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Samurái

Drama. Aventuras Dos amigos dejan su pueblo para combatir con su ejército. Ambos, tras una derrota en el frente, se cobijan en la solitaria casa de Oko, una viuda que vive con su hija. Matachachi dejará que Oko le seduzca y, junto con ella y su hija se irá a Tokio, olvidando a su prometida... (FILMAFFINITY)
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Críticas 13
Críticas ordenadas por utilidad
27 de julio de 2007
36 de 39 usuarios han encontrado esta crítica útil
La forja de un héroe es un proceso complicado, y no tiene tanto que ver con las habilidades físicas del héroe en cuestión como con la fortaleza mental que presente. Fortaleza mental que atañe a la capacidad de elección, la estrategia, una concepción nítida del bien y del mal y un código de honor y lealtad justo e inflexible; en definitiva, un cómputo global de aquello que podemos llama sabiduría. En la filmografía del japonés Hiroshi Inagaki abundan muchos de estos héroes, pero donde encontramos una descripción más amplia y pormenorizada de su gestación es probablemente en su trilogía sobre Musashi Miyamoto, iniciada en 1954 y protagonizada por el inmenso Toshiro Mifune. No es casual que ganara el Oscar a la mejor película extranjera en su momento, y los motivos de dicha victoria los sitúo en su inteligente apropiación de ciertos modelos narrativos estadounidenses que no implican una renuncia de personalidad (hay mucho Kurosawa aquí, aunque ¿acaso no era Kurosawa el más occidental de todos los directores orientales?), cimentando su narración en un ritmo intenso, infatigable, y en una puesta en escena de una riqueza plástica asombrosa.

Samurai presenta un complejo entramado de relaciones humanas que actúan a modo de iceberg, ocultando más de lo que se ve a simple vista y de lo que ellos mismos están dispuestos a aceptar: amistad, amor, ambición…, sentires cruzados ante la arbitrariedad de los acontecimientos, pero sin llegar a perder de vista el sentido del humor ni precipitarse de lleno en las simas de la tragedia. Inicialmente, es un afán de fama y reconocimiento lo que impulsa a los personajes protagonistas al peligro de la batalla, para luego bifurcar sus trayectorias y enfrentarlos a sus propios anhelos y debilidades (los de la soberbia y los de la carne). Hay ecos de los Cuentos de la luna pálida y de Los siete samuráis, incluso del western americano, por eso de que los samuráis son el reflejo asiático de los pistoleros del Oeste, y es en esa amalgama génerica y estética donde halla su razón de ser la historia del aprendizaje de Takezo para acabar convirtiéndose en el temible Musashi Miyamoto. Por el camino se armará de valor, derramará sangre, aprenderá a desconfiar, encontrará el odio como recompensa a la amistad y forzará huidas imposibles cuando se vea Acorralado (¿vio Ted Kotcheff esta película?). Es parte de la formación, y como tal certifica el sentido último de una buena película de aventuras: el protagonista debe actuar y enfrentarse a mil y una adversidades, para en última instancia evolucionar, crecer interiormente y seguir su camino, incierto y enrevesado. Y es que nadie dijo que ser un héroe fuera algo sencillo.

Lo mejor: su intensidad.
Lo peor: quizás le falte algo de personalidad.
nachete
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15 de noviembre de 2008
20 de 21 usuarios han encontrado esta crítica útil
Aquí nace la leyenda de un gran samurai, y casi al mismo tiempo que el samurai Takezo, también nace otra leyenda, ésta de carne y hueso. Toshiro Mifune se consagra poco a poco en el firmamento artístico japonés interpretando a un samurai. Mifune, bendecido gracias en parte a Akira Kurosawa, da vida en la trilogía de Hiroshi Inagaki, a Takezo, el samurai Musashi Miyamoto.

Takezo (Toshirô Mifune) y su amigo Matahachi huyen de su poblado para combatir en el ejército. Los dos acaban refugiándose en una cabaña junto a una viuda y su hija. Matahachi que está prometido decide quedarse con la viuda y huir a Kyoto para prosperar mientras que Takezo regresará al poblado dónde será perseguido y acusado de traición. Allí sólo encontrará enemigos, a excepción de un monje y de Otsu (Kaoru Yachigusa) la prometida de Matahachi.

“Samurai I” trata sobre un hombre que intenta forjarse un destino, sobre una persona que más allá de todas las dificultades por las que pasa, intenta fortalecerse y hacerse un hombre. Trata sobre un hombre, Takezo, que tras verse acorralado en numerosas ocasiones cae bajo la influencia de un monje. Takezo deja de ser un hombre que huye para convertirse en un samurai que aprende, para transformarse en Musashi Miyamoto.

No estamos ante una simple película de samuráis, el film de Hiroshi Inagaki es un gran film de aventuras con escenas de acción, pero también es un film dramático con una inmensa historia de amor. “Samurai I” es un film muy humano con una destacadísima actuación de uno de los más grandes actores de todos los tiempos.
Sersolo
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3 de junio de 2016
10 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
Después de trabajar como ayudante de Kenji Mizoguchi, Hiroshi Inagaki se decantó por dirigir cine de ambientación mítica o histórica “jidaigeki”, que en el contexto del cine japonés encuentra su principal referente en las películas de samuráis, y que por la importancia adquirida dentro y fuera de sus fronteras constituyen un subgénero propio, el “chambara”. Siguiendo el ejemplo de otros cineastas nipones, recrea el mundo violento del samurái que no está exento de crítica social. La mirada que proyecta hacia el Japón del pasado oscila entre el idealismo hiperbólico y el realismo paródico, y nos sitúa en un momento donde pese a rendirse culto al honor es necesario sobrevivir a las vilezas cotidianas. Aprovechando todo el talento desgarrador e histriónico de Toshiro Mifune, el actor que popularizó como nadie el personaje del guerrero nipón, “Samurái” es la primera parte de una trilogía en torno al personaje de Miyamoto Musashi, que ya había inspirado al cineasta Inagaki un notable film en 1940.

“En el arte individual de la guerra, cuando tu contrincante no está tan entrenado como tú, o cuando su ritmo disminuye, o cuando empieza a retroceder, es esencial no dejar que tome aliento, ni concederle siquiera el tiempo de pestañear, abátele inmediatamente. Lo más importante es no dejarle recuperarse”. Así se expresaba el célebre guerrero Miyamoto Musashi (1584-1645), conocido en Japón como “El sacerdote de la espada”, en su obra “El libro de los 5 anillos: guía del samurái” (1643), muchos años más tarde, inspiró la novela por entregas del escritor Eiji Yoshikawa, publicado en tiras diarias por un rotativo japonés, que después inspiró la trilogía.

La película obedece a una doble aspiración, el cine de acción norteamericano y la novela histórica japonesa, ya que utiliza técnicas occidentales, como las panorámicas y el montaje rápido, pero también el formalismo de las luchas, así como el esteticismo del paisaje, bebe de pinturas autóctonas y grabados folclóricos. Por esta razón, el uso vibrante del color en las ropas y la sensualidad plástica de la naturaleza, el ritmo veloz con que se suceden las peripecias, la espectacularidad de las batallas y persecuciones o la ingenuidad de los diálogos y los episodios sentimentales, evocan los films de aventuras hollywoodienses de la década de los años cincuenta.

Cómico y heroico a la vez, Takezo (T. Mifune) es un pillo de gran coraje y corazón, un “ronin” vagabundo, en los límites de la ley, que no permite que se pongan riendas a su libertad. No obstante, más allá de su indudable carisma, hay que destacar unos personajes secundarios, en especial los femeninos, de complejidad psicológica y dudosa moral, lo que representa una novedad: mujeres de carne y hueso, sibilinas y tentadoras, en una película de samuráis. Película sugerente, atractiva y bella que no defrauda, donde la felicidad y el dolor se mezclan sin capacidad de distinción, profundiza en la fugacidad que marca todos los placeres humanos, presentándose el amor romántico como una especie de enfermedad que aflige y debilita el espíritu. Insiste en la lucha interior que cada individuo mantiene respecto al clan y a los deseos personales, describe un mundo lleno de disparidades y contradicciones, donde la alegría de vivir es muy breve, el sufrimiento largo, y cada acto de su existencia está impregnado de una inquietante melancolía.
Antonio Morales
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22 de abril de 2014
8 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Al que acabe de ver la primera película de la saga seguramente le sucederá lo mismo que a mí, que es quedarse con la sensación de alivio al saber que tras este primer ejercicio le siguen dos largometrajes más. Creo que lo mejor que se le puede decir a una película que es un primer capítulo es que individualmente es correctísima, que entretiene una barbaridad y que posee el ritmo adecuado que se espera. No olvido en ningún momento que "Samurái" (con acento, cuántas veces se llega a escribir mal una palabra...) forma parte de una saga en la que el portentoso Toshiro Mifune es protagonista de un mensaje general que tiene que ver con la forja de un samurái. Con Mifune no me equivoqué, alguien que en ese mismo año 1954 vemos formando equipo en "Los siete samuráis" no podía defraudarme. Lo que era una incógnita era Hiroshi Inagaki, alguien por lo visto muy aferrado a este tipo de cine, llamémoslo género de samuráis, ambientado en el Japón feudal y por supuesto con la indispensable aparición de muchas katanas.

Habrá que ver las siguientes dos películas para conocer el devenir del personaje que interpreta Mifune, alguien poseedor de un don especial interior, un diamante en bruto que bien pulido podrá lucir más que en esta primera parte. En "Samurái", la primera parte, damos cuenta de un personaje brutal, harto de la vida quizás porque todo han sido palos y mala suerte, alguien que se enfrenta a todos porque motivos tiene para desconfiar. Ciertamente la vida no le trata bien a este hombre que va a hacer la guerra y que tal vez la batalla más importante la tiene que librar consigo mismo. Me encanta la personalidad del monje, cuya aparición es fundamental, atándolo a un árbol como animal que es, encerrándolo y tal vez ofreciéndole una oportunidad. Lo que me sobra es todo lo que tiene que ver con la historia de amor. Ahí queda el gesto, no en vano es una película orientada también a cruzar el charco y plantarse con todos los honores en Hollywood.

Los puntos suspensivos que siguen tras esta primera parte son un listón muy alto para la segunda parte. Toshiro Mifune empezará un nuevo camino, incluso cambia de nombre, sin olvidar lo que fue. Así que buena película individualmente, con acción, bella fotografía y con las mejores expectativas que ofrece siendo una parte de un todo. Dan ganas de conocer qué más le sucederá a este hombre.
Luisito
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26 de julio de 2016
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Excepcional film japonés, que supone un auténtico disfrute para la vista y para el alma, si esta existe, claro.
Es ejemplar en su unión de espectacularidad e intimismo, tanto en su vertiente romántica, como mística y religiosa.La película cuenta una extraordinaria historia de violencia y redención, por medio de un soberbio guión y una impecable dirección de Inagaki, que no tiene, en este caso, absolutamente nada que envidiar al maestro Kurosawa.
En tres, llamémosles así, diferentes capítulos, asistimos a la redención de un hombre a quien sus semejantes han coonvertido en un animal sanguinario, aunque solo si se trata de hacerle daño. Un fascinante hombre, un monje budista, le irá transformando poco a poco en un ser humano nuevo, con nuevos valores basados en el respeto a la vida humana y la búsqueda de su verdadero yo.
Todo esto está magnificamente expresado en esta extraordinaria película, dotada de una impresionante fotografía y lleno de excelentes momentos, como todos los ataques al protagonista o cuando se esconde este entre los arbustos del boque mientras ve, cansado, hambiento y sediento, a su después amada y al monje budista.
El final de la película, de una belleza incomparable.
Una película que a mi entender es un ejemplo de lo que debiera ser siempre el buen cine.

http://filmsencajatonta.blogspot.com.es/2006/10/samurai-miyamoto-musashi-japn-1954.html
Constancio
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