Prince Avalanche

Príncipes desterrados de un ciclo interminable. Cruel mundo del que brotan almas nuevas. La nostalgia de presencias y las ganas de futuro. Preocuparse de lo justo en su justa medida. Vivir con la inmadurez de un niño que se divierte simplemente siendo. Construir los caminos del mañana guiándose con la magia de la existencia.

Green vuelve al tono de sus inicios para contarnos un discurso que jamás abandonó. Juega con la atemporalidad del entorno. Expone la inmensidad del ser y coloca a sus personajes en claustrofóbica introspección. Es un relato de miedos y huidas. De inevitables conflictos humanos. De incomprensión y perspectivas. De magnificencias subjetivas ante la vida.

No es la primera vez que un trabajo de David Gordon Green es precioso audiovisualmente hablando, pero hay más belleza aun en sus mensajes.

Un par de hombres dispares que se dedican a marcar con líneas amarillas un camino ya hecho, pero que parece ser interminable de recorrer. Un diálogo soporífero de varios días en el que el contraste entre ambos hombres, brothers-in-law, va haciéndose menos marcado cuando comienzan a compenetrarse por medio de las confesiones que sobre sus vidas se hacen el uno al otro. Con ecos al absurdo de Beckett y mucho de la Gerry de Gus Van Sant (una de las películas más aburridas de la historia si no se le ve en el mood adecuado), Prince Avalanche no es más que una pieza de escaso contenido, que no divierte en un solo minuto, con una fotografía bonita, con un Paul Rudd sin gracia y que, sobre todo, sirve para demostrar que Emile Hirsch es una estrella que poco a poco se ha ido apagando en el firmamento cinematográfico (haciendo cosas como The Darkest Hour y Venuto Al Mondo o en ese papel de relleno que interpretó en Savages de Oliver Stone) luego de su magistral interpretación en Into The Wild. Ah, se supone que la película es una metáfora para entender que no es lo mismo "to be alone" que "to be lonely".

Historia simple, pero no simplona, de dos tipos que se dedican a pintar carreteras secundarias. Comedia independiente y a ratos marciana. Los diálogos son chispeantes y los personajes entrañables. Una muy buena dirección tras la cámara, por algo David Gordon Green acaba de recibir el Oso de Plata en la Berlinale, aunque también con alguna que otra ida de olla que de su director que, por otra parte, no hace más que apuntalar el aroma independiente que desprende el film desde el primer fotograma. Una película que conseguirá dejar una sonrisa además de un buen sabor de boca.

Esta película es un 3 o un 10, creo que como pocas influye el estado de ánimo con que se ve. A mi me sorprendió gratamente porque no esperaba gran cosa de ella, lo típico que pasa con lo de las expectativas. Y de pronto como quien no quiere la cosa ya tenía mas de medio film en el bote, a pesar de lo sencillo de su argumento.Pero es fácil dejarse llevar por ese desierto de almas y la geografía calcinada. El planteamiento no es original, pero de alguna manera te despierta la curiosidad por saber que les pasará a los dos protagonistas y quieres verla acabar. Amo a esos 2 personajes.

Texas, 1988. Varios meses después de un terrible incendio forestal que asoló los bosques de esta región estadounidense, Alvin (Paul Rudd) y Lance (Emile Hirsch) se encargan entre semana de pintar y demarcar la carretera que cruza dicho lugar, ruta solitaria donde no se ven carros ni gente, un trabajo rutinario en un paisaje devastado, cada noche arman su tienda de acampar, cocinan, conversan y duermen, además de compañeros de trabajo, Alvin tiene una relación amorosa con la hermana de Lance.

Una propuesta con un elenco muy reducido, dos protagonistas y otro par de secundarios, más el personaje de la hermana de Lance que no se ve en pantalla pero que es vital para el relato, se desarrolla exclusivamente en este paisaje ya descrito, pero donde el realizador logra sacar el máximo provecho de los recursos disponibles para desarrollar su film y es que realmente en el apartado visual es una obra exquisita.

Entrando en el entramado argumental, Prince Avalanche es un trabajo que en su onda ochentera se enfoca en detallar lo diferente que son los protagonistas entre sí, Lance más joven buscando tener desmanes amorosos y por otro lado, Alvin más serio buscando estabilidad en este aspecto, dos personalidades distintas pero donde el propio director quien es guionista logra encontrar el punto de equilibrio para empatarlos.

Además afronta en repetidas ocasiones el tema de la soledad y el silencio, donde bien se pueden disfrutar de ambas sin estar perdido por la vida, en este punto la fuerza de los diálogos es vital para el buen funcionamiento de lo que el realizador quiere transmitir. No se puede obviar el hecho que la película está basada en un film islandés de título Á annan veg (De cualquier manera, 2011) del director Hafsteinn Gunnar Sigurðsson, me parece importante visionarlo, no tanto para comparar en el sentido de ver cual es mejor o peor, sino para encontrar que tanto mérito tiene Gordon en la consecución de su buena película.

No puedo terminar la crítica sin señalar un par de puntos más, el primero es la excelente interpretación por parte del dueto actoral, Rudd y Hirsch se encuentran en estado de gracia, una labor certera y totalmente creíble donde llevan todo el peso. Por último, la escogencia y utilización musical de parte del grupo Explosions in the Sky y del compositor David Wingo, realmente una exquisitez.

Prince Avalanche es una pequeña joyita, un film que se disfruta mucho, muy bien hecho, un balance correcto entre la comedia y el drama, rico en cuanto a su contenido y visualmente muy poderoso, que le valió a su director convertirse en el sétimo estadounidense en ganar el premio a Mejor director en el Festival de Cine de Berlín, recomendada.