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Ainu Mosir

Drama Kanto, un chico de 14 años, descendiente del pueblo indígena Ainu, de Japón, lucha por aceptar la reciente pérdida de su padre. Un día se entera de la existencia de una pequeña cueva en el bosque cercano, que los Ainu consideraban un camino hacia el otro lado del mundo, donde viven los muertos. Kanto decide visitar el agujero, esperando ver a su padre fallecido. (FILMAFFINITY)
Críticas 2
Críticas ordenadas por utilidad
8 de diciembre de 2022
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Los nativos de distintas partes del mundo tienen una importante presencia en el mundo cinematográfico: de forma romantizada en los westerns, como objetos de estudio en documentales o como experiencias a reivindicar o las que mirar con ojo crítico, como en tanto cine social latinoamericano; por poner unos ejemplos. Son casi omnipresentes porque, pensándolo en frío, en todas partes hay comunidades leídas como indígenas. Tal vez sea la península europea el lugar del mundo con menos de estas sociedades habiendo unas pocas en lugares remotos como Finlandia o la Rusia al oeste de los Urales. Para nosotros los indígenas no solo son poblaciones con sus propias costumbres, son aquellas con una historia de colonización y que, actualmente, se les reconoce como tal y sobre las que se despliegan, por parte de los Estados y organismos supranacionales, marcos legales y estrategias legales para su protección (tristemente a veces se interpreta la protección como un camino hacia a asimilación o la folclorización más burda en el mejor de los casos).

Y los ainu no son ajenos a estas tesituras.

La palabra ainu, que en su propio idioma significa "persona", es con la que se designa a las poblaciones indígenas del norte de Japón que han tenido hasta el siglo XIX una existencia independiente (¡que no aislada!) respecto al Estado japonés así como respecto a otros vecinos, cuando fueron insertados en unas relaciones coloniales típicas. Existe cierto consenso sobre que son descendientes de los primeros habitantes prehistóricos del archipiélago, aunque esto siempre está en constante debate. Desde la colonización japonesa las comunidades ainu y sus expresiones culturales han vivido en una constante crisis existencial hasta los años 70 cuando las asociaciones civiles ainu cambiaron, ganaron momentum y el escenario internacional se hizo más favorable hacia el reconocimiento y protección de los pueblos indígenas. Los primeros y más importantes esfuerzos fueron organizados y dirigidos por los ainu mismo, cediendo el Estado japonés en ciertos aspectos en los 80 pero no ha sido hasta estas dos últimas décadas cuando, por fin, parece que desde el gobierno se están poniendo las pilas seriamente con eso de los derechos indígenas.

Un primer vistazo a la contemporaneidad de los ainu, como es el caso de esta película, revela un panorama particular para el espectador que esté acostumbrado a la imagen típica de la cinematografía sobre los indígenas, ¡estos ainu no parecen nativos! Los elementos típicos que identificamos con las tradiciones indígenas (folklore) se presentan en esta película como en un segundo plano hasta el desenlace de esta trama. Pareciera que se mirase con una mirada cínica. Sin embargo, estamos ante la pura realidad, que los ainu hoy día están muy integrados en el marco del estado-nación de Japón, la cultura de masas y la globalización. Esto no exclusivo a ellos y de hecho prácticamente todas las comunidades nativas del mundo se ven en mayor o menor medida afectadas por estas circunstancias. Pero al hablar de los ainu se nota mucho más por distintos motivos como que no llevado a cabo una lucha colonial activa y a gran escala ni se ha articulado con otros movimientos políticos propios del mundo contemporáneo, como sí ha sido muy común, por ejemplo, en latinoamérica.

En este aspecto la película refleja a la perfección el mundo liminal y lleno de contradicciones en los que viven los indígenas en los modernos Estados-nación sobre todo en casos como el de Japón que se trata de un país muy urbanizado y centralista que ha hecho gala de sofisticadas estrategias de asimilación e integración que no se han puesto en duda (hegemónicamente) hasta hace 40 años. Así que nos encontramos con este panorama que habla de lo específico de los ainu pero apunta a todos los pueblos indígenas: ¿qué implica pertenecer a una comunidad? ¿Qué es la identidad? ¿Solo tenemos una o tenemos más? ¿Cómo nos relacionamos con las imágenes sobre nuestro pasado, sobre nuestro ser cultural? ¿Estamos costreñidos a modelos inamovibles o tenemos espacio para cambiar? Este tipo de preguntas las explora la película haciendo hincapié de manera sutil en la relación entre folklore, turismo y tradición; entre la cultura de la mercancía y el mundo de los símbolos; el mundo unidimensional y prácticos frente a otros ámbitos más polifacéticos e ¿idealistas?; las tensiones entre las sensibilidades modernas propias de la cultura global (¡maman de occidente!) y las visiones más "tradicionales" relativas a nociones indigenistas, tensiones ojo que no se limitan entre distintas culturas sino que afectan profundamente dentro de las propias culturas nacionales e indígenas así como también afectan a los propios individuos, sus imágenes, relaciones y cosmovisiones.

Por eso es un acierto haber decidido que el protagonista, al menos la persona que sirve como nuestro acompañante en esta historia y con la que más nos hacen empatizar, sea un preadolescente en un setting contemporáneo. Por las especifidades propias de la historia ainu la relación de este chaval con su "cultura madre" no ha podido ser directa, solamente mediada por las experiencias de sus padres y los amigos de sus padres (que probablemente tampoco vivieron la vida ainu "tradicional"), sus abuelos y sobre todo la educación institucional y las imágenes que académicos, artistas, pensadores y otras figuras culturales han producido, con mayor o menor precisión, sobre los ainu y su cultura. Tanto el niño como la comunidad ainu en la que vive se desarrollan en esta especie de identidad liminal que surge en las intersecciones entre la cultura nacional japonesa y la indígena ainu.

Y hasta aquí puedo leer porque me acabo de enterar de que existe un límite de caracteres para las críticas.
Pachón
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29 de enero de 2021
1 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Los 88 minutos más aburridos de toda la cuarentena. No había leído los protagonistas, así que cuando apareció Lily Franky me pareció que sería algo que merecía la pena darle una oportunidad, pero no cambió nada.

Si te gustan las pelis por entretenimiento (como a mí) no te aconsejo ver esta bazofia. Los que hablan del cine como "el séptimo arte" seguramente le encontrarán fotografía, paisajes, metáforas, etc. para opinar.
Exe Rojo
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