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Tras la tormenta

Drama A pesar de haber empezado una prometedora carrera de escritor, Ryota va de desilusión en desilusión. Se ha divorciado de Kyoko y gasta todo el dinero que gana como detective privado apostando en las carreras, por lo que finalmente no puede pagar la pensión alimentaria de su hijo de 11 años, Shingo. Ahora Ryota intenta ganarse nuevamente la confianza de sus seres queridos y formar parte de la vida de su hijo. La situación no parece ... [+]
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Críticas 35
Críticas ordenadas por utilidad
18 de noviembre de 2016
38 de 40 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una vez más, esta película de Hirokazu Kore-eda me recuerda el cine familiar y cotidiano de su compatriota Yasujiro Ozu. Los episodios de la cinta van configurando un tapiz lleno de colorido y tonalidades que nos habla del ser humano y sus circunstancias, de sus flaquezas y tropiezos, de sus ambiciones y desengaños, de sus sueños y errores, de sus vaporosos éxitos y de sus empecinados fracasos. Al final, la suma de todo ello es mucho más que cada una de las secuencias tomadas de forma aislada, ya que ilustran el devenir ordinario, sin necesidad de subrayados ni énfasis pomposos, dejando que los personajes se muestren poco a poco y que el espectador vaya atando cabos y completando la trama con sus suposiciones, dejando volar la imaginación.

La familia y sus vínculos – no siempre limpios o sanos – es el anclaje sobre el que gravita también esta obra. En este caso presta especial atención a la relación entre padres e hijos, tanto el difícil trato que mantenía el protagonista con su padre (figura ya para siempre ausente que ha muerto poco antes de que dé comienzo el metraje), como el deficiente nexo que mantiene con su único hijo, fruto de un matrimonio fallido. Y como argamasa reparadora la figura de la madre anciana, acogedora, resignada, paciente y comprensiva. Además aparecen otros individuos colaterales (una hermana, la exmujer, un prestamista, unos compañeros de trabajo…) que nos van desvelando los meandros de una existencia corriente que se asemeja a la nuestra y. por eso mismo, nos reconocemos en su espejo sin dificultad.

La serenidad contemplativa con que se desenvuelve la mínima acción va creando un entramado sutil repleto de matices y honduras que envuelve y seduce por el poso de verdad que deja a su paso. El drama surge de las contradicciones, carencias y querencias de los personajes, que con sus actos no siempre nobles ni afortunados van tejiendo un destino que se diluye y desvanece como gotas de lluvia sobre el mar. La ludopatía como ventana para la ensoñación; la casa de empeños como única fuente de ingresos cuando se es incapaz de soportar una realidad que nos va despojando, día a día, de certezas y seguridades; una comida familiar como encrucijada donde se dan la mano el hábito y la huida, el calor de lo conocido y el miedo a lo extraño…

Primorosa pieza llena de fineza y poder de observación. Va creciendo conforme avanza y deja todo abierto para que cada cual saque sus propias conclusiones. Ofrece un sedimento rico en sugerencias para quien las quiera descubrir.
antonalva
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14 de noviembre de 2016
34 de 37 usuarios han encontrado esta crítica útil
Qué mal acostumbrado estoy a la dieta única, a ese cine que es todo igual, norteamericanoespañol mayormente, y que considera al espectador como a un zombi medio alelado (de ahí el morrocotudo éxito de películas que tienen a esos seres como protagonistas, la identificación del espectador es rápida y directa en esos casos, salta a la vista, no tiene que hacer el más mínimo esfuerzo para ponerse en la piel de ellos) al que hay que mandar descargas eléctricas, terapia de electroshock y mucho choque, para ver si así resucita/reacciona y a ser posible abre de una puta vez los ojos y algo por lo menos se emociona, tantos días viendo esas películas llenas de empujones, sustos y descalabros (me han hecho un gran daño, estoy ahíto, mi mente es un solar, tengo el cerebro completamente destruido/derruido, el espíritu calcinado), que para una vez que me voy a un japonés, ya casi no entiendo nada, un desconcierto y un desconsuelo constantes me atoran, ese malestar o gran inquietud, a la espera eterna del golpe bajo melodramático que nunca llega, lo que fuera o sea, una enfermedad terminal, un atraco a mano armada, un cambio de sexo repentino, una invasión de alienígenas ultracuerpos, y nada, aquello que discurre con una calma chicha acojonante. Ya llegará, seguro, me digo para darme ánimos o tranquilizarme un tanto, al final caerán ellos también, qué se habrán creído estos puñeteros orientales, hasta que se puede contar una historia sin recurrir a trucos de tahúr ni trapacerías varias, sí, ya, jaja, y voy yo y me lo creo, todo. Pues sí, amigos, es una de esas películas que muchos dirán, seguro que con toda la buena intención del mundo, que es lenta y que no pasa nada. Y yo les contestaría que todo lo contrario justamente, que pasa todo, la vida entera delante de tus/sus adormilados/domesticados ojos, así, a las bravas. Pasa lo que no se suele contar, los entresijos, los intríngulis, las zonas en sombra, esas conversaciones o tiempos muertos, esas noches sin sueños, en el trabajo, en la cena, oyendo la radio, hablando del tiempo, recordando, penando, paseando, despierto soñando, trampeando, amando y odiando. Y sin alzar la voz ni montar el número, sin echar a correr o salvar el mundo, sin superación ni perdición. Solo pasando.
Y con un héroe que es un antihéroe peo no romántico, más bien vulgar, creíble y gracioso, un pobre desgraciado, un golfante, un caradura, un buen hombre y un pequeño miserable, hijo de un padre parecido. Los hombres de esa familia son débiles, tramposos e irresponsables. Ellas son lo opuesto. Fuertes, sabias y decididas. Ellos viven entre la nostalgia inútil del pasado y la engañosa ilusión del futuro. Ellas en el presente. Ellos sienten la vida como una complicación doliente. Ellas la desentrañan en su compleja sencillez.
Es un cincuentón de buen ver pero de capa caída, derrotado, que quería ser escritor y es ya solo un cutre investigador que anda entre sobornos y trapicheos. Su mujer le ha dejado y su madre y su hermana le quieren pero, con cariño, más la madre, le recuerdan constantemente en lo que se ha convertido, nada bueno.
Asombra la maestría con la que se desgranan los diálogos y las situaciones, con una gran sutileza e inteligencia. Y es muy hermoso el modo en que se atiende a los pequeños detalles, a esos encuentros, confesiones e intimidades en los que se reconoce lo que la vida hace con las personas, lo triste y bello que es todo según se mire o sienta, depende del grado de dolor o el estoicismo de cada uno.
Se habla del fracaso, de la resistencia, del cariño, de la pérdida, de la madurez como desilusión y la paternidad como gran responsabilidad. Todo ello contado con humor, delicadeza y gran precisión.
Es una gran película. Un oasis acogedor, caluroso y especial. Un regalo de sencillez y hondura que en sus casi dos horas, no todo es perfecto, también decae en escasas ocasiones y sobra alguna escena de relleno, nos reconcilia con el cine y también, aunque sea solo un poquito, con el mundo.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Ferdydurke
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11 de noviembre de 2016
16 de 17 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hirokazu Koreeda con tan solo un año de diferencia, y unos pocos meses del estreno en España de su anterior película, 'Nuestra hermana pequeña', presentó en Cannes 'Después de la tormenta', injustamente relegada a la sección Una cierta mirada.
En esta ocasión, el japonés vuelve a incidir en la familia como eje principal de la historia, tema que ha abordado durante prácticamente toda su filmografía. 'Después de la tormenta' es a la vez un relato sobre el fracaso y una preciosa y muy profunda reflexión sobre la familia y los vínculos que se crean entre padres e hijos.
Con su estilo habitual, Koreeda inunda cada fotograma de melancolía y belleza, creando una atmósfera absolutamente agradable de contemplar. Además, los toques cómicos de algunos diálogos, funcionan a la perfección y sirven tanto para hacer de la película una experiencia más ligera, como para ahondar más en el conflicto. Según palabras del propio cineasta, él prefiere abordar lo dramático mediante pequeñas dosis de humor. Así lo ha hecho en gran parte de su obra y especialmente aquí, en 'Después de la tormenta'. Por temática quizá la podemos asociar a su excelente 'Still Walking', y por su reflejo de tres generaciones distintas.
En el reparto nos encontramos con actores habituales en la trayectoria del cineasta. El protagonista, Hiroshi Abe, eleva y dota a su personaje de su natural carisma en una gran interpretación, contenida y brillante. También es frecuente la presencia de Kirin Kiki en su cine, pero es en esta película donde más posibilidades ha tenido de lucirse. Gracias a un personaje escrito con una elegancia e inteligencia a la altura de muy pocos, Kiki ofrece un verdadero recital de emociones cada vez que aparece en pantalla. Y demuestra una faceta cómica poco explotada que alcanza cotas dignas de aplauso.
La película, explora con suprema sutileza y buen gusto la pérdida de un ser querido, ya sea por su fallecimiento o simplemente porque este no quiere seguir formando parte de tu vida. El intento del protagonista por pasar tiempo con su hijo conmueve, y da lugar a uno de los más logrados finales en toda la trayectoria de Koreeda. El tercer acto cierra de manera perfecta lo que anteriormente había sido retratado, y una vez más, el japonés crea poesía a través de lo cotidiano gracias a una sensibilidad única.
'Después de la tormenta' vuelve a situar a Koreeda entre uno de los directores de cine más interesantes en activo.

http://ferhood.blogspot.com.es/
Ferhood
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13 de noviembre de 2016
15 de 22 usuarios han encontrado esta crítica útil
Película japonesa dirigida por Hirokazu Koreeda. “Nada puede parar al hombre con la actitud mental correcta en conseguir su meta; Puedes tener cualquier cosa que quieras si estás dispuesto a renunciar a la creencia de que no lo puedes tener; Ten el coraje de seguir tu corazón e intuición. De alguna forma ya saben en lo que verdaderamente te quieres convertir.” Frases como estas abundan en el lenguaje de una psicología servil al neocapitalismo. Recuerdan a los postulados de Merton que me comentara el psicólogo social David Ortega Ibáñez: “Todos deben esforzarse por alcanzar las metas consideradas de éxito social; Las dificultades para lograrlas se deben atribuir al individuo no a las metas; El auténtico fracaso está en renunciar a las metas”. Dado que la inmensa mayoría de las personas fracasan en la realización de estas aspiraciones mediadas por el éxito social, le quedan logros subrogados para conformarse: “Puedo irme de vacaciones; Tengo buenos amigos, Soy importante para mi familia.” Pero ya estos logros vienen descalificados por el peso de la meta inicial. Entonces la persona puede asumir su condición de perdedor y destruir todo lo que le rodea ya que se considera incapaz de dar nada e inmerecedor de consideración. Solamente una tormenta que desencadena la destrucción crítica de las metas devolverá al ser humano a su dignidad.
JRBoxó
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8 de octubre de 2016
11 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
A las 16:30, esta vez en el Teatro Principal, vi mi última perla del certamen, Después de la tormenta, dirigida por el prolífico y habitual en este blog Hirokazu Kore-Eda. Ryota es un cuarentón fracasado que pudo haber sido escritor pero que en la actualidad ejerce de detective privado con escasa fortuna y apuesta en los caballos y vive separado de su ex-mujer y su hijo.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Néstor Juez
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