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A Field in England

Drama. Fantástico Un grupo de desertores de la Guerra Civil inglesa se encuentra con un alquimista quien les propone encontrar un tesoro oculto en un campo inglés. El problema reside en que el tesoro puede no ser tal tesoro y las misteriosas energías que rodean la campiña comienzan a hacer mella en la moral y la cordura del grupo. (FILMAFFINITY)
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Críticas 17
Críticas ordenadas por utilidad
15 de octubre de 2013
21 de 30 usuarios han encontrado esta crítica útil
El británico Ben Wheatley no hace cine para todo el mundo. Un rápido vistazo a su filmografía nos llega para entender que sus películas no son las clásicas que recomendarías a cualquiera. A cualquiera que no esté dispuesto a tener una mente abierta, al menos. Tanto Down Terrance (2009), Kill List (2011) como Sightseers (2012) son propuestas arriesgadas, extremas y extravagantes. Terror, comedia y drama mezclados y agitados dan como resultado un género nuevo, el género Wheatley. Aunque si sus películas anteriores son inclasificables, A Field in England se lleva la palma. Wheatley vierte en ella su pasión por lo experimental, por crear un lenguaje cinematográfico propio, con una lógica personal y una narración fragmentaria con cortes a negro que divide la trama en episodios. Eso y los diálogos contribuyen a proporcionar un matiz literario, como si correspondieran a páginas de una novela histórica macabra. El film no se basa en las normas conocidas en cuanto a estructura o sintaxis visual, va dirigido a un público muy específico, SU público, integrando nuevos elementos para hacerlo partícipe de la experiencia, que se sienta parte fundamental de la misma. La narración cede ante los experimentos de tipo formal relacionados con la imagen y el sonido de manera que no sea tan importante lo que se ve sino como se ve. Para captar toda la grandeza de la película, considero vital visionarla en una pantalla de cine (si es posible y el VOSE lo permite, claro) muy cerca de la misma, para que las sensaciones que provocan las imágenes te envuelvan y te encierren sin posibilidad de escapar. Que todo tu campo visual esté inundado por la pantalla, sin márgenes ni luces de seguridad. La cinta exige toda tu atención porque intenta crear un estado mental adecuado al principio para poder soportar la psicodelia que viene después. Sin distracciones, sin otros objetos que se interpongan entre la imagen y nosotros, el hechizo es total y único. Luego podrá gustar o no (en el Festival de Sitges mucha gente abandonó la sala a la media hora o prefirió dormir...) pero el modo en que se perciba y sienta la película influirá mucho en su correcta degustación. A Field in England es extrema, provocativa en sus formas y con un montaje muy expresivo y plástico. Su violencia hipnotiza y la creación de ambientes es magnífica y siniestra gracias a una conseguida fotografía de Laurie Rose. Como es habitual en el cine de Wheatley, el tono del principio no tiene nada que ver con el del final, debido a un nudo usado como medio transformador entre ambos extremos. Ocurrió lo mismo en Kill List, con resultados desfavorables puesto que los últimos minutos parecían corresponder a otra película diferente. Sin embargo, aquí la transición sucede desde el minuto uno, muy lentamente pero sin pausa y, a pesar de ser extraña en su desenlace, tiene sentido dentro de la lógica interna de la historia.

Dejando por un momento las alabanzas al apartado visual, A Field in England posee mensajes, ideas, reflexiones propias sobre el hombre y su esencia. En el entorno de una guerra, la Guerra Civil inglesa, cuatro hombres se ven forzados a formar una sociedad entre ellos para sobrevivir. De lo peor, la guerra, nace lo mejor, la creación de un colectivo. La guerra, como fiel representación de la muerte que es, nos iguala como hombres, nos coloca a todos al mismo nivel. En la guerra no importa si eres un general o un soldado raso, el aciago destino es igual para todos. De ahí, de la cruel contienda, surge una inesperada comunidad entre cuatro hombres con sus virtudes y defectos. No hay un líder, nadie lleva la voz cantante porque están descolocados, fuera de su elemento y con un desconocimiento que los lleva a la desnudez iniciática infantil. De esa ausencia de figuras paternales surgen alianzas, ayudas más o menos desinteresadas e incluso amistad. El problema viene cuando aparece un jefe de verdad, que además cuenta con uno de sus servidores en el grupo de cuatro. Se acabó la comunidad, vuelta al rebaño de ovejas que siguen forzosamente a su pastor. Tiranteces, tensiones, agresividad. Está en la naturaleza del hombre ser cruel con sus semejantes, alzarse entre ellos e intentar dominarlos para demostrar su grandiosidad. Dictador, esclavo, sirviente, bufón...vuelta a las etiquetas. Ya no son personas iguales entre ellas, ahora hay una numeración de categorías.

Sigo en spoiler sin ser spoiler
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Jlamotta
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16 de octubre de 2013
12 de 18 usuarios han encontrado esta crítica útil
No acabo de entender las buenas críticas que ha cosechado esta película allá por donde ha pasado porque a mi me ha parecido mala de solemnidad, barata, mal construida y carente de todo interés. Puede que esa pretendida vuelta de tuerca convenza a críticos o puede que esa falsa intelectualidad confunda a quienes la analicen pero me juego dos sueldos a que esta película provocaría que la gente saliese del cine o no aguantaría ni un primer bloque de anuncios en televisión. El cine es mucho mas que unos tipos hablando en un entorno rural pretendiendo de todo esto hacer una suerte de película de terror con tintes psicológicos y filosóficos. ¿El resultado? Malo de solemnidad, desde mi punto de vista.
El Criticón
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15 de enero de 2015
8 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es evidente que es una película para iluminados, una película de culto, ya que de acuerdo a los comentarios que leí tiene mensaje, ideas, reflexiones sobre el hombre y su existencia, se habla de coalición de realidades con escenas estrobocopicas , de un película siniestra y visceral.

Yo lo que vi fueron a tres hombres disfrazados con vestimentas del siglo XVII , que escapan de una guerra civil para ir a un pub .Cruzan un campo en donde se topa con otra persona vestida estrafalariamente donde los obliga a buscar un tesoro en ese territorio.Y eso es todo.

Aburrida , sobreactuada, con diálogos que no le interesan a nadie, hecho con dos pesos, una vergüenza.
Hay escenas que se quedan inmóviles mirando las cámara . Desde ¨My son ,my son ¨ de Werner Herzog no veía algo tan ridículo.
Una lástima ya que Ben Wheatley había realizado la muy atendible ¨Kill List¨ pero acá la pifio en grande.

En fin, un film de culto para que lo disfruten los intelectuales, yo paso.

Lo mejor: la fotografía en blanco y negro , por eso le pongo un dos y no un uno
Lo peor: que nos quieran hacer creer que películas horribles como esta son la octava maravilla.
flashion
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28 de febrero de 2014
7 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tengo dudas sobre el sentido de esta película.

¿Se trata de una película histórica sobre el siglo XVII en plena guerra civil?

¿Es la versión de alguna novela u obra de teatro?

¿Es una película de terror o fantasia?

¿Es un experimento visual con escena estrobocópicas (esas que producen epilepsia en los animes japoneses)?

¿Es carne de cañón para festivales de cine de autor?

¿O simplemente es una tomadura de pelo?

La verdad es que no lo sé, y a estas alturas no me importa, solo me queda una pregunta más.

¿Donde están las aspirinas?
jpirisb
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5 de junio de 2019
4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Nacho Gabilondo, cineasta por el que no siento demasiada querencia, presentará en TCM cada último viernes de mes una película de terror "rara". De A Field in England, su primera elección, dice que dejará a los espectadores "desorientados pero hipnotizados". Mala suerte. No encontré la hipnosis por ningún sitio. Encontré una película barata, presuntuosa, de estructura endeble, interpretaciones acongojantes, libreto con gigantescas pretensiones y resultados más que fallidos. Con cuatro chavos y seis actores, el tal Ben Wheatley, de quien recuerdo con estremecimientos ya no sé si de cólera o de pura indignación High-Rise, esa insensatez basada en la novela de J.G. Ballard Rascacielos, disemina a un grupo de soldados por un campo, el campo del título, durante la guerra civil que asoló Inglaterra durante el siglo XVII, una pandilla de pobres desgraciados sin un gramo de cerebro, los cuales caen en poder de un malvado alquimista que los necesita (?) para descubrir un tesoro enterrado en algún punto del terreno. Y así hora y media, con ingesta de hongos alucinógenos incluida, circunstancia que da lugar a una de las escenas más ridículas que he visto en mucho tiempo. No sé si lo más patético es la historia o la tozudez de épater le spectateur sea como sea, moviendo la cámara como un poseso o haciendo recitar a los supuestos actores unos diálogos que bordean la inanidad. Fue la primera película británica que se estrenó la misma noche en todos los formatos. Debió fracasar en todos ellos. Mal inicio de un ciclo que, ejem, ya veremos...
Eduardo
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