Asesinato a la orden

Me ha gustado esta película de intriga del habitualmente poco interesante director Andrew L. Stone. En esta ocasión pone en escena con habilidad un guion escrito por él mismo.
La historia va tomando interés a medida que avanza el metraje y las interpretaciones de sus dos principales protagonistas, Joseph Cotten y Jean Peters, un poco anodinas al principio, van intensificándose hasta un excelente final.
Curiosamente estos dos actores protagonizaron el mismo año de produccion de esta película, 1953, la excelente “Niagara” junto a Marilyn Monroe.
Una muy buena fotografía en B/W y una música adecuada, junto con una correcta realización, hacen de este film un producto recomendable para los amantes del Cine de intriga criminal y del Cine en general.

Atractivo thriller con el siempre elegante Joseph Cotten. Una niña ha muerto y antes de morir gritaba: ¡No me toquéis los pies! Parece extraño pero por ahí empieza la trama. La policía trabaja con indicios, es cautelosa, lenta diríamos, pero cuando cree haber cazado a la presa la somete al tercer grado y sólo una mujer como Jean Peters puede salir del interrogatorio fresca como una rosa. El misterio sigue y Joseph Cotten no sabe que pensar.
Asesinato a la orden también es Plan asesino, o sea, AKA Plan asesino, y el plan asesino puede resultar arriesgado para el autor, no ser perfecto, llamar mucho la atención y demás cosas, pero no por ello quita lo peligroso que es para determinada persona que, seguramente, acabará sus días gritando que no le toquen los pies.

La verdad la película parte de una idea interesante. A esto le sumamos las actuaciones del siempre correcto Joseph Cotten y la gran Jean Peters. Le sumamos además la encrucijada en la que se ve el personaje principal que es realmente atrapante e interesante.
Sin embargo para mi hay dos factores que la echan a perder. Uno para mi indiscutible desde cualquier óptica y otro solamente personal.

El indiscutible es que considero que subestima al público, primero con ciertos primeros planos quietos (*1) y luego y principalmente con ese horrible uso de la voz en off. Primero considero que ni siquiera tendría que haber estado. Y segundo, de estar, tiene que usarse con buen gusto, no como un manotazo de ahogado cuando no se vale de otro recurso mejor.
y encima, la dirección y la secuencia de los hechos me pareció que estaba muy bien lograda y que ni siquiera la necesitaba.

Lo malo es que entra y sale sin ton ni son. En cualquier momento colgado hay comentarios. Y para colmo, hay momentos específicos donde solo aparece para explicarnos a los idiotas de los espectadores que no nos damos cuenta de nada según el director, cosas que son perfectamente claras y que agregaría muchísimo valor si las hubiera transmitido solo con las imágenes (*2). Que repito, no era tan difícil, con la misma imagen alcanzaba.

Y la personal es el final. Que para mi había uno sencillo, simple y vacío posible. Y uno mucho mejor en cuanto a ambigüedad moral y un real MISTERIO. Y finalmente fueron por el fácil y feliz y punto, fin. (3) Y es una película perfectamente olvidable cuando podría ser un clásico.

En la no muy inspiradora carrera del director californiano Andrew L. Stone, este supo realizar con dignidad algunos trabajos, caso de esta breve, honesta y correcta cinta de suspense y venenos, suerte de “Sospecha” hitchcockiana en versión femenina. Segunda de las dos colaboraciones del director con el excelente actor Joseph Cotten y su eterno aire apocado –la otra fue “The Steel trap” (1952, Trampa de acero), está relatada como la primera a través del recurso de la voz en off y destaca la descripción de la investigación policial, seria, realista y sin espectacularidades. La sosilla Jean Peters da vida a la ambigua madrastra sobre la que Cotten sospecha muy malas intenciones. El enrevesado final estropea un poco la buena impresión de este digno producto de cine negro.

Una mujer encantadora y muy segura de sí misma (Jean Peters), que tiene a su cuidado a sus dos sobrinos resulta sospechosa de la muerte de uno de ellos y se teme asesine al otro. Todo encaja en este brillante y cruel film de suspense, hasta las dudas de su protagonista masculino (Joseph Cotten) son razonables. El argumento tensa al espectador durante todo el film hasta el angustioso desenlace. El acierto de dicho desenlace consiste en la apuesta del acusador respecto a la acusada. La cree culpable, pero ella es tan astuta que está a punto de convertirle en un asesino.
Este espléndido título y otro que hizo el año anterior, "Trampa de acero", no se parecen al desafortunado "Cautivos del terror", realizado años después. O a "Cerco de fuego". Estos últimos son convencionales y sensacionalistas, los primeros, imaginativos y convincentes.