Behind the Glass

La relación entre Nikola y Maja está tratada de un modo excepcional y la interactuación entre ellos deja algunas escenas de gran interés como la de la comunión de su hija Ida, una de las principales víctimas del triángulo amoroso sostenido por su padre. Esta es una típica escena - permítaseme ahora a mí la generalización - de denuncia de la doble moral tan típica del cine mediterráneo en que sociedades católicas se acostumbran a sostener una doble realidad: la que impone la tradición y aquella que surge de los instintos humanos. Mientras todos entonan de un modo mecánico la plegaria y las niñas toman su primera comunión su mundo está rodeado de pecado, dando a entender que todo ese ceremonial no es más que la fachada de una sociedad hipócrita (el matrimonio de Maja y Nikola está en estado de derribo). No menos escalofriante es el momento en que la madre de Maja acude a casa para adoctrinar a su hija sobre lo que debe a hacer para sostener una situación (que ni tan siquiera es capaz de nombrar: en este caso es un tema tabú) argumentando que todo el mundo ha pasado por eso, que lo primero es la familia. Lo primero que nos viene a la cabeza es que la infidelidad es algo tácitamente aceptado por todos, o al menos lo era. Es evidente que a Maja esto le asquea.

No es menos intenso el drama del propio Nikola, un hombre cobarde, incapaz de dar el paso definitivo y vencer ese obstáculo que representan para él los convencionalismos. De este modo vive durante seis años sosteniendo lo insostenible, desestabilizando todo su entorno en su inútil intento por mantener el equilibrio de su vida. Quien haya pasado en alguna ocasión de su vida por una situación similar no dejará de sentir un escalofrío por toda su espalda al ver cómo Nikola paga su frustración y resentimiento con Maja, precisamente por esa incapacidad suya para dejarla. Ella se niega a dar el paso definitivo, a consumar lo inevitable, prefiere darse la última satisfacción de ver a Nikola enfrentándose a lo que más teme: la necesidad de decidir.

Todo va bien hasta el final, ahí la película pierde para mí. Sin dejar de ser un impacto fortísimo para el espectador ver como Nikola abandona a su esposa en la cama del hospital tras haberse inducido un aborto y corre tras Ana que, por supuesto, no esperaba encontrarse allí con él. Hasta aquí impresionante, pero aunque el autor trate de justificar con la cita de Victor Hugo el final de Ana no deja de ser tan imprevisible como irreal (por el ángulo y por la circunstancia), es decir, forzado. Un accidente de coche de Ana huyendo de Nikola hubiera sido mucho más creíble y efectivo, por citar una posibilidad. Está claro que en el tono trágico adoptado por la película el único modo en que el protagonista podía pagar por haber tratado superar los límites de lo preestablecido era perdiéndolo todo pagando con tener que vivir toda su vida ante ese hecho. Sin embargo creo que aunque la idea era buena no está bien culminada. Una lástima.

Salvo por el desenlace que ni es creíble, resulta forzadísimo y hace que se desinfle bastante la ilusión de realidad y homogeneidad narrativa.
Aún así, obviando el deux machina del final, lo cuál es mucho obviar.
Nos puede resultar inquietante y sentirnos reflejados en algunos avatares.