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Crímenes y pecados

Drama. Comedia Judah y Clifford son dos hombres enfrentados a sendos dilemas morales de diferente gravedad. Cuando Judah, un reputado oftalmólogo, pretende poner fin a su relación extraconyugal, su amante lo amenaza con arruinar su vida contándoselo todo a su esposa; según su hermano Jack la única solución es asesinarla. Por su parte, Clifford es un director de documentales que se ve obligado a rodar una película sobre su cuñado, al que desprecia. (FILMAFFINITY) [+]
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Críticas 106
Críticas ordenadas por utilidad
19 de diciembre de 2009
54 de 61 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tres pelis memorables, fascinantes, sublimes… O que me lo parezcan, vaya. Eso es todo cuanto le pido a un cineasta para que entre a formar parte de mi particular ranking de realizadores predilectos. Tres obras maestras y -puestos a pedir- cierta coherencia estilística o discursiva innegociablemente afín a mi modo de entender el cine. Sólo eso. Pues bien, desde ayer mismo, Woody Allen figura con todo merecimiento en ese ranking de favoritos. Compartiendo laureles con los Hitchcock, Leone, Kubrick, Ford Coppola y compañía.

La ‘culpa’ la tiene, como no, “Delitos y faltas”. La tercera. La definitiva. El último peliculón que me quedaba por ver del bueno de Woody para poder considerarlo, de una vez por todas, como uno de mis 10 cineastas favoritos. Un privilegiado status que Allen alcanza merced a una agridulce comedia que contiene todas y cada una de las constantes de su cine (ya sabéis… verborrea inteligente, algo de sexo, algo de religión, algo de moral, algo de cine, algo de música…) extraordinariamente canalizadas a través de dos historias que discurren paralelas y que solo confluyen al final, en uno de los desenlaces más brillantes y demoledores de toda la filmografía de mi gafapasta predilecto.

Y aquí quería llegar. Al desenlace. Porque si algo me conmueve, me sacude y me impresiona de “Delitos y faltas” es la increíble naturalidad y desparpajo con la que un Allen hiperpesimista se carga de un plumazo esa poderosísima influencia que siempre ha evidenciado tener el ‘crimen y castigo dostoyevskiano’ en nuestra sociedad dándonos a entender que en este perro mundo, lamentablemente, ser bueno está muy mal pagado y con demasiada frecuencia, en cambio, ser malo tiene premio. Hay que joderse.
Taylor
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24 de enero de 2009
40 de 42 usuarios han encontrado esta crítica útil
Woody adoptó un tono más serio y trascendental que el que solía emplear, y buceó en la obra cumbre de Dostoievsky, "Crimen y castigo", para hacerle honor con esta tragicomedia que, sin abandonar el aire jocoso tan propio de su cine de aquellas temporadas, se adentra en zonas de profunda reflexión moral, ética, religiosa y existencial. El producto resultante es espléndido, imbuido del genio del cineasta, quien además de un consumado cómico y realizador de guiones humorísticos, también sabe, cuando se lo propone, ponerse verdaderamente serio. Y, cada vez que lo hace, llega a estremecer.
Si somos personas cargadas de dudas (¿y quién no las tiene?) sobre la existencia de Dios, sobre la presencia de algo más que un universo indiferente que evoluciona ignorando nuestras tribulaciones, sobre la moral y sobre la justicia humana y divina... Pues Woody nos las planta todas delante de la cara. Si nos encontramos en un momento sensible, es posible que "Delitos y faltas" resulte dura de digerir, más de lo que pueda aparentar, a pesar de la capa agridulce que trata de disimular un poco el amargor.
Una decisión en un momento dado, que se toma a la ligera y cuyas consecuencias no nos paramos a prever... Y todo lo que hemos logrado alcanzar se puede ir al diablo. Una situación que en un principio seduce y hasta es necesaria para huir de la cómoda rutina y crearse una sensación de viveza y de sentirse aventurero, o sencillamente porque proporciona placeres que no obtenemos de ordinario, puede dar un giro radical y lo que antes era una vía de escape se transmuta en una prisión.
Aquí entran en juego todos los fundamentos y cimientos del alma. La vía fácil o la vía difícil... Se elija la que se elija, habrá consecuencias y traumas, unas más asequibles, y otras terribles. ¿Qué escoger? ¿La vía difícil pero más soportable para la conciencia? ¿La vía fácil pero que condena a cadena perpetua?
"¿Cómo he podido llegar a esto?", se pregunta Judah, un hombre respetable y querido al que la suerte había sonreído... Hasta que se rompió.
Su dilema tiene el aplastante peso del universo concentrado en un sentimiento de culpa que duele como miles de úlceras.
A solas con su agobio. Con sus recuerdos infantiles sobre las firmes creencias de su padre, judío devoto, que le atormentan. Con su escepticismo, alimentado en su niñez por una tía nihilista.
Si no hay Dios, si no hay justicia divina, y la justicia humana es ineficaz... ¿Qué nos queda? ¿Volvernos monstruos amorales? ¿Dañar impunemente? Judah está a punto de explotar de la presión.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Vivoleyendo
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21 de noviembre de 2007
39 de 45 usuarios han encontrado esta crítica útil
Empezaré contradiciéndome. Si Ud. tiene la tentación de acabar con todo su sufrimiento y
desesperación mediante el clásico tiro en la tapa de los sesos y necesita alicientes que le hagan quitarse esa idea de la cabeza, no vea esta película: la tentación se volverá determinación (¡incluso justificada!), las dudas se tornarán en resolución y no podrá evitar contemplar su Browning (o el revólver del que Ud. disponga) como una amable solución, y a su creador como un filántropo benefactor de la humanidad. Véala, sin embargo, ahora que empieza a salir con esa chica tan mona que conoció el otro día en la Facultad, o ahora que el negocio que abrió con su cuñado por fin reporta beneficios, o ahora que todavía está enamorado de la mujer con la que se casó.
Y es que es ésta una de esas películas que le curtirán, que le dejará cicatriz (por lo demás del todo invisible, no teman los más coquetos), una cicatriz de la que, con el tiempo, se olvidará pero que, llegado el momento de desconsuelo, al reconocerla, le permitirá disponer de la entereza necesaria para superar el trago: “Sí, el mundo no tiene remedio, no hay esperanza, pero eso ya lo supe cuando vi "Delitos y faltas" y sin embargo he llegado a creer que la había”. Así que vea Ud. esta película, odie a los personajes que tenga que odiar y ríase del mentecato del que se tenga que reír, pero recuerde Ud. que esta película le estará salvando de pegarse un tiro…
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Gort
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1 de marzo de 2008
28 de 30 usuarios han encontrado esta crítica útil
Film nº 9 de Woody Allen, que interviene como guionista y director. Se rueda en exteriores (Central Park, 5ª Avenida...) y en escenarios reales (Waldorf Astoria Hotel...) de NYC y en estudio. El rodaje, que comenzó a finales del otoño de 1988, se prolonga durante 10 semanas. Nominado a 3 Oscar (director, guión, actor reparto) y a 6 Bafta, gana un David di Donatello (film estranjero). Producido por Robert Greenhut, se estrena el 13-X-1989 (EEUU).

La acción tiene lugar en NYC, en 1988/89, a lo largo de unos meses. Se cruzan dos historias: la de un prestigioso oftalmólogo, Judah Rosenthal (Landau), y la de Clifford Stern (Allen), un documentalista angustiado y sin éxito.

El film combina drama y comedia. Desarrolla en paralelo dos relatos, como base y medio para plantear, mediante contrastes, cuestiones metafísicas (Dios, inmortalidad...), religiosas (fe, pecado, perdón, culpa...), físicas (vida, muerte, dolor...), éticas (moral, justicia, virtud...), filosóficas (verdad, creencias, dudas...), psicológicas (remordimientos, sentimientos de culpa...) y doctrinales (existencialismo, nihilismo, agnosticismo, teismo, misticismo). No hace propuestas morales ni conceptuales: plantea interrogantes. Recuerda al Dostoiesvski de "Crimen y castigo" por algunos de los temas que propone. El tono pesimista del discurso subraya la confusión que plantean concepciones contrapuestas, como el existencialismo y nihilismo de Levy, el agnosticismo de Rosenthal y el misticismo religioso de Ben. Amplía las propuestas de reflexión manifestando que, según la experiencia, las personas realistas y modestas disponen de mayores y mejores opciones para alcanzar el éxito a medio y largo plazo que las vanidosas y sin escrúpulos, como Lester y Rosenthal.

En el relato se dan cita muchos personajes. Presenta una exposición compleja, densa y grata. Los diálogos están bien construidos y son ocurrentes. La narración es aguda e ingeniosa. Es uno de los mejores trabajos de Allen. No faltan citas melómanas (Bach, Schubert) y literarias (Shakespeare, Joyce, Chejov, García Márquez). Las referencias cinéfilas incluyen títulos ("Cantando vajo la lluvia"), reproducción de imágenes ("El cuervo", "Matrimonio original") y carteles ("La chinoise").

La música ofrece una excelente banda sonora. Suma temas románticos ("Rosalie", Porter), caribeños ("Cuban Mambo", Cugat), cinéfilos ("All I Do Is Dream Of You"), clásicos ("Cuarteto nº 15", Schubert), barrocos ("Suite inglesa", Bach) y ritmos de jazz y swing. La fotografía, del sueco Sven Nykvist, presenta emotivos contraluces, claroscuros vibrantes, composiciones de muy buen dibujo y un excelente trabajo de cámara. Predominan los colores crema. Buenas interpretaciones de Landau, Farrow y Alda. Gran película.
Miquel
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3 de marzo de 2008
28 de 31 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es muy complicado para un actor, sobresalir en una película de Woody Allen con Woody Allen. Pero es quizá más complicado hacer de Woody Allen en una de las películas en las que Allen decide no salir en pantalla. Para mí, Alan Alda, es sin dudad alguna, el actor que mejor ha sabido reflejar el mundo de Allen. Es al actor que más química ha tenido con Allen y también es un actor como la copa de un pino.

“Delitos y faltas” es una de las grandes de Allen. En la época en la que el para el neoyorquino contaban más las tablas de los actores que las caras monas. Y puede que aquí no disfrutemos con las pechugas de la Johansson y el andrógino Rhyan Meyers pero disfrutamos con la labor interpretativa de Alda Martin Landau o de Anjelica Huston.

Allen monta una doble historia en la película imprimiendo a cada una de ellas el tempo que necesita y buscando siempre la interacción del espectador. Así, consigue esa mezcla perfecta de drama y risas que convierte la película en una reflejo perfecto de lo que es la vida para Woody Allen. El final es uno de los epílogos mejor escritos del cine.
Chagolate con churros
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