El Monstruo Vengador

Como un enano. He disfrutado como un enano, oiga. No me lo esperaba ya que la segunda parte, "El regreso del monstruo", también filmada por el maestro Jack Arnold, había sido muy floja. Pero "El monstruo vengador" no desmerece en absoluto frente a la excelente e inolvidable "La mujer y el monstruo" (la primera) dirigida por Arnold.
John Sherwood dirige con mano firme esta tercera y última entrega sobre el lagarto gigante. El guión es sencillo, pero no sus diálogos. Estos dotan de complejidad y, sobre todo, de credibilidad, a la fascinante historia. Bebe Sherwood, eso parece, de idéntica fuente que la de su insigne predecesor: dosis exacta de suspense que anticipa la aparición del monstruo, falsa sensación de seguridad en el barco (fiesta en el saloncito mientras el peligro acecha tras una puerta), chica atenazada que recupera su libertad mientras nada...
Como lectura final, el hombre juega a ser Dios. Y... termina como casi siempre, haciendo el ridículo y dañando el entorno que le rodea. Una historia parecida a la de los tiempos que corren.

Interesante fin de fiesta de una trilogía poco conocida pero bastante acertada, protagonizada por el conocido como "Monstruo de la laguna negra". Un pobre ser al que torturan, secuestran, lo encierran en un zoo y, en este último filme, lo acosan, queman, operan y mil perrerías más. Él, que estaba tan tranquilito en la costa de Florida sin molestar a nadie ... Al final, todos nos hacemos fans del monstruo, cuyo rol pasa a ser, como dice el título, el de un justiciero sui géneris, ante alguno de los imbéciles que le capturan y encierran en un zoo privado, con la excusa de la ciencia.

Hay detallitos, como el uso de un sónar en cuya pantalla se refleja como el monstruo de acerca a los protagonistas en el agua que recuerda poderosamente a la escena de "Alien el octavo pasajero". También llama la atención que no haya ni un caimán por esas aguas, siendo Florida ...

Tendremos la ración de machismo tóxico, ya sea con el marido celoso a extremos letales y el acosador de manual, que no entiende que no es no. Pero también tendremos al hombre educado y respetuoso, que se preocupa por la chica de manera real y no como pose. Al final, todo el que lo merezca recibirá su castigo adecuado, como ya adelanta el título del filme.

Entretenida fantasía científica, que tiene como su mayor rémora, viéndola en pleno siglo XXI, su ingenuidad en las teorías expuestas con mucha convicción por algún personaje del film.
No son malas teorías, pero sí, oídas hoy en día, algo simples y hasta cándidas... como el resto de la cinta.
Pero va de menos a más y al final llega a gustar porque va al grano y los últimos minutos están bien expuestos, sin alardes técnicos pero sí eficacia narrativa.
Se puede decir que en líneas generales es algo mediocre, pero el paso del tiempo no le ha hecho demasiado daño en cuanto a amenidad se refiere.
Preciosa la actriz Leigh Snowden, para mí una ilustre desconocida.

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Muchos años después de ver las 2 primeras partes de esta trilogía, por fin he dado y he visto la tercera.
En esta ocasión la trama cambia bastante, el monstruo sufre una especie de mutación y se va volviendo cada vez más terrestre, más humano.

Y viene la pregunta, ¿quién es el humano y quién el monstruo?, pues uno de los doctores no es, claramente, buena gente...

El disfraz del monstruo es más simple en esta ocasión, solo sale con el original al principio, desde entonces solo vemos la cara y las manos. Aún así, no cuadra mucho el cuerpo que tenía con el que tiene ahora, pero en fin...
La peli, sin ser ninguna maravilla, se deja ver.

Cierre de las desventuras del desgraciado “Gill Man”, al cual una vez más persiguen, secuestran, torturan, disparan, arponean… y no contentos con eso, le queman todo el cuerpo y le hacen una cirugía que desencadena una evolución que lo humaniza biológicamente, permitiéndole respirar aire indefinidamente e imposibilitando su regreso al mar para siempre. No cesará ahí el deseo del ser humano por joderle la vida a la pobre criatura, pues lejos de horrorizarse por lo que le ha hecho, decide que aún puede convertir al ser acuático en un animal de granja, así que lo viste con ropa vieja y lo encierra en un corral electrificado.

La película está mejor que la segunda parte, aunque técnicamente es bastante pobre. El centro de la trama es, en realidad, una tóxica relación matrimonial donde el hombre se muestra obsesivo y controlador mientras la mujer busca la liberación, llamando la atención de varios pretendientes. La criatura es una víctima inocente, un mero pasatiempo para que los hombres se distraigan de su tensa rivalidad por la bella dama, en un ambiente cargado de celos.

Tiene bastante ritmo, pero la historia está a medio acabar. Aparece el “The End” en pantalla en un momento que tiene toda la pinta de ser elegido al azar, pillando por sorpresa a los espectadores, tras un clímax un poco alocado, confuso y apresurado. Puede que cortasen por lo sano en ese punto por falta de ideas, de presupuesto, o de las dos cosas, a saber, pero resulta insatisfactorio.

La transformación de la criatura carece de credibilidad. Del fantástico diseño inicial pasamos a una máscara bastante menos llamativa, demasiado humana, más en plan hombre deformado, corpulento, el doble de ancho y de alto. Ya me contarán que sentido tiene eso.

Se deja ver pero es del montón.