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El placer

Drama. Romance. Comedia Adaptación de tres cuentos del escritor francés Guy de Maupassant que versan sobre el placer: - Un hombre extraño, que asiste a un popular baile de máscaras en París, baila hasta caer extenuado. El médico que lo atiende descubre sorprendido que tras la máscara se oculta un anciano. Cuando lo acompaña a su casa, la esposa le cuenta al médico la triste historia del bailarín. - A Madame Tellier, que regenta un prostíbulo, la invita su ... [+]
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Críticas 20
Críticas ordenadas por utilidad
7 de diciembre de 2009
65 de 69 usuarios han encontrado esta crítica útil
Antepenúltimo largometraje de Max Ophüls (1902-57), es uno de sus mejores trabajos. El guión, de Jacques Natanson y M. Ophüls, con diálogos de J. Natanson, adapta tres relatos breves de Guy de Maupassant (1850-93): “La masque” (1889), “La maison Tellier” (1881) y “La modèle” (1883). Se rueda en escenarios naturales de Calvados (Baja Normandía), llamada la “Suiza Normanda”, y Paris (Escuela de Bellas Artes) y en platós de Franstudio (Joinville-le-pont), Studios Eclair (Epinay-sur-Seine) y Studios Boulogne-Billancourt. El rodaje se inicia el 6-VI-1951, se interrumpe en agosto y se retoma y termina en octubre/noviembre. Es nominado a un Oscar (dir. artística). Producido por Édouard Harispuru, M. Kieffer y M. Ophüls para CCFC (Compagnie C.F. Cinématographique) y Stera Films, se presenta en sesión de preestreno el 14-II-1952 (Fécamp, Alta Normandía).

La acción dramática tiene lugar en Paris (“La masque” y “La modèle”) y en el departamento de Calvados (Deauville, Bolbec, Vau de Vire, Le Bouillet…) a finales del XIX (1881-90). El film consta de 3 episodios: dos breves (“La máscara” y “La modelo”) y uno central de mayor duración (“La casa Tellier”). Ambroise (Galland), antiguo primer oficial de la peluquería Marcel, de la ópera de Paris, jubilado y olvidado, no se resigna a envejecer. Julie (Renaud), la patrona de la casa Tellier, cierra el establecimiento entre el sábado por la mañana y la tarde del domingo, a finales de mayo, para asistir en compañía de sus pupilas (Flora, Rafaela, Rosa, Luisa, Fernanda…) a la primera comunión de su sobrina Constance (Jany) en una pequeña localidad de la campiña normanda, donde vive y trabaja como carpintero su hermano Joseph Rivete (Gabin). Joséphine (Simon) y el pintor Jean (Gélin) se enamoran apasionadamente, pero el paso del tiempo produce en su relación efectos imprevisibles.

El film suma comedia, drama, romance y cine de época (finales del XIX). Responde a una idea largamente acariciada por Ophüls, aplazada sucesivamente. Con la colaboración de Jacques Natanson elabora el guión entre marzo y abril de 1951. En septiembre, por razones presupuestarias y de prudencia ante el rigorismo moral de la sociedad europea del momento, se sustituye el tercer episodio previsto (“La femme de Paul”), una historia de amor lésbico, por “La modelo”. El conjunto del relato mantiene en su integridad el vigor narrativo y los temas de Ophüls.

El estilo refleja la afición del autor por las formas recargadas, pomposas y barrocas, y por la ambientación minuciosa y detallista de época. Tras la apariencia de las formas se oculta el espíritu equilibrado, riguroso, ordenado y clasicista de Ophüls, que se manifiesta a través de la estructura armónica del relato, dividido en 3 partes de arquitectura casi geométrica. Su clasicismo se confirma con los temas que trata, siempre centrados en el análisis de la naturaleza humana, sus alegrías, sufrimientos, ambiciones, deseos, etc.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Miquel
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25 de noviembre de 2011
38 de 41 usuarios han encontrado esta crítica útil
Ophüls, como ya hiciera con la audaz “La ronda”, explora las fragilidades del corazón y de la carne y la sutil dualidad entre placer y dolor. Cómo uno no puede existir sin el otro; un matrimonio de opuestos que no tendrían sentido por separado. Porque no se puede apreciar el goce sin conocer también los alcances del sufrimiento, y viceversa.
Mediante tres cuentos de Guy de Maupassant, el narrador omnisciente (y testigo ocular) nos guía por tres situaciones muy distintas cuyos denominadores comunes son la búsqueda, pérdida, recuperación o añoranza de esa palabra suprema que da título a la película, y una sensación trágica de fugacidad.
El anciano enmascarado del primer cuento persigue patéticamente una juventud que ya se le escapó, resistiéndose a los zarpazos de la vejez que le arrebatan su planta y sus energías de petimetre seductor.
Las mujeres del segundo cuento regresan a la inocencia de la Primera Comunión, cuando eran niñas todavía intactas, no maleadas por la vida en un burdel. Asistir a tal evento religioso para ver a la sobrinita de la madame, tras tantos años descarriadas, las enternece; lloran por los sueños esfumados, habiendo comprobado que los puestos de princesas, reinas y heroínas de leyenda no estaban destinados a chicas como ellas. Y el hermano de la madame, el padre de la niñita, echa de menos las alegrías del galanteo con una mujer bonita, al notar que hay feeling entre él y Rosa, una de las atractivas pupilas de su hermana.
El último cuento es un colofón tan crudo que casi provoca temblores. Esa pareja de enamorados que degenera tristemente es tan actual como los vecinos de nuestra casa de enfrente. El placer inicial se convierte en rayos y demonios, y en un grillete tan aparatoso como un peso muerto.
La mejor frase: “La felicidad no es alegre.”
¿Qué es el placer? Aquello que nos ocurre entre dificultades y batacazos, en esos raros momentos en los que el dolor está de vacaciones por un lapso siempre más corto de la cuenta.
Vivoleyendo
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25 de noviembre de 2010
21 de 22 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cuando se degusta una película de Max Ophuls uno tiene la sensación de asistir a un espectáculo de elegancia cinematográfica sin precedentes, de vivir en primera persona un drama en movimiento que crece y crece hasta volverse real. Ophuls filma la vida en movimiento, o mejor aún, filma el movimiento de la vida con un naturalismo y una agilidad como pocos lo han conseguido. La puesta en escena, planificada como un baile de salón, y el control exhaustivo de los elementos espaciales, hacen del cine de este director alemán una verdadera delicia para los sentidos. La cámara de Ophuls camina por la escena como un personaje más, progresa en la trama paso a paso, giro a giro, y representa el espacio con una nitidez minuciosa, describiendo sinuosos movimientos por los decorados de cada película (véase el soberbio plano secuencia que sigue a madame Terrier por toda la mansión en Le plaisir).

En las películas de Ophuls se puede apreciar claramente una serie de rasgos temáticos y formales que impregnan toda su filmografía. Destacan en sus obras lúcidas reflexiones sobre el misterio del amor y sus consecuencias, dramas salpicados de sutiles ironías y sobre todo, un naturalismo poético heredado de las grandes corrientes literarias de finales del siglo XIX, que le han llevado a explorar el universo femenino como pocos.

No es de extrañar que en 1952, Ophuls llevara a la pantalla a ese gran naturalista y maestro del relato breve francés que es Guy de Maupassant. Los puntos en común entre estos dos artistas son evidentes: Maupassant describe el entorno y los personajes con una cercanía innata, con una familiaridad cotidiana, y narra la gran tragedia de la vida describiendo los hechos desde el todo a lo concreto para mostrar una sociedad perdida en su propio desconcierto. Lo mismo ocurre con Ophuls, que narra el conflicto humano desde dentro, desde la vida, sin más artificios que su propia voluntad de ser coherente con la realidad sensitiva.

En Le plaisir Ophuls adapta tres relatos cortos de Maupassant utilizando el placer como nexo de unión para reflexionar sobre la juventud (La máscara), la pureza (La casa Tellier) y la muerte (La modelo). Una voz en off narra los relatos de Maupassant consiguiendo una perfecta fusión entre literatura y cine, hasta lograr una pieza de enorme poder evocador.

Maupassant y Ophuls se reúnen en esta excelente película con la intención de relatar cómo la bondad, el deseo, la arrogancia, el amor y el desamor forman parte por igual del ser humano. Con la intención de emocionarnos gracias a una familia de prostitutas de buen corazón, o por otro lado, de inquietarnos con la historia de un anciano que cubre su rostro con una máscara de cera para pasar por un joven de aspecto lozano. Y es que a fin de cuentas eso es el naturalismo, contar lo que sucede alrededor y dotarlo de veracidad, crear la épica, demostrar que los seres humanos somos fascinantes y que la realidad supera siempre la ficción.

David Rodríguez
Darius Somerset
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24 de noviembre de 2009
12 de 15 usuarios han encontrado esta crítica útil
Bellísima pelicula de Ophüls, una más de su filmografía. Los tres cuentos de Mauppassant son transferidos al cine con una gracia magistral de su director que en un alarde de barroquismo cinematográfico deja al espectador con ganas de más. Destacar la siempre magnífica fotografía y las interpretaciones del maestro Gabin y de Danielle Darrieux. La voz en off de Jean Servais plasma unas historias contadas con la mayor delicadeza y sabiduría de su director. Imprescindible como toda la corta filmografia de Max Ophüls.
JAVIER_D
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4 de octubre de 2011
6 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Basada en tres cuentos de Guy de Maupassant, esta película está llena de encanto y de detalles sutiles. La puesta en escena es muy teatral, como suele ocurrir en este autor. La cámara se mueve entre los decorados, como un observador que espiase a los protagonistas. El cuento central ocupa la mayor parte del metraje y trata del viaje que hacen unas prostitutas invitadas a la comunión de la sobrina de la "madame". Es todo un ejemplo de lirismo y sensibilidad, no exento de fino humor, desde las primeras escenas que retratan a la variopinta clientela del burdel, hasta el regreso, pasando por el pintoresco viaje en tren y -como motivo central- la escena en la iglesia, llena de belleza. Es un cine intemporal que no se atiene a las modas del momento.
Fuman2
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