007: Misión espacial

Industrias Drax toma el relevo de Spectra al mando de un repeinado ecologista que pretende dejar el mundo para las plantas y a los animales, y limpiarlo de perjudiciales seres humanos que destruyen la naturaleza.
James Bond se caracteriza de James Bond por momentos en plan de guasa. Hay que tomárselo así.
La historia del impresionante asesino Tiburón sobrepasa el comic cuando corta el cable del teleférico con los dientes y el resultado envidiaría a los guionistas del Correcaminos (JB) y el coyote (Tiburón). Es memorable el encuentro amoroso del gigantesco enemigo de Bond con la muchacha surgida del polvo, recuerda a la novia de Frankestein.
Roger Moore se sube a las lanchas otra vez y retoma el vuelo en parapente, escenas de nuevo recicladas que llegan hasta la recurrida incursión en la base enemiga bajo tierra.
Guión desbordante de imaginación utilizable para otro tipo de películas, no para las de espías, y final empalagoso.
Aceptable por su humor pero la más desconcertante de la serie.

Publicada en 1955, “Moonraker” fue la tercera novela que escribiera, Ian Fleming, con su ya célebre agente secreto 007. La primera parte de la historia, nos da cuenta del fuerte enfrentamiento que, jugando al bridge, James Bond sostiene contra el poderoso y excéntrico, Hugo Drax, en un club de Londres (especie de remembranza de “Casino Royale”). Y en los últimos capítulos, ante las pretensiones del mismo Drax, de destruir a la capital inglesa con un arma nuclear, Bond será encomendado para que lo impida. Una historia que, en plena Guerra Fría, pretendía advertir sobre “los graves peligros” que, para el mundo (capitalista), representaba la Unión Soviética.

Llevada ahora al cine bajo la dirección de Lewis Gilbert, la película trasciende muy libre y desabrochadamente la novela de Fleming, para convertirla en una suerte de puesta al día de nada menos que ¡la historia bíblica del diluvio universal! El mismísimo Bond nos dará la pista cuando, viendo a las románticas parejitas que van como pasajeros en la nave tomada que, ahora, la doctora Holly Goodhead (¡Vaya nombrecito!) y él comandan, dice interpretando los anhelos de Drax: “Y los animales también entraron por parejas. Operación Arca de Noé”. Y de hecho, desde que, el humano, lamentablemente humano, Drax, comienza a echar el cuento demencial que lo obsesiona, la historia adquiere el claro tinte de parodia futurista del Arca de Noé, solo que aquí, el megalómano Drax hará simultáneamente las veces de dios y de Noé… y el agente 007 y la linda doctora –agente ésta de la CIA y asesora de otros menesteres- serán los encargados de hacer que, ese delirante juego -en el que ninguno de nosotros podría sobrevivir-, llegue a feliz término.

Hecha dos años después del auge extraterrestre que fomentaran películas como “Star wars” y “Close encounters of the third kind”, y bien colgados del pequeño detalle de que la novela de Fleming hace mención de un arma nuclear, el guionista, el director, el productor… o todos ellos, llegaron a la idea de sacar también esta historia al espacio sideral, ya que tenían recursos para ponerse en alto ante los americanos, con unos sets de primera línea y unos efectos especiales tan innovadores que, aún hoy, resultan estupendos.

La historia se preserva en el nuevo estilo de comedia iniciado con Roger Moore en “Vive y deja morir”, y junto a los habituales clisés: A. La escena de trepidante acción para empezar (en la que conoceremos a “Jaws” el más tonto e inocentón de los malvados de la serie). B. Los créditos con una canción (esta vez sin trascendencia). C. El alarde de Q con sus novedosas armas, que serán las precisas que necesitará, Bond, en los momentos de alto riesgo. D. La secretaria de hermoso rostro. E. La amante fortuita… se añadirá una serie de guiños cinematográficos que irán desde el tono musical clave de “Close encounters…”, pasarán por alusiones a “Casablanca”, “La bella y la bestia”… hasta terminar con Bond, vestido como Clint Eastwood, en “Por un puñado de dólares”.

Con todo esto, el filme resulta bastante entretenido, y al final, nos deja el eterno, pero siempre válido mensaje, de: ¡No juegues a ser Dios, porque vas a terminar quedando como un pobre idiota!

En mis tiempos de adolescente, "Moonraker" era mi película favorita sobre 007. Muchos años más tarde, tamizados mis gustos por una especie de costra analítica que va creciendo con la edad, sigo apreciando la película como una especie de "Grandes éxitos" bondianos, en el que han querido meter con presión todo lo que pueda atraer de cualquier filme del personaje de Fleming y muchísimos guiños a películas famosas del pasado o la rabiosa actualidad de entonces. La parodia, interpretada con acierto por Sir Roger, llega en algunos momentos a niveles exagerados, metidos con calzador, pero no cabe duda de que es una delicia descubrir sin cesar tantos chistecitos inmiscuidos en una trama extraordinariamente densa, que empieza con una inocente visita a California, pasa por la sempiterna Venecia, y termina un poco más arriba, y no precisamente en el Polo Norte.

Si recomiendo esta película antes que "Vive y deja morir", los puristas podrían empezar a hacerme vudú a lo Katanga, pero creo sinceramente que "Moonraker" es una de las cimas del Bond setentero, pese lo que digan muchos conneristas y hasta mooristas.

Tras el éxito de La guerra de las galaxias (George Lucas, 1977); los productores decidieron aprovechar el tirón espacial y enviar a Bond a las estrellas. Esta vez, el humor y gags que estaban marcando la era Moore, se multiplicaron al máximo. Lo que unido a un mayor énfasis en los efectos especiales y el diseño de producción, supuso que se dejara de lado el guión y los personajes. Aún así, resulta entretenida.
Ésta es sin duda una de las más flojas entregas de la saga. Pese a ello, se convirtió en la película de 007 más taquillera hasta la fecha y la academia de Hollywood nominó los efectos especiales.

Lo mejor: La partitura de Barry.

Lo peor: El personaje de Drax, la vuelta de tiburón (aquí lo convierten en un bufón), el flojísimo guión y la secuencia de Bond vestido con un poncho mientras se oye la música de Los siete magníficos.

Aceptable aunque muy increíble entrega Bondiana, donde el popular agente secreto interpretado por el simpático Roger Moore, ha de vencer a un millonario villano que planea acabar con el mundo entero, (como no podía ser menos en esta saga de películas), a bordo de una nave espacial.
La película, sin ser de las mejores de la saga, resulta muy entretenida, intentando en todo momento sorprender al espectador con sus efectos especiales, muy distantes de los conseguidos en la anterior, "La guerra de las galaxias", y en la que en esta película se intenta, (fallidamente), conseguir el rotundo exitazo de aquella, y que no se queda más que a mitad camino entre un filme bueno, aunque pobre en ideas y contenidos.
Repite nuevamente Richard Kiel como "Tiburón", en un papel tan feroz, como cómico.
Agradará y entretendrá sino se espera demasiado de ella.