Los vampiros de Coyoacán

De la miriada de luchadores mexicanos que asoló los cines en los años 60 y 70, los líderes fueron Santo y Blue Demon, siguiéndoles a bastante distancia Mil Máscaras, con el que colaboraron en algún filme. Aquí lo tenemos de estrella junto a un tal Superzán, imaginativa mezcla de los nombres de Supermán y Tarzán. Si las de Santo son de serie Z, está ya se va a la letra final del alfabeto jemer. La película vuelve a emplear el socorrido argumento de monstruos clásicos, en este caso vampiros. Ni ajo ni estacas, tortazo limpio.

Sin embargo, el filme no empieza hasta pasados unos veinte minutos, ya que nos meten de clavo un inacabable combate en el ring de los enmascarados. Así, que si lo de los combates les da igual, adelante con el ffwd y se les queda un filme de una hora y diez minutos. Los dos luchadores se enfrentarán, junto a un doctor con chaqueta sahariana setentera, al Barón Braddock, dos familiares a los que no veía hace ¡2000 años! y sus secuaces, un tipo calvo y desagradable, amigo de desnucar al prójimo, un cuatro enanos con colmillos que parecen el reverso tenebroso de los umpa-lumpas. Todos se transformarán en vampiros de goma. El barón, además, transforma su rostro en una especie de vampiro peludo. Por cierto, viste como el abuelo de La Familia Monster.
Peleas inacabables y absurdas, una versión mexicana de la primera parte de la novela de Bram Stoker, cuando transcurre en Inglaterra, en la que Mina está siendo transformada y todos quieren ayudarla en su casa. Y una resolución bastante simplona.

Después de los primeros quince minutos donde no existe argumento alguno, excepto lucha libre mexicana, el argumento aparece con un ser que no se sabe si es vampiro u hombre lobo, con un maquillaje más bien patético (hay que tener en cuenta el pais y el año). Los dos luchadores protagonistas no se quitan sus trajes de lucha en todo el film, y que junto con algunas actuaciones horrorosas convierten las escenas de tensión en comedia barata.
Se parece a la serie "Batman y Robin" de los años 60, solo que le faltan los míticos "plof", "pum", "splash", sobreimpresionados en la pantalla.
No me gusta dar baja puntuación porque pienso que cada película tiene su encanto, pero hay algunas como ésta que suspenden sin remedio.
El género de "terror", le queda muy grande.