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Malas tierras

Drama Dakota del Sur, 1959. Cuando el rebelde Kit Carruthers (Martin Sheen) conoce a la joven de 15 años Holly Sargis (Sissy Spacek), decide dejar atrás su mediocre vida y alcanzar el triunfo sea como sea. Pero tras un trágico incidente, ambos jóvenes se convierten en fugitivos. (FILMAFFINITY)
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Críticas 74
Críticas ordenadas por utilidad
29 de enero de 2012
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Podemos elegir vivir como viven los demás, pero eso no es elegir sino imposición. Cuando se usa el verbo elegir pueden pasarnos cosas de película, no siendo esto nada grandilocuente pues en el cine hay de todo, pero con un trasfondo.
¿Por qué hay que estar en contra del doblaje? Me parece tan sumamente poética la voz que erige el personaje de Sissy Spacek en Malas Tierras (me parece tan poética Malas Tierras que creo que, sin duda, es una elección), me parece un recital, una de esas voces que sí cuadran con el silencio. Para que un director de doblaje elija a unas voces u otras entran dentro muchos condimentos, es todavía más artístico, más teatral. ¿Por qué no podemos cambiarle la voz a un actor? Quizás su voz no sea acorde con él, o quizás sí. Pero yo voto sí al doblaje. Relaciono el arte de los actores más con lo gestual, he ahí los orígenes del cine. Ahora sin embargo parece imprescindible escuchar la película en versión original, no para mí, que no sería nadie si no hubiera escuchado las voces latinas en las películas Disney. Doblar es volver a reflexionar sobre la película, algo así como una nueva corrección en la que se pueden incluir matices.
Me he desviado del tema, cuando lo que quería era hablar de Malas Tierras, esa metáfora rodada en 1.973, ese renacer de James Dean en Ramón Antonio Gerardo Estévez Phelan. Si alguien te molesta, mátalo. Quizás la película de amor por excelencia sea Malas Tierras y no Love Story. Holly-Kit y cómo no, me voy a quedar de nuevo en la superficie, como siempre, en lo gestual del baile en mitad del desierto cuando Kit dice:
Como me gustaría cantar así… si pudiera cantar una canción expresando lo que siento ahora, me haría de oro
Mientras suena Nat King Cole.
En la voz en off doblada de Sissy Spacek, en las Malas Tierras de las que todos somos parte.
gpiqueras
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6 de mayo de 2012
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Mirando en esta misma página es curioso comprobar como Terrence Malick tiene casi mas proyectos para los próximos dos años que películas dirigidas en los últimos cuarenta. Parece ser que los años le han cargado de energía, ideas y muchas ganas de trabajar. Y también es interesante ver como su cine ha ido creciendo en ambición, en pretensiones y, sobre todo, en resultados.
Ya en su primera película, Malas Tierras, se apuntaban muchas de esas cosas que después ha ido desarrollando y enriqueciendo a los largo de los, muchos, años que han pasado desde entonces. Desde el principio Malick ha sido un director muy personal y especial y practicamente desde el mismo momento de su estreno sus películas se han convertido en objeto de culto, algo que también sucedió con Malas Tierras.
La película de Malick cuenta una historia ambientada en los años 50, la de Kit y Holly. El es el típico chico malo, porque casi no tiene opción de ser otra cosa. Sin oficio ni beneficio, sus metas e ilusiones no van más allá del triste presente en el que vive cada día en un abandonado pueblo de la América profunda. Ella es una adolescente, sobreprotegida por su padre, que necesita algo que de emoción en su tranquila existencia. El destino hará que el camino de los dos se encuentre a las puertas de la casa de Holly, y a partir de ese momento nada volverá a ser como antes. No queda claro si es pasión, necesidad o simple curiosidad lo que sienten el uno por el otro, pero sea lo que sea les envuelve en una vorágine de acontecimientos tan libre como, también, violenta, que al final parece no tener ningún sentido.
Terrence Malick es un director superdotado para envolver a todas su historias en una naturaleza de belleza abrumadora que se convierte en el perfecto soporte poético de todos sus relatos, y el caso de Malas Tierras no es una excepción. Los soleados campos, bosques y ríos de Dakota del Sur proporcionan a las andanzas de Kit y Holly una dimensión que, tal vez, por si mismas no alcanzarían. Y es que la relación que se establece entre los dos personajes nunca llega a transmitir la pasión irremediable que podría llevarles a actuar como lo hacen. Él es un chico impulsivo pero limitado, y ella es una limitada que se deja llevar, y lo que es peor, no se cuestiona nada. Nada que ver con el arrollador carisma de unos Bonny y Clyde, por poner un ejemplo ( a años luz de distancia, eso si). Aun así un joven Martin Sheen en vaqueros y camiseta, y una fascinante, casi adolescente, Sissy Spaceck aportan la personalidad de la que sus personajes carecen.
Las años han colocado a Malas Tierras en un lugar, tal vez excesivo, entre esas películas de culto que marcan a una generación de espectadores. Pero de lo que no cabe duda es que, ya desde entonces, esta película dejaba bien patente la personalidad de un director que todavía hoy sigue siendo fiel a unos principios que, en lo cinemtográfico, le mantienen en un pedestal único
ernesto
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15 de octubre de 2012
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Más que una historia, lo que aparece ante nuestros ojos es una atmósfera, un tiempo detenido, corrompido, en el se mueven un puñado de personajes. Bellos y terribles. Y a la vez, inocentes, pues parecen no ser conscientes en ningún momento del mal que hacen, de los crímenes que cometen.
Sería la típica película de carretera y huída, de asesinos múltiples tan querida por el cine americano si no hubiera estado realizada (pensada, dirigida) por Terrence Malick. Sorprende que un licenciado en filosofía sin, por lo que sé, estudios en cine, fotografía, etc. fuera capaz de llevar adelante este film, por muy poco complejo que parezca en un primer momento. Y de conseguir las magníficas interpretaciones de todos los actores.
El universo particular del director ya está ahí, casi desde el primer fotograma. En sus películas, Malick da protagonismo no sólo a sus personajes, sino también a todo lo que les rodea: la naturaleza, los objetos, los pensamientos más recónditos... Reconozco que soy un enamorado de "La delgada línea roja", pero a la vez me defraudó mucho la última peli de él que vi, "El árbol de la vida"; por lo visto, "To the wonder" tampoco es muy allá. Y es que, ¿cuántas veces se puede contar lo mismo?
Pero aquí aún era inédito. Y esa fuerza, esa frescura, esa filosofía, si queréis, hace de este film una pequeña maravilla en esa década, de por sí, ya tan maravillosa para el cine americano.
ciudadano
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13 de noviembre de 2012
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Aquí se vuelve a demostrar lo poco que hace falta para hacer una muy buena película:

Un actor carismático :::: Martin Sheen.

Una adolescente Sissy Spacek. Que sale airosa haciendo de majorette.

Una música sencilla pero bastante resultona y pegadiza.

Y unos paisajes espectaculares, bien seleccionados y fotografiados.

Tengo que decir que me importa poco lo que les pase a los protagonistas de esta película, me limito a apreciar el excelente trabajo de fotografía, música y sus diálogos parcos en palabras, para que el visionado de la cinta resulte sosegado, sedante, como en “Días del cielo”.

Como ya dije está Martin Sheen, que aquí despliega un carisma que no se lo he vuelto ver en ninguna otra actuación suya, y tiene muchas, en esta ya sea verle correr escopeta en mano o soltarle una declaración de principios a una maquina grabadora resulta bastante divertido.

También la ya mencionada Sissy Spacek, que realiza un trabajo correcto y que aporta encanto y juventud al personaje, de agradecer ya que interpreta a una quince añera.

Y como ya mencione la música, es estupenda oírla como fondo mientras veo ese coche cruzar esas interminables llanuras. Tanto de día como de noche, con ese paisaje salpicado de pozos de extracción de petróleo.
Por cierto, el trabado del padre de “Sissy Spacek” en la película, no está nada mal,¡ pintar vallas publicitarias en medio del campo! y a demás le pagan bien.

Un deleite para los sentidos.
tito
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28 de enero de 2013
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Terrence Malick era un volcán, un río que fluye lentamente, un bebé que nace desenfocado, un diálogo susurrado, un soldado existencialista y panteísta, un nimbo implacable que no trae nada bueno y un desierto lleno de vida interior. Terrence Malick era también filosofía summa cum laude, grandes y extensas historias, diálogos rotundos y un fotógrafo insuperable. Para mí, Malick era tan difícil de desentrañar como fascinante. No soy muy fan de ver como una hoja tarda diecisiete minutos en llegar desde una rama mecida por el viento hasta el suelo y quizá por eso El árbol de la vida me atrapó lo mismo que me irritó. Pero, si quieres conocer el porqué de toda su idiosincrasia y el preludio de su poco prolífica (hasta ahora) obra, debes ver Malas tierras: una película redonda rodada en 1973.

Realidad: Corría el año 1958 en Nebraska, cuando Charles Starkweater conoció a Caril Ann Fugate y decidieron enamorarse para salir de la monotonía. Su diferencia de edad, pues 14 años tiene mi amor, fue un impedimento para la familia de Caril. Y ¿cómo se arregla eso? Pues matando a su padre, a su madre y a su hermana de dos años, largándose del pueblo y convirtiéndose en unas auténticas leyendas del crimen y en la fuente de películas como Asesinos Natos y Malas tierras.

Película: Corría el año 1959 en Dakota del sur, cuando Kit Carruters conoció a Holly y decidieron enamorarse para salir de la monotonía. Su diferencia de edad, pues 15 años tiene mi amor, fue un impedimento para el progenitor de Holly. Y ¿cómo se arregla eso? Pues matando a su padre, largándose del pueblo y convirtiéndose en unas auténticas leyendas del crimen. Y así empieza la que, hasta la fecha, es para mí la mejor road movie de fugitivos que he visto.

Los protagonistas son Martin Sheen, que gano, al igual que la película, la concha de oro en San Sebastián, y Sissy Spacek, la tímida adolescente que la liaba parda en Carrie. Martin Sheen está tremendo en su rol de vaquero rebelde que busca su lugar en el mundo y que se maneja con unas formas que recuerdan a James Dean, algo que reiteran y citan varias veces en el film; no obstante el auténtico asesino estaba obsesionado con el malogrado actor. La banda sonora de George Tipton es otro de los aciertos y además se complementa con melodías (no originales) de, entre otros, Nat King Cole, Eric Satie y una impresionante composición de Carl Orff que serviría años más tarde para que Hans Zimmer se basara en ella (por no decir algo más ilegal) a la hora de componer la banda sonora de Amor a quemarropa.

Malas Tierras es una obra absorbente repleta de la poesía visual característica de su director, productor y guionista. La naturaleza de los personajes y la naturaleza del paisaje se unen para conseguir un todo; a destacar la imagen de James Dean; perdón, de Martin Sheen contemplando el paisaje con la escopeta sobre sus hombros y buscando un espacio al que acogerse. La relación de los jóvenes fugitivos es de diálogo escaso pero contundente y con una magnética complicidad. Desde las primeras palabras que intercambian el día que se conocen queda definido perfectamente el vínculo y como van a ser el resto de diálogos. Las secuencias de violencia no están sujetas a los clichés y demuestran una contundente y libre forma de narrar.
Así que, os guste o no el cine de Terrence Malick, dadle una oportunidad a Malas Tierras. Y para finalizar os transcribo las primeras palabras en off de Sissy Spacek que sirven de presentación a la película. Es decir, no os cuento el final del film sino el principio: “Mi madre murió de pulmonía cuando yo tenía diez años. Mi padre, que había conservado el pastel de bodas en la nevera durante una década, después del funeral se lo dio al jardinero”.

www.apositivar.com
A POSITIVAR
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