Ursus en la tierra del fuego

En una era anterior al Spaghetti Western de Sergio Leone, antes de que Clint Eastwood pisara a la par los estudios Cinecitta y Almería, el género más en boga en la Europa, y sobre todo en la emergente Italia, fue el "peplum", donde culturistas del otro lado del charco (Steve Reeves, Reg Park, Gordon Scott o del que ahora tratamos: Ed Fury) hacían sus pinitos como ¿actores? enseñando palmito y luciendo posturitas de concurso de body building.
Ed Fury (en serio, se llama así) interpreta (¿?) al personaje de Ursus en la tercera entrega de una saga de ocho películas donde, este griego-bárbaro (más He-man que Conan) arremete contra sus enemigos a golpe de piedra de corcho, sobreactuaciones, aceite Johnson y mucha, mucha laca para el pelo.
Ideal para combatir el insomnio.

El superhombre Ursus vuelve a campear triunfante destronando tiranos, salvando princesas e ideando planes con pocas probabilidades de éxito.

Aunque algo mejor que la segunda parte (aquella parecía un documental de leones); esta tercera entrega empieza intentando elaborar la historia de la lucha de poder en un reino y acaba con las numerosas peleas de poca calidad de Ursus.

Curioso lo de los duelos a caballo, eso tiende más ser de la Edad Media que de la Edad Antigua, ¿no?

Pasa lo mismo que en las otras películas de este estilo. Muy prescindible.

Simpático 'peplum' italiano de forzudos con trama tópica y previsible, de esos que en tiempos en Cinecittà se fabricaban como churros y que aunque se note que las rocas son de cartón piedra solían tener un buen diseño de producción y buen ritmo, aunque fuesen fácilmente olvidables.

Como sucedía en tantas otras, como las de la serie 'Maciste', hay un buen rey que ama a su pueblo pero es traicionado por una conspiración de pérfidos y ambiciosos servidores. No obstante lo cual, la peli se deja ver, siendo la historia más sólida que la media del subgénero. Y es que hay algunas derivaciones de tipo religioso que le dan cierto atractivo. Además de una recreación en la brutalidad y la violencia que practican con sadismo los malvados que resulta bastante más morbosa y cruda de lo habitual.

El gran problema del filme es la falta de caracterización y las limitaciones interpretativas del protagonista, que se limita a exhibir musculito, siendo asimismo las secuencias amorosas tan ridículas y risibles que dan un poco de vergüenza ajena. Está bastante más lograda la maldad de los villanos.