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UTU

Aventuras. Drama. Bélico En Nueva Zelanda, hacia 1860, el pueblo nativo Maorí combatió a los británicos colonialistas para intentar conservar sus tierras amenazadas. Un guerrero, Te Wheke, combatirá por los británicos hasta que es traicionado, buscando entonces "utu", venganza. (FILMAFFINITY)
Críticas 3
Críticas ordenadas por utilidad
12 de septiembre de 2008
26 de 27 usuarios han encontrado esta crítica útil
Pocas películas como esta para comprender la historia del colonialismo europeo en Nueva Zelanda, los abusos y crímenes contra el pueblo natural de esas islas, los maoríes, y los brotes rebeldes de los nativos por liberarse de los conquistadores y avasalladores, enfrentamientos que se han venido dando en distintos momentos a lo largo del tiempo, como por ejemplo en los personificados en este film "UTU", que tuvieron lugar allá por el último cuarto del siglo XIX (ca. 1870).

Así pues, la historia de esta película es la de "Te Wheke", un nativo maorí, de los asimilados como soldados por el Imperio Británico colonizador de esas islas, y que usaban de guías en esas tierras extrañas. "Te Wheke" (interpretado por Anzac Wallace) un día ve en primera instancia el barbarismo criminal del ejército en el que sirve, sobre una aldea maorí de gente inocente y no dañina, nativos de su propia sangre; las crimanidad tan injustificada le revuelve la sangre y se torna repentinamente insurgente, indómito, asesino, guerrillero ("terrorista" o "lacra" le llamarían hoy desde los círculos estatales y adláteres), vengador contra diestro y siniestro, y en definitiva también en violento criminal. Este lider rebelde maorí cuando decide volverse contra los colonizadores, confiesa más o menos "he aprendido mucho con los blancos (se refiere al quehacer inhumano e inmisericorde de los colonizadores europeos) y ahora lo voy aplicar contra ellos".

A partir de este momento, que es casi el inicio de la película, se desarrolla todo un cúmulo de asaltos, circunstancias, anécdotas, guerra de guerrillas, persecuciones, incluso amores sorprendentes. Todo un abanico notable que capta nuestro interés y atención, acompañado de muy buenas escenas rodadas en plena naturaleza neozelandesa, porque la mayor parte del filme se realiza en paisajes abiertos y agrestes, con lo que disfrutamos de hermosas vistas de verdor, ríos, cascadas, lagos, valles, montañas, planicies, etc., todo un lujo para los ojos.

Geoff Murphy puso todo su empeño en este film, lo dirigió, produjo y fue guionista a medias. El resultado: de toda la filmografía dirigida hasta el día hoy por Murphy, esta es sin lugar a dudas su mejor película, original y muy bien llevada a cabo, con momentos para el humor, para la ironía, para el amor, para el odio, para la crítica religiosa (por ej. cuando Te Wheke asalta una iglesia en plena asamblea dominical, en la que el pastor predica sobre el pasaje de Mateo, 26, 52 --donde Jesús le dice a Pedro: «Vuelve tu espada a su vaina, porque todos los que empuñen espada, a espada perecerán.»-- y le da al presbítero un revolver para comprobar si ante su presencia de asaltador asesino, es capaz de cumplir con las mismas palabras que él acaba de predicar), etc., etc.

Película singular como pocas, merecedora de verse; cualquier crítico y amante del cine raro o poco convencional se sentirá impactado ante esta filmación de allende las islas de los maoríes.

Fej Delvahe
Fej Delvahe
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9 de diciembre de 2016
9 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
Normalmente, el modus operandi que sigo para encontrar rarezas es el que expondré a continuación. Veo una película (en este caso “El último forajido”, por aquello de ver a Mickey Rourke justo en el punto de inflexión en que se le transfiguraba la cara), está bien, así que me fijo en el director (Geoff Murphy) y busco su filmografía. Entre la lista de películas, selecciono las que más me llaman la atención (en este caso una de extraño título y argumento, “Utu”, que además es una de las películas de más presupuesto jamás realizadas en Nueva Zelanda).

Sorpresa. Extraviado, infravalorado, desterrado y denostado peliculón con todos los honores. Rápidamente se entiende que esté presente en la lista de “1001 películas que debes ver antes de morir”. Dijo una vez Tarantino que “Utu” es la mejor película neozelandesa de la historia. Aunque no me gusta hablar en valores absolutos, sí que es cierto que es una de las mejores películas venidas de la lejana Oceanía. No solo eso, también es uno de los mejores western que he visto.

Durante las llamadas “guerras de Nueva Zelanda”, un maorí reclutado por el ejército británico desertará tras ser testigo de una masacre perpetrada contra su aldea, lo que desatará en él un sentimiento de rabia y un deseo de venganza contra los invasores a los que ayudaba. Para ello, responderá con la misma moneda al hombre blanco, reclutando un pequeño ejército, asaltando, asesinando y enfrentándose a sus antiguos compañeros, tal y como éstos le enseñaron. Por el sanguinario camino, destruirá el hogar y la familia de Williamson, quien a su vez resurgirá con un espíritu de venganza (o “utu”) contra Te Wheke y su ejército. Acción a raudales, bellos paisajes, momentos “made in spaghetti western” como la destructiva y poco práctica arma casera que se fabrica Williamson, y una banda sonora absolutamente genial, dejan a esta película en el podio de los western. Llega a superar por poco a “La propuesta” de John Hillcoat, otro western oceánico imprescindible. Y no puedo olvidar referirme al excelente final, en el que todos parecen tener una venganza pendiente, y que reflexiona sobre el odio que atrae más odio que se expande hasta someterlos a todos.

La recomiendo absolutamente a todo aquel que guste del western, de lo independiente, de lo bizarro y de todo lo bueno por descubrir. Eso sí, tengo que avisar que nadie se haga ilusiones con el tema del idioma, ya que me resultó imposible encontrar subtítulos y por lo que vi en comentarios de otra gente interesada, parece que no existen. No queda más remedio que tirar del inglés nivel medio. Otra muestra más de la estupidez del ser humano.
Hanshiro Tsugumo
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28 de septiembre de 2021
0 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
347/25(24/09/21) Loable en su denuncia del colonialismo (en este caso el del británico en Nueva Zelanda contra los maoríes), en los abusos del poder de una fuerza ocupante de un territorio, pero esto que se apunta en su inicio con una salvaje masacre a un poblado aborigen (esto tan difuso como casi todo en esta película, pues no se sabe el porqué de esto), queda difuminado en un desarrollo torpón, con un relato de venganza indiscriminada capitaneada por un tipo irritante, donde su entendible motivación se pierde en una espiral de violencia sin sentido, donde apenas tiene diálogos (solo parece expresarse en éxtasis de alguna droga ¿?), abriéndose a sub tramas que aportan entre muy poco y nada, para desembocar en un final más pretencioso que satisfactorio, dejándome frío. Esperaba muy mucho más de este film por precisamente su temática, y al final me ha quedado una cosa irregular, que discurre a trompicones (he visto además la versión Redux, dura 14 minutos más que la versión teatral).

Ambientada en la Isla Norte de Nueva Zelanda durante las Guerras de Nueva Zelanda, seguimos a Te Wheke (Anzac Wallace), un capitán maorí del ejército británico. Cuando la unidad de Te Wheke se encuentra con un pueblo que ha sido masacrado, él, reconociendo que son de los suyos (entonces en su ‘epifanía’ se filma en contrapicado para elevar la estatura épica del personaje, cosa que luego no corresponde con su personalidad delirante), abandona el ejército y organiza una fuerza guerrillera para aterrorizar a las fuerzas invasoras británicas (ello diciendo que lo que ha aprendido de los blancos lo utilizará contra ellos, con lo que no será mejor que ellos). Cuando la unidad destruye la casa de Williamson (Bruno Lawrence) y mata a su esposa, Williamson jura cazar a Te Wheke y matarlo él mismo. Mientras tanto, el explorador del ejército Wiremu (Wi Kuki Kaa) y el reciente veterano de la Guerra de los Bóers, el teniente Scott (Kelly Johnson), pretenden localizar a Te Wheke ellos mismos, utilizando también técnicas de guerra de guerrillas contra la voluntad del coronel Elliot (Tim Eliott).

Geoff Murphy dirige (produce y co-guioniza) sembrando de algunas escenas de acción que rezuman violencia atávica (ya desde un inicio con la masacre en la aldea maorí), pero ninguna resulta para el recuerdo, si acaso por el bello entorno que enaltece la bonita cinematografía de Graeme Cowley (adentrándonos en la hermosa orografía kiwi, con sus bosques, ríos, selvas, cascadas, sabanas, lagos, valles, o montañas), ello jugando con la luz natural; respirándose en muchos casos la humedad del esplendoroso entorno. Esto sorteado de momentos de pausa donde los personajes me han resultado enigmas dentro de un laberinto, indescifrables, vamos, más planos que un folio. Ello en un discurrir con claros efluvios a western, donde claramente los blancos son los blancos y los aborígenes los indios, solo que aquí se les ha querido poner orgullosos y como avasallados por los europeos, en su metraje nos adentramos en un juego del gato y el ratón con un grupo de soldados intentando dar caza a un desertor que se ha rebelado contra los blancos, este atacando en plan guerrilla y desapareciendo tras sus confusas fechorías.

La simpatía que se podía tener por el vengador protagonista se esfuman cuando su primera víctima es un sacerdote durante una homilía, no se sabe porque, simplemente parece afán sociópata contra el cristianismo. Además el realizador quiere infundir un tono de humor negro aquí (que como en toda la cinta) resulta grimante, jugando con el versículo leído por el párroco de la Biblia de Mateo, 26, 52 (Jesús le dice a Pedro: ‘Vuelve tu espada a su vaina, porque todos los que empuñen espada, a espada perecerán’), y riéndose de esto Te Wheke le da al reverendo una pistola para que le dispare; Luego atacan una granja habitada por un matrimonio, tampoco se entiende que tiene en contra de esta gente, más allá de que sean blancos; Entonces uno hace recuento y se da cuenta que este justiciero en favor de los derechos aborígenes es solo un loco, un demente que no demuestra tener carácter alguno, parece actuar inmerso en un infinito trance de ‘haka’, más allá de que veamos su conversión total a la cultura maorí cuando se tatúa el ‘Moko’ en su rostro, pero no sabremos nada de lo que piensa, solo atisbaremos que por su expresividad pareciera haberse escapado de un psiquiátrico. Flaco favor a la causa maorí es que a su gente le defienda un psicópata. Por cierto que de buenas a primeras pasa de estar solo a tener un grupo de seguidores armados, el cómo ha sido esto es un enigma, simplemente por imperativo del guión.

Insertan subtramas difusas que no llevan a lado alguno, cual apuntes a pie de página. Nos cuelan un romance interracial, entre el teniente (pake: hijo de ingleses nacido en Nueva Zelanda) Scott (insípido Kelly Johnson) y una joven maorí Kura (inane Tania Bristowe) supongo que para hacernos ver la fuerza del amor, por encima de las razas, donde el hombre es un militar atolondrado y la mujer un ser ‘pícaro’ que no se sabe realmente de que va, un despropósito de relación; Hay otra sub trama encabezada por Williamson, que parece una especie de ‘Elegido’ inmortal para acabar en su venganza obsesiva con Te Wheke, especie de McGiver de las armas, donde convierte dos escopetas de dos cañones en un arma de cuatro cañones que disparan al unísono, de una potencia de destrucción impresionante (como demuestra sobre una cabaña), pero esto termina siendo un artificio que carece de la más mínima importancia, se le da un tiempo en pantalla a estas ‘creaciones’ armamentísticas que luego resultan intrascendentes para el devenir de la historia, realmente un apósito que no se sabe porque se mete.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
TOM REGAN
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