificio, exponiendo una panorámica de construcciones tensamente verticales, reflejándose en un tramo sobre los cristales de un rascacielos, y abajo personas minúsculas y sus vehículos moviéndose cual hormigas, mostrando la pequeñez humana entre la selva urbana que el hombre ha creado, donde el realizador parece decirnos que no caben los sentimientos.

Relato que indaga la apatía que producen los años de convivencia en pareja, de cómo el tiempo va degradando la pasión, va corrompiendo el amor para dejarlo al final en dos personas que viven juntas y que apenas tienen nada que decirse, y con ello germina el desamor que da paso a la infelicidad. De cómo el amor puede ser solo un sentimiento explosivo que con su calor inicial embruja pero cuando este ardor va apagándose puede no haber mucho en sostener (ejemplos son dos escenas: cuando lidia se da un baño y está desnuda, ante lo que Giovanni ni la mira en señal clara de rutina fría; el otro tramo es su estancia en el club y el modo de indiferencia con que miran un espectáculo contorsionista de ribetes eróticos) , llega la incomunicación, el que cada uno de los dos se convierta en una isla para el otro. La felicidad eterna es una quimera, y esto Antonioni lo expresa genialmente, mediante silencios cortantes, dejando lecturas entrelineas, paseos sin rumbo, diálogos de calado de los que muchas veces dicen más por lo que calan que por lo que dices, ello mediante una expresividad prodigiosa, ayudando un director que nos habla también mediante alegorías agudas visuales, ejemplo majestuoso es el vagabundeo que Lidia da por una ciudad semi-desierta, pasando por todo un desierto de naturaleza muerta, todo lo cubre el cemento y lo que no es un solar árido, en su caminar pasa junto a edificaciones que parecen monstruos sin vida, colosos inertes, que actúan a modo de reflejo del carácter huero de la burguesía que retrata, asimismo esta simbología visual queda reforzada por imágenes de rejas, muros (que separan), biombos, cristaleras, o como el uso dramático de la lluvia, elemento cuasi-religioso por el momento en que se produce, especie de recurso catárquico, donde las emociones se desbordan, esto maximizado por el apagón, especie de modo de expresarla ceguera en la que vive esta clase burguesa.

Antonioni dota de un ritmo fluido metraje, sabiendo modular los diferentes tempos narrativos, contraponiendo escenarios: el hospital con una habitación con alguien grave y en otra contigua reside una aparente enferma ninfómana; en otro contraste queda el bullicio de la presentación del libro de Giovanni y por otro el sereno y tranquilo paseo por calles sin apenas gente; en la fiesta del potentado por un lado están las ansias lujuriosas de infidelidad de Giovanni, y por otro esta Lidia reprimiéndose y negándose a serlo; Incluso contrasta las personalidades femeninas y masculinas, los hombres son mostrado como débiles seres movidos por sus bajos y lujuriosos instintos, frágiles y volubles ante los cantos de sirenas delas mujeres, mientras estas son enfocadas como fuertes, manipuladoras, con sus armas de mujer dominan al hombre a su antojos, lo hacen bailar a su antojo.

Los dardos envenenados del director tienen uno de sus puntales (su filmografía lo confirma) en su ácida crítica a la clase alta, a su hedonismo, a su frivolidad, a su deshumanización, a su superficialidad, a su decadencia moral, a sus neurosis, a su ataraxia, a su esnobismo.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
TOM REGAN
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6 de noviembre de 2007
5 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
El rostro de Natalie Portman siempre ha sido para mí un ideal de belleza. Belleza innata e inherente desde el nacimiento como si de una obra magna se tratase. Siempre que digo que alguien es bella me refiero a ella "No tanto como Natalie Portman". Hoy ese ideal pasó a un segundo puesto al observar el lento movimiento del cuerpo de Monica Vitty arrastrándose sobre una fría cerámica en la casa de un aristócrata italiano. La belleza filmada. Otro instante para mi colección.
Haneke y Farrelly
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8 de septiembre de 2012
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Con su estilo pausado y meticuloso en cada encuadre, Antonioni ofrece una estilizada radiografía sobre el hastío matrimonial a través de una pareja de intelectuales en un entorno aburguesado, carente de ideales, acomodaticio y ocioso. Muestra el alejamiento y la desidia de una sociedad anclada en el vacío moral, consiguiendo una atmósfera de etéreas reflexiones sobre el desamor, la soledad y la incomunicación, los grandes temas que el autor refleja en su trilogía (La aventura, La noche y El eclipse). Depuradísima realización en la que el silencio se impone a los diálogos, por otra parte precisos, bañada por una fotografía envolvente y contrastada de luces y sombras. Resulta un impecable estudio de personajes materialistas abocados a la incomprensión, inmersos en el tedio de la ociosidad y apuntalado por el trabajo de su trío protagonista, contenido Mastroiani, lúcida Jean Moreau y sugerente Mónica Vitti. Perfecta en todos los sentidos.
Wellesford
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15 de marzo de 2014
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Dos personas, dos mundos, dos visiones. Un mundo masculino, observador superficial, frente a la mirada femenina, interpretada por una maravillosa Jeanne Moreau, vagando por las Calles de Milan, sin rumbo,a la deriva.Desde el primer plano de la película, Antonioni, muestra la opresión, la insatisfacción, la incapacidad de comunicación de una pareja que no se ama, pero sin valor para afrontarlo.La fiesta final, en la que los personajes dan rienda suelta a sus pasiones más turbias, muestra la decadencia de la burguesía, el vacío de la pareja que el director remata con un maravilloso plano final de dos auténticos extraños que no tienen nada que decirse. Una obra maestra de gran belleza estética.
Lil Dagover
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30 de mayo de 2014
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Quizá se pueda decir lo mismo con menos planos secuencia y con menos preámbulos; quizá se pueda decir lo mismo sin ser tan intelectual incluso rozando lo repelente. Quizá, pero no. Para hablar de una sola noche es preciso ponernos en antecedentes, casi hacernos perder la paciencia porque la noche no llega, sino que se queda a vivir en una tarde eterna de casas grises y tranvías, de pobres y descampados yertos. Sin embargo la noche llega, con sus fiestas fastuosas y sus mujeres alegres y sus hombres apuestos y su champán y su licor y una pareja se deshilacha entre la fiebre del vivir a medio gas y la voracidad salvaje de quien no sabe a lo que vive. Y entonces se comprenden los detalles y los matices y las vueltas y revueltas y las visitas al hospital y el imán destructor de Mastroianni y la tranquilidad triste de Jeanne Moreau y la expresividad cautivadora de Monica Vitti. Quizá se precise menos para hablar de la descomposición burguesa; quizá se precise menos para hablar de la soledad del corredor de fondo. Quizá, quizá, pero no en esta película
angel
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