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El maestro que prometió el mar

Drama Ariadna (Laia Costa) descubre que su abuelo busca desde hace tiempo los restos de su padre, desaparecido en la Guerra Civil. Decidida a ayudarlo, viaja a Burgos, donde están exhumando una fosa común en la que podría estar enterrado. Durante su estancia allí, conocerá la historia de Antoni Benaiges (Enric Auquer), un joven maestro de Tarragona que antes de la guerra fue profesor de su abuelo. Mediante un innovador método pedagógico ... [+]
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Críticas 52
Críticas ordenadas por utilidad
11 de noviembre de 2023
82 de 102 usuarios han encontrado esta crítica útil
Patricia Font se atreve con una temática compleja y dolorosa, con la ambición de abordar dos líneas narrativas cada una de las cuales tiene entidad suficiente para convertirse en una película distinta: el papel de los maestros republicanos que llevaron al aula la innovación educativa en España, y la búsqueda de los restos de tantos represaliados cuyo paradero sigue siendo desconocido.

El perfecto ensamblaje de ambas tramas convierte a “El maestro que prometió el mar” en una película necesaria, que no se parece a la maravillosa “La lengua de las mariposas” más que en el contexto y en la presencia de un inolvidable maestro; ni a “Madres paralelas” que reivindica la memoria histórica española de manera mucho más forzada con dos tramas que en lugar de estar conectadas parecen superpuestas. Por citar solo dos ejemplos de obras de ficción que me vienen a la cabeza. Documentales sobre esta época en la misma provincia como "Desde que el mundo es mundo" ofrecen una perspectiva muy distinta.

La película deja en el espectador una carga de emoción abrumadora que siembra el silencio en la sala hasta que terminan los últimos títulos de crédito y el negro rotundo apaga completamente la pantalla; nos cuesta volver al presente. La esperanza truncada por tantos asesinatos nos lleva a soñar con la evolución de nuestro país sin tantos años de dictadura, y con tantos maestros como Antonio Benaiges, que podrían haber sido una potente palanca de transformación de la sociedad española.

Los mecanismos de identificación con los personajes de los guiones cinematográficos que habitualmente nos permiten encontrar un protagonista claro aquí se dividen entre la joven que ayuda a su abuelo a encontrar los restos de su padre, y el maestro asesinado. En cualquier caso hay un valor simbólico claro en ambos personajes, que funcionan como arquetipos, y en su peripecia. Matar a un maestro que se entrega a su alumnado, que se preocupa por su futuro, que les hace pensar, soñar, expresar sus ideas e imprimirlas en sus propios cuadernos, que les invita a creer en la libertad, que se enfrenta al cura para apartar la Iglesia de la escuela pública, que utiliza métodos innovadores … significa matar un modelo social, una forma de convivencia, una manera de vivir. En la película Antonio Benaiges representa a todo un colectivo de docentes que llegaron a jugarse la vida por los principios de la Segunda República; así como Ariadna representa a una generación que necesita encontrar respuestas a las preguntas sobre sus orígenes y que considera un derecho intentar recuperar los restos de sus antepasados.

Aunque su puesta en escena es sobria y su estilo narrativo se atiene a las convenciones del género Patricia Font cuenta mucho en muy poco tiempo. A base de símbolos, metáforas y pinceladas de guión que se retoman más adelante cobrando todo su significado, consigue concentrar gran cantidad de elementos en su película: la ausencia de un crucifijo en el aula del que queda un cerco en la pared, la llegada al mar como promesa de futuro (cómo no recordar a Antoine Doinel en el final de los Cuatrocientos golpes), la intervención del Inspector como estrategia represora ineficaz (con actitudes similares al de Hoy empieza todo), … Hay mucho que pensar después de ver esta película.

Enric Auquer dota de una gran autenticidad el relato cada vez que aparece en pantalla, componiendo una actuación muy emotiva con la que encarna un ideal de docente, un modelo de compromiso con nuestra profesión, capaz de despertar en su alumnado esa luz interior que los docentes intentamos encender; o deberíamos. De su magisterio ejemplar destacaría el momento en el que convence a su alumno menos aplicado de la utilidad de aprender a escribir porque así podrá contarle a su padre, al que añora, que quiere saber de él. Dotar de sentido el aprendizaje es la estrategia más potente para motivar al alumnado; solo así se entiende cómo acaba la secuencia en la que llega el Inspector al colegio con la intención de demostrar la ineficacia de los métodos empleados por Benaigues. También son muy destacables sus profundas convicciones pedagógicas y su paciencia a la hora de explicar a la familia su manera de proceder. El impacto que consigue producir en su entorno se evidencia con las autorizaciones que reúne para una salida extraescolar que ofrece a su alumnado; consigue que las familias crean en su trabajo.

La película evidencia de forma natural la dimensión política que hay en la acción docente, en la labor de tantas maestras y maestros. Es imposible inculcar la defensa de los Derechos Humanos, el rechazo de la injusticia y de la desigualdad, el respeto a la ley democrática, desde la neutralidad ideológica. La escuela en una democracia es necesariamente progresista y debe combatir activamente cualquier forma de intolerancia y de violencia. También hoy día. Por otra parte, los funcionarios/as públicos deben asumir el compromiso de hacer respetar la legalidad vigente, los principios de la República, frente a los intentos de injerencia de los poderes fácticos.

Y no por obvio es menos meritorio: trabajar con tantas niñas y niños en una película es un enorme reto, y el resultado es muy creíble. Sentimos que esta podría ser la escuela de Bañuelos de Bureba en 1936.
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jmruiz
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1 de noviembre de 2023
44 de 56 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una entrañable película de Patricia Font que adapta la novela homónima de Francesc Escribano con guion de Albert Val, donde se nos relata unos hechos acaecidos con la victoria del General Franco tras la guerra civil, donde hubo una purga de personas señaladas que tenían ideas diferentes y que fueron ejecutados sin ningún tipo de miramiento.

El joven profesor de Mont-roig del Camp (Tarragona), Antoni Benaiges (un estupendo Enric Auquer) llega a un pueblo de Burgos (Bañuelos de Bureba) para hacerse cargo de la escuela, anteriormente lo hacía un cura bastante incompetente con mucha mano dura. Pocos niños acuden diariamente, por lo que tendrá que conseguir con su nueva manera de enseñar que vengan todos. Rápidamente, se hace querer por los alumnos, sus ideas de aprendizaje son pioneras y revolucionarias para la época, se basa en la participación activa de los niños y el uso de la imprenta para hacer cuadernillos con sus trabajos, esta nueva forma de enseñanza resulta divertida para los pequeños. Es más, el profesor está organizando una excursión para ver el mar, ya que ningún niño lo ha visto nunca. Eso hará que esas ideas tan avanzadas comiencen a tener críticas por algunas personas del pueblo.

A finales de julio de 1936, el maestro desapareció. Durante más de 75 años, su trabajo y personalidad permanecieron en la intimidad del recuerdo de sus antiguos alumnos y su familia, hasta que, en agosto de 2010, el descubrimiento de una fosa común de fusilados en Bañuelos, (donde por cierto no se encontraron sus restos) recordó la figura de este carismático maestro y la promesa que no pudo cumplir.  

Por otro lado, tenemos la historia actual de Ariadna, una mujer que busca a su bisabuelo desaparecido en la Guerra Civil, papel interpretado por Laia Costa, que parece haberse encasillado un poco en este tipo de personajes. Esta parte me gusta algo menos.

Todo un homenaje a estos maestros de pueblo tan queridos de aquella época, puede apreciarse en esta entrañable historia con la que si eres de corazón blando soltarás una o más lágrimas.
Destino Arrakis.com
videorecord
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15 de noviembre de 2023
34 de 42 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cuando una película te llega al corazón de la manera que esta lo hace, resulta muy complicado hacer una reseña sobre ella sin resultar pedante o sospechoso de estar relacionado de alguna manera con su elaboración. Es difícil encuadrar en unas líneas la admiración por su directora, sus guionistas, sus actores…todo en ella rezuma verdad y te acerca a las familias de los desaparecidos durante cualquier dictadura en cualquier país. Ese gran vacío que te produce no saber dónde está, qué pasó… un familiar, un amigo, un conocido. Ver estas situaciones desde los ojos inocentes de los niños te llega aún más si cabe. El reparto de niños es sorprendente. Los infantes de las comedias te saturan, te cargan… los alumnos de Antoni Benaiges me recuerdan a mi yo niño y traen a esa memoria esa forma de ver a los demás y, sobre todo, a los mayores con inocencia, con esperanza.
Patricia Font es una gran poeta del universo cinematográfico.Una gran artista que tiene mucho que ofrecer y que, de seguro nos lo irá mostrando en sus próximos proyectos.
Agradezco a los productores que creyeron en este proyecto y lo sacaron adelante. Font merece el Goya a la Mejor Dirección y Enriq Auquer es el Goya más claro visto hasta la fecha.
Recomiendo mucho ver esta película y verla con gente joven para que aprecie la libertad de que gozamos y eviten que se vuelva a producir
LuisOrtiz
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9 de febrero de 2024
18 de 24 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hubo un tiempo en que los maestros, profesores, catedráticos universitarios, se forjaron en un sistema educativo en el que la vocación era inherente con la profesión. Era más importante comunicar, querer a los alumnos y convertirlos en buenas personas (sociables, solidarios y librepensadores), que en eruditos sin alma. Hubo un tiempo en que los niños iban contentos al cole y tenían a sus educadores entre sus referencias futuras, y los recios vendavales que acompañan la vida no consiguieron borrar sus nombres que siguen pronunciándose con afecto.

Antoni Benaiges (Enric Auquer) fue uno de aquellos enseñantes, desenterrado del silencio, que prendió semillitas en los corazones de las inocentes criaturas de Bañuelos de Bureba (Burgos), hasta que llegaron (nunca se habían ido muy lejos) los del adoctrinamiento único y verdadero: caciques, iglesia, militares y falangistas.

El maestro catalán (¡encima!) bebía los aires de la Institución Libre de Enseñanza y seguía las técnicas de Célestin Freinet, pedagogo francés, que huía de los corsés educativos y gustaba de nadar en las pacíficas aguas del idealismo.
- ¡Solo faltaba!, ¡como si en España, una nación temerosa de Dios, tuviera que decirnos un franchute ateo cómo impartir las clases! -clamaron las familias de bien y sus guías espirituales-

Y entre discusiones varias estalló el verano de 1936, momento en que el bueno de Antoni había preparado una excursión para que los niños de la meseta castellana, los habitantes de las lomas y de las tierras del cereal salieran rumbo a Mont- Roig del Camp; allí les esperaba el Mediterráneo...
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Sinhué
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6 de diciembre de 2023
19 de 27 usuarios han encontrado esta crítica útil
La figura siempre entrañable o repulsiva en algunos casos del MAESTRO, se reivindica de forma muy significativa en esta película que pretende llegarnos desde nuestra más tierna infancia y despertar ya alejados recuerdos. Es difícil ser imparcial cuando nuestra Guerra Civil está por medio y la película como ambientación y relato de la misma está hecha bajo la mirada de un bando, pero aprenderíamos poco si nos quedamos en las hojas y no vemos el bosque.
La figura central y la esencia va del MAESTRO y la educación como elemento superador de la barbarie y la ignorancia cuyo final es, en este caso, la guerra. En el mundo actual sería la incapacidad de darnos cuenta del mundo en el que vivimos, anestesiado, individualista y narcisista, que nos aleja de la sociabilidad, del compartir en grupo, para enterrar nuestro espíritu crítico y que pueda mostrar rebeldía colectiva frente al sistema.
Antoni Benaiges, maestro catalán llegado a la escuela rural de Bañuelos de Bureba, un pueblo de Burgos, para relevar al cura en la última etapa de la República y que lo fue durante dos cursos, es el eje central de un film que se maneja en dos espacios temporales.
El actual, algo desdibujado y que puede ser políticamente cuestionable, centrado en la Memoria Histórica. Basado en la búsqueda de los restos de un bisabuelo que formaría parte del montón de cuerpos olvidados en las fosas comunes de ambos bandos en la guerra. Y lo hace a través de un personaje femenino, Laia Costa, que no consigue transmitir bien lo que le lleva a ese empeño. Apunta a estar pasando una mala etapa de desequilibrio emocional, está de baja, pero ni se desvelan los motivos, ni el personaje acaba de empatizar con lo que se demanda de él, no transciende en la película y hace que esta parte sea más floja que la del periodo de la República.
La otra etapa, la de mayor significación y atractivo está centrada en nuestro personaje Antonio, paradigma desde la simplicidad, el cariño y la apuesta por la transmisión de valores, de lo que un maestro debería representar en la enseñanza más básica. Apoyado en el método del pedagogo Célestin Freinet, trata de acercar a los niños a ser niños, expresarse, responsabilizarse, cooperar, experimentar y abrirse al mundo sin las ataduras de unas creencias transmitidas en aquel ambiente de preguerra, que cercenaban su desarrollo en libertad.
Enric Auquer está esplendido en este papel y se luce como guía observador de ese grupo de niños que alucinan con sus métodos y formas de entender las enseñanzas tan alejadas de su vida cotidiana. Ese maestro es un referente, elemento bastante perdido en la educación de hoy y un peligro desestabilizador en el marco social del pueblo. Empatiza con instantes y sentimientos de películas afamadas como “El club de los poetas muertos” o la propia “La vida es bella”, por citar alguna.
En ese mundo que vive en el miedo, en el qué dirán, en el no significarse para evitar problemas, Antonio desde su empatía y sencillez emite sus opiniones sin importarle, porque ese es su trabajo, su vocación y su legado para educar a esos niños en libertad, ofreciendo caminos a sus alumnos, sin adoctrinamiento -por lo menos en la película no se observan- . Los niños y Luisa Gavasa, mujer que le limpia la casa y le acerca la visión del pueblo, destacan en sus papeles, le dan un toque más coral al film y se hacen los depositarios del mensaje: "El maestro los llevará a ver el mar, les promete ver el mar", símbolo de conocer mundo, de ver más allá del pueblo en el que viven y que en aquella época les anclaba para toda la vida.
Seríamos ciegos si pretendiéramos mirar esta película con el prisma del color de las camisas de los contendientes o quedarnos para algunos en la panfletada de la Memoria Histórica como martillo pilón de la izquierda. Eso es contexto, esta película hace unos cuantos años hubiera levantado una enorme polvareda por el contexto, pero han pasado dos o tres generaciones y los que mayormente la comentarán, serán los jubilados que los martes ahora pueden acudir por un simbólico precio a disfrutar del arte del cine -y no es propaganda gubernamental, porque si no, la mayoría no iría-. Y podrán comentar con sus hijos y nietos su aportación humanística, tan alejada hoy en día del cine de efectos, superhéroes y virtualidad evasiva que nos alejan de lo real. Este “viejo” cine ya forma parte del boca a boca, como los sitios recónditos y típicos que todos buscamos para ver o comer cuando vamos de viaje y que poco se anuncian.
Perdonen por la extensión, es que yo también he sido “maestro”.
Willy Fog
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