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Anastasia

Drama. Romance París, 1928. Tras la Revolución Rusa de 1917 y, después de varios años de exilio, un grupo de súbditos leales al zarismo sigue buscando el rastro de la Gran Duquesa Anastasia, la única superviviente de la matanza de Ekaterimburgo (1918), ciudad donde los bolcheviques de Lenin acabaron con la dinastía de los Romanov. (FILMAFFINITY)
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Críticas 20
Críticas ordenadas por utilidad
1 de septiembre de 2008
29 de 33 usuarios han encontrado esta crítica útil
Suntuoso e impecable melodrama de la Fox, concebido al servicio del retorno estelar a Hollywood de una Ingrid Bergman bellísima, tras un exilio voluntario de siete años, y su impúdica y pecaminosa relación artística/sentimental con Roberto Rossellini.

Paris 1928. Una joven y bella mujer amnésica es salvada de morir ahogada en el Sena por un influyente general ruso. Su notable parecido físico con la Gran Duquesa Anastasia, hija del Zar Nicolás II y de Alejandra de Rusia, de la que se dice que sigue viva en paradero desconocido, tras escapar de la ejecución de toda la familia Imperial rusa, le llevará a urdir un maquiavélico plan para hacerla pasar, tras un duro entrenamiento, por la auténtica Anastasia... ¿pero que pasaría si realmente fuese ella?, ¿qué pasaría si el destino...?.

Dirigida con elegancia por Anatole Litvak, “Anastasia” nos sumerge en el drama de esa mujer a la búsqueda de su auténtica identidad. Con un pasado confuso que no logra recordar. Una mujer que fue recluida en un manicomio, que conoce la vida en la calle, el lujo de los salones de palacio, y que solo tras un largo y doloroso periplo vital hallará la paz de espíritu más allá de preguntas y respuestas.

Con una maravillosa y oscarizada Ingrid Bergman a la que da réplica un soberbio Yul Brynner, en el cenit de su carrera artística, “Anastasia” es toda una lección de cine de magnética fascinación sustentada en un sobresaliente trabajo de equipo: Desde un guión exquisito, que emociona sin caer en el exceso; una puesta en escena señorial; una contrastada y brillante fotografía; la precisa planificación del formato scope, hasta esa galería de secundarios de lujo entre los que destaca la inolvidable aparición de una impagable Helen Hayes, -puro mito del cine-, en el auténtico personaje catalizador de la historia desde su primera aparición en pantalla, sin olvidar la inspirada partitura de Alfred Newman, con un sublime y romántico tema central que capta a la perfección la melancólica hondura del genuino espíritu del alma del pueblo ruso.

Emotivo drama humano rodado con primorosa sensibilidad, “Anastasia” es, ante todo, una absorbente, fascinante y romántica historia de amor y redención, que nos subyuga, nos atrapa, y nos lleva en un crescendo despiadado de ritmo implacable hacia el emotivo desenlace final de la mano de cuatro soberbias y magistrales secuencias, -que devienen auténticos duelos interpretativos de inolvidables diálogos de alto voltaje emocional-, que ponen a prueba el límite de nuestra capacidad para emocionarnos.

Que importa que el final sea aparentemente un tanto precipitado, ¿acaso podía ser de otra forma?. No por explicitar más se consigue contar más y mejor una historia, y eso los viejos zorros como Anatole Litvak, bregados en mil batallas, lo sabían muy bien.

Film muy recomendable, de visión obligada para amantes del cine clásico.


Francesc Chico Jaimejuan
Barcelona, 2 de septiembre de 2008
Harry Lime
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15 de junio de 2009
13 de 16 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cuando en abril de 2008, se publicaron los resultados definitivos de las diferentes pruebas de ADN a los restos de los cuerpos, que diez años antes se habían anunciado como los de la princesa Anastasia Nikoláyevna, las dudas sobre su asesinato junto con el del resto de la familia imperial rusa en Ekaterimburgo, ponían su punto final.

Y es que durante demasiadas décadas, el mundo tuvo que soportar a un gran número de granujas que esencialmente querían hacerse con un premio de más de diez millones de libras que se encontraba en el Banco de Inglaterra al nombre de los Romanov.

Es verdad que en 1956, cuando el director Anatole Litvak estrenó “Anastasia” todavía quedaban algunas dudas e interrogantes –provocado por varias charlatanas y algunos interesados más que otra cosa- pero aún así no justifica algunas decisiones, que más tarde abordaremos.

“Anastasia” es una de las grandes películas familiares que se hicieron a finales de los años 50, con calidad y todo tipo de lujos. El proyecto contaba con dos refugiados del comunismo, el propio director ucraniano Litvak y el actor ruso Yul Brynner, que abandonaron de niños con su familia su país de origen.

Además contaba con la emotividad del regreso de Ingrid Bergman, que volvía al cine anglosajón después de su etapa rebelde y mediterránea con Rossellini. Su Oscar, más que un premio a una gran interpretación, era un mensaje a todas las estrellas de Hollywood: “Aquí se os quiere, no os vayáis”. Si se hubiese sido justo lo merecía mucho más Helen Hayes, en el papel de abuela de Anastasia, al menos el Oscar a mejor actriz secundaria.

La película que analizamos tiene una factura impecable, detalles muy cuidados, grandes actores y una banda sonora de Alfred Newman muy buena, pero con todo y con eso el devenir de toda la trama termina por meterse en un callejón sin salida que termina por explotar en la cara al guionista.

Sigue en spoiler
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vircenguetorix
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8 de marzo de 2009
9 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
Para muchos, Anastasia será siempre aquella película de la factoría Disney que vieron de niños y quizás para algunos otros sea el nombre de una leyenda. Pero también es el título de esta película de Litvak que, adaptando un trabajo teatral de Marcelle Maurette trata de acercar al gran público la figura de Anna Koreff, presunta,con muchos interrogantes, Anastasia, heredera de la fortuna del imperio Romanov.

Litvak es un director excelente que por sus orígenes había bebido de las mismas fuentes de que se nutría su historia y que conduce el film por la estrecha línea de lo posible pero dejando en todo momento esa sensación de duda razonable. En ese sentido, Litvak se ajustó a unos hechos ocurridos en unos años donde las pruebas de ADN o la modificación evolutiva de los rasgos por ordenador ni siquiera entraban en el terreno de las palabras comprensibles. Es por ello que su película juega con los espectadores al "quien es quien" meciéndonos entre el tal vez si y el tal vez no al son de la excelente partitura de Alfred Newman Y, precisamente por la misma razón tampoco ofrece conclusiones dejando que seamos nosotros quienes elijamos el final de la historia.

Estamos ante una obra interesante que sabe retratar con una creíble fidelidad la magnificencia decadente de la aristocracia rusa en el exilio parisino y danés así como sus todavía intactas esperanzas de recuperar los paraísos perdidos a manos de un pueblo, el ruso, harto de hambres y miserias. Y Litvak es un excelente retratista que sabe utilizar de forma conjuntadamente perfecta color y decorados. Pero todo ello, historia, color, música y decorados se hubiese quedado en simple bisutería sin ella, sin una Ingrid Bergman regresando de su exilio italiano y europeo para enfrentarse a la misma sociedad enfermizamente puritana que le volvió la espalda cuando abandonó los Estados Unidos para unirse extramaritalmente a Rossellini y que ahora, auspiciada por David O. Selznick´s la otorga el máximo galardón cinematográfico por su trabajo.

Junto a ella, actores de la talla de Yul Brynner, Helen Hayes o Akim Tamiroff. Excelentes, especialmente los dos primeros. Claro que la actuación de Ingrid Bergman tiene mucho de eclipse por lo que hace al resto del reparto. Eclipse que sin embargo no impide admirar un buen trabajo cinematográfico de un director del que ya hablé bien en La noche de los generales o en Voces de muerte y que sale reforzado de esta empresa.

Francamente interesante y recomendable.
FATHER CAPRIO
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12 de febrero de 2012
8 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
“Roma, ciudad abierta” tuvo la culpa de que Ingrid Bergman decidiera marchar a Italia, para rodar con Rossellini, el director que la había maravillado con dicho film, sin ni siquiera conocerlo. Durante el rodaje de "Stromboli" comenzó una relación con Rossellini y quedó embarazada. Al estar casada, el escándalo no se hizo esperar, fue declarada "persona non grata" en América y la bella actriz sueca permaneció siete largos años alejada de Hollywood, por el rechazo del público norteamericano.

“Anastasia”, película que tiene mucho en común con la propia vida de Ingrid Bergman (recuperar su identidad y el sitio estelar que le corresponde tras un largo periodo), le devolvió de manera estelar a lo más alto del star-system y fue recompensada con el Oscar, en su quinta nominación.

La historia de Anastasia recrea la leyenda de la hija menor del zar Nicolás II, según la cual sería la única superviviente de la matanza perpetrada por el ejército bolchevique contra la familia Romanov. Tras años, amnesia y moribunda es encontrada por el exiliado general Bounine (genial Yul Brynner), quien, tras comprobar su asombroso parecido con la hija del zar, la convertirá, con grandes sacrificios, en la gran Duquesa Anastasia, con objeto de alcanzar una apreciable y cuantiosa herencia.

Aunque sólo fuera por el retorno de la bellísima actriz a Hollywood tras tanto tiempo, esta obra ya merecería la pena. Pero no es sólo eso. La producción es distinguida, elegante y placentera. Anatole Litvak, director de origen ruso (por tanto comprometido con el film), lleva a cabo una dirección más que acertada. Arropado por un fantástico trabajo técnico que va desde una brillante fotografía, un vestuario encomiable, un formato scope sabiamente utilizado, una partitura de Alfred Newman pegadiza y un diseño de producción majestuoso, Litvak revive un pequeño cuento de hadas insertado en la historia del siglo XX, pero sin olvidar las embestidas del realismo.


Respecto a Ingrid Bergman, de la cual me declaro fan incondicional, poco se puede decir que no se haya dicho ya. Es arriesgado aseverarlo, pero quizás después de “Casablanca” no la había visto tan bella, al menos en esta etapa de esplendorosa madurez. Su simple presencia, tras su prolongada ausencia de Hollywood, ya justificaría la película, pero si además aparece con sus mejores galas (radiante vestido blanco) en el palco de un teatro, la satisfacción es completa. No es su mejor interpretación, pero tiene varios momentos muy destacados como cuando, entre risa y llanto, acepta sin estar nunca segura, que es la gran Anastasia.

Aunque el final es algo repentino, estamos ante un film altamente recomendable, que los amantes del cine clásico y los admiradores de la belleza genuina de Ingrid Bergman no deben perderse.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Gabriel Ufa
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22 de abril de 2010
11 de 16 usuarios han encontrado esta crítica útil
Anastasia Nikolayevna Romanov (1901-1918) protagonizó póstumamente una leyenda que pasaría a los anales del siglo veinte. El regicidio del último zar ruso, ejecutado junto a su esposa y sus cinco hijos, acabó de un plumazo con el régimen imperial de la nación más extensa de la Tierra. Muchos años después, los hallazgos y los análisis de ADN demostraron que, efectivamente, la familia al completo había perecido aquel 17 de julio de 1918 bajo los fusiles y bayonetas bolcheviques. Pero mientras tanto había quedado suspendida en el aire la duda acerca de la supervivencia de uno de los miembros, la más joven de las Grandes Duquesas. La imaginación se desató debido a la ausencia de algunos de los cadáveres.
Cuando hay duda, hay esperanza. Y de eso se sirvió una caterva de impostoras que fueron lloviendo como una pequeña plaga, afirmando ser la desaparecida Anastasia.
Aquello debió de ser un cúmulo de intereses monetarios, ansias de fama, y de ocupar el puesto de una princesa. Ninguna fruslería, desde luego. Y ello sumado a la nostalgia de quienes añoraban el pasado imperial, y a la credulidad, fueron el detonante de la farsa.
En 2007 se hallaron los restos que faltaban en la fosa en la que habían reposado los demás integrantes de los Romanov. Con ese descubrimiento y la confirmación de las identidades de Anastasia y su hermano Alexis, se daba por inviable la posibilidad que tanto había alimentado relatos con dimensiones de cuentos de hadas. Cuentos que se difundieron hasta su consagración en el cine.
La versión más romántica vino de la mano de Anatole Litvak. Una gran estrella del firmamento cinematográfico de los cincuenta, Ingrid Bergman, se metió en el personaje de una mujer sin identidad, sin memoria y sin casa, a la que un grupo de rapaces con ánimo de lucro entrena para hacerla pasar por la princesa rusa, impulsados por la gran semblanza con la original. Ni ella misma sabe quién es. Pero eso no importa si se consigue que la exiliada emperatriz madre, María Fiodorovna (1847-1928) crea que ella es su nieta.
El atractivo, avispado, severo y enérgico jefe del grupo de timadores, un ex-general ruso que se gana la vida en París, no se detiene ante ningún obstáculo. Pero hay dos cosas que no puede prever. La primera, que su recomendada despliegue conductas y comentarios que nadie le ha enseñado y que podrían ser remanentes auténticos de su posible pasado en la corte real. La segunda, enamorarse inadvertidamente de su pupila, sin fijarse en quién sea ella realmente, e importándole bien poco si es la indigente Anna Andersson o la hija de un zar. Sea lo que sea lo que resulte del negocio, está destinado a perderla, porque él conoce muy bien su puesto como intermediario…
Drama romántico de buena factura, que exalta el mito y la secreta querencia que nos queda por los cuentos de princesas, hablándonos también de ese mensaje cursi y soñador, pero bienvenido, de que el amor verdadero no se fija en títulos, ni en el dinero, y ni siquiera en el nombre.
Vivoleyendo
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