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Shara

Drama Película que explora el dolor inexpresado de una familia que ha perdido a uno de sus hijos. En un caluroso día de verano, durante la celebración del festival anual de Jizo, dos hermanos gemelos echan una carrera para llegar a casa. Pero uno de ellos desaparece por el camino, como si se hubiera desvanecido... (FILMAFFINITY)
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Críticas 16
Críticas ordenadas por utilidad
7 de marzo de 2010
46 de 47 usuarios han encontrado esta crítica útil
La película empieza cuando la cámara entra en una casa y se mueve nerviosa por sus habitaciones y patios. Busca, husmea, con algo animal en el afán; indaga de dónde salen unas voces, quiénes emiten esas voces.
Primero el sonido, luego un reflejo en una ventana, luego ellos: los hermanos gemelos, ese día en que a uno de ellos le da por correr, y al otro por seguirle pegado. Y, de pronto, el que va delante desaparece, a la vuelta de una esquina, en una calleja, como si se hubiera desintegrado.
Desaparecido, esfumado.

No se volverá sobre esa desgracia traumatizante, y cuando unos policías se presenten para comentar sus investigaciones no se les verá. Fuera del cuadro, sólo se oirán sus voces, procedentes de otra habitación.

Los años pasan y en la familia no parecen reaccionar. El dolor se adivina pero tiene contorno impreciso. La sensibilidad oriental late de otra forma, con otro pulso. Permanecen quietos, relativamente impasibles. Es la cámara la que se mueve sin cesar, en todo momento nerviosa.

El hermano superviviente dibuja a su prima, la lleva en bici por el laberinto de calles estrechas entre las casas bajas y los patios ajardinados de la barriada donde viven.
La madre se prepara para el nacimiento de un nuevo hijo. El padre se entrega a la organización de un festival de danza y afirmación vital, una oportunidad para el brillo.

El hermano superviviente vuelve una y otra vez a la esquina de la desaparición, la esquina de las caléndulas. No consigue entender lo ocurrido. Pinta en un lienzo al desaparecido.

Con grandes ideogramas, el padre representa las nociones de ‘Oscuridad’ y ‘Luz’. Cultiva flores en silencio y se esfuerza en aceptar las cosas como son; en continuar embarcado en la vida, que sigue su curso.

Con sensibilidad muy apartada del apasionado desgarro occidental, “Shara” insiste en señalar que cuando llega una desgracia terrible el dolor no se puede evitar, pero el sufrimiento sí.
La íntima dificultad de ese proceso de evitación es lo que relata.
Archilupo
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11 de enero de 2008
39 de 59 usuarios han encontrado esta crítica útil
¿Es "Shara" una propuesta arriesgada? La respuesta es que si, aunque también sea fallida, ineficaz y del todo insustancial, y lo es puesto que tras un ejercicio fílmico de estas dimensiones, repleto de buenos planos secuencia rodados con una técnica depurada, se requeriría algo más que Kawase parece no tener claro en ningún momento, y es que entre secuencias que no aportan demasiado y otras que sólo intentan manipularnos y, en consecuencia, funcionan de manera inefable, uno termina agotado tras tan largo recorrido que, en lugar de emocional, se torna desaborido.

La premisa inicial no es nada mala, pues la perspectiva para contar la pérdida de un ser y las aflicciones y temores que rodearían esta pérdida es suficientemente interesante, en cambio, Kawase nunca llega a introducir los suficientes elementos como para hacernos palpar aquellos sentimientos que verdaderamente deberíamos estar percibiendo si el trabajo fuese sugerente y no se escudase en la técnica y la impresión que otorgan esas secuencias tan bien dirigidas y montadas.

Y poco más podría extenderme, amen de comentar unas interpretaciones adecuadas a lo requerido y algún que otro momento de gran vitalidad como el de las celebraciones pasadas por agua, aun así, cuando tras el proyecto nos encontramos con alguien que se empecina más cautivar mediante sugestivas composiciones que acontecimientos que escarben en nuestro interior por vivaces y cálidos, está clarísimo que algo falla.
Grandine
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3 de enero de 2008
23 de 27 usuarios han encontrado esta crítica útil
"Shara" es un organismo raro, no necesariamente bello, o al menos proporcionado según el canon de belleza. Pero vive, se mueve, puede advertirse cómo crece delante de nuestros ojos. Esa es mi impresión después de verla por primera vez.

No me encuentro muy seguro con esta película. La escena inicial la interpreté de manera simbólica: un niño corre tras su hermano gemelo por las calles del pueblo, jugando a repetir los movimientos del perseguido. Éste desaparece por un callejón tras un brusco cambio de dirección y el hermano cree que ha podido quedar atrapado en un jardín cerrado del que sólo puede verse un elevado árbol similar a un ciprés. ¿No es una hermosa forma de expresar el fin de la niñez -la mirada exterior a un jardín prohibido en el que ha quedado encerrado el otro "yo", el niño- que interrumpe inesperadamente el tiempo de los juegos? ¿No parece una metáfora cristalina del final de la inocencia utilizando la iconografía asociada a la muerte -el jardín, el árbol- de un ser querido?

Pasan los años y el niño ya es un joven que ha sustituido la presencia del hermano por la compañía de una amiga. Empezamos a conocer detalles de la comunidad en la que vive y de la familia del protagonista. Cámara en mano, Kawase detiene la mirada el tiempo suficiente para que los personajes se muestren, para que las situaciones surjan delante de nosotros, para que seamos el tercer, el cuarto, el quinto personaje de la escena, un invitado mudo pero consciente. No todo me gusta, no todo me parece conseguido, a veces me siento indiferente a lo que veo, a veces lo que empieza interesándome acaba desesperándome; otras, en su acierto por hacer coincidir el ojo de la cámara y del espectador, "Shara" me recuerda a Cassavettes, influencia imposible existente sólo en mi mente cinéfila, que me sirve para que quizás se entienda mejor lo que quiero decir.

Tres escenas, aparte del inicio.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Talibán
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1 de enero de 2008
20 de 22 usuarios han encontrado esta crítica útil
* “Shara” es cine que cobra vida; que nos arrebata del asiento para arrojarnos a una dimensión donde el cine te devuelve la mirada; te habla; y hurga dentro de ti.

* De sombras va “Shara”; un drama, de ritmo pausadísimo y parco en diálogos, que con un estilo sobrio y desnudo, falto de cualquier artificio, nos expone todo un universo sensitivo de una intensidad y honradez brutales.
La primera escena ya resulta imponente: esa cámara persiguiendo a los dos hermanos, Shun y Kie, por la calle; la súbita desaparición de uno de ellos, de Kie; la aplastante sensación de soledad de Shun; la simple vista de la casa que hace esquina; el plano del frondoso árbol del patio, que se alza tras la tapia, agitándose con el viento. No se que tiene esta simple secuencia que pone la piel de gallina; que te advierte que no estás ante algo convencional, ni siquiera entre el cine con más visos de profundidad. No se como en unos minutos, sin haberte dado aún tiempo a introducirte en la película, en trama o historia alguna; habiendo estado solo expuesto a las espaldas de dos niños..., no se como, pueden tener tanta fuerza las imágenes.

Años después la familia protagonista vive una existencia en apariencia normal y tranquila. Pero el desasosiego inicial no os ha abandonado. Y al poco nos vamos percatando de que no es todo tan plácido como parece; que cierto clima de abatimiento pesa sobre la familia. En realidad el fantasma de Kie no les llegó a abandonar nunca, y ha estado presente en cada uno de los pasos que han dado desde entonces. En él se debaten intentando recuperarse; hermanar el recuerdo con el presente, y el porvenir; y esa lucha interior está plasmada magistralmente en cada uno de los personajes.
Al referirme a fantasma no hablo de un espíritu o aparición al uso; esto no es fantasía, sino que el recuerdo y la ausencia son lo que han estado interfiriendo en la vida de la familia durante años; y sigue haciéndolo.
En ese ambiente, que aún no se como logran transmitirlo Kawase y sus actores, se va tejiendo una solapada, pero viva y densa red emocional, sin estallidos ni excesos que pudieran servir como válvula de escape y alivio; una red emocional que se va transformando, y que a veces se vuelve convulsa, y se desgarra en momentos clave del film: la secuencia del festival, de la danza popular, con esa explosión total de vitalidad y alegría, que supone una descarga como pocas te da el cine; o la escena del parto.

* La penetración psicológica que se logra con los personajes es ejemplar. Vuelvo a repetir que el trabajo de los actores es excepcional.

* Increíble es también el manejo de la cámara. Como si fuese una proyección de la mente de Naomi Kawase; un intruso, que de manera furtiva se ha metido en la vida de los personajes.

* Cine que supera hasta la propia denominación; impresión pura; “Shara” es visión y alma.
irian hallstatt
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15 de marzo de 2010
16 de 18 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cuando Ana desaparece en “La Aventura” de Antonioni, algunas preguntas nos podíamos hacer al terminar el film: ¿Ha huido a bordo de otro barco? ¿Se ha suicidado?, realmente daba lo mismo, pues lo que se nos proponía, y eso era lo que le daba a esta película su interés, era la modificación de los sentimientos entre Claudio y Sandra cuando Ana está ausente.
Naomi Kawase rueda en las calles de Nara, capital del Japón Medieval, una película sobre sugerencias, sobre lo invisible, sobre lo que no se ve, pero que afecta de forma contundente a una familia, y lo hace comenzando con un travelling majestuoso por las calles estrellas, engalanadas para el festival Basora, persiguiendo a dos hermanos gemelos hasta la desaparición de Shun. La familia Anso queda paralizada y destrozada, hasta que Taku, el padre, dibuja con la tinta que el mismo elabora, un breve Kanji: “El Tránsito entre la Luz y la Oscuridad”, y es en la fiesta, con unas imágenes brillantes, cuando Yu avanza lentamente, empapada por el agua de la lluvia, poniendo la mirada sobre Kei, cuando el aguacero devuelve la vida a toda la familia. El nacimiento de un nuevo hermano al que asisten todos sus miembros provoca unos suspiros conmovedores que traspasan la pantalla, y nos elevan por encima de la ciudad.
Bahman Ghobadi, en “El tiempo de los caballos ebrios” fue capaz de rodar el frío, en esta ocasión Kawasi ha rodado el viento.
félix alonso
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