A Field in England

¿Se puede ser psicodélico de forma monocromática? Parece ser que Ben Wheatley nos ha demostrado que sí en A Field in England. Y es curioso porque su fotografía no podría ser otra a la que es, sencillamente no funcionaría.

El impacto visual que tiene la obra del británico es tan absolutamente cautivadora que incluso aunque no se entiende la mitad de su trama, te consigue atrapar y no te deja escapar. Pero nada de esto terminaría de cuajar sin el brutal diseño de sonido y banda sonora, que pese a algún resbalón, es el complemento perfecto a la parte visual. Sin duda una realización soberbia.

Eso si, si su parte plástica es impresionante, es en su sustancia donde se dejan ver sus problemas. Una cosa es ser metafórico o simbólico, y otra es que no se entienda muchas veces que está pasando, cual es la motivación de algunos personajes o porqué pasan las cosas que pasan. La trama simplemente fluye a su ritmo y no para ante nadie.

A Field in England es una película difícil, pero al menos es un reto para el cinéfilo y una obra completamente original y artesanal; de ese tipo de obras que se necesitan ahora más que nunca.

Cinco actores mediocres vestidos de manera estrafalaria y supuestamente antigua son el centro de esta absurda película que se agarra de un guión tan debil como su contenido. Filmada en blanco y negro en un campito de no más de 100 metros cuadrados, es una de las películas más económicas que vi en mi vida. Es algo así como si un par de amigos borrachos, aburridos y sin un centavo hubieran dicho: "Hey, qué les parece si hacemos una película!". Y éste es el triste resultado. Estupideces como ésta se podrían hacer de a miles por día; sólo bastaría un par de barriles de cerveza, cinco amigos borrachines y una cámara barata comprada en alguna tienda de segunda. Quien no sepa qué hacer con una hora y media de su vida y quiera aburrirse a morir, no tiene más que darle al "Play" de esta pavada atómica.