Los cinco halcones

No está mal el comienzo. Un malvado banquero, un auténtico buitre que se dedica a robar y extorsionar a través de una banda de forajidos, controla el cotarro. "Sabinas era un pueblo feo pero tranquilo, ahora es feo no más".
Ya solo le falta hacerse con el rancho Arroyo grande para dominar el agua de toda la comarca. Algo así como sucederá en "Horizontes de grandeza". Pero tropieza con la firme actitud para impedirlo del dueño Pedro Salinas y de su hija Laurita, la "paloma" entorno a la cual revolotean las cinco aves de presa.
Pero del mismo pueblo surgen "Los cinco halcones justicieros / para matar bandoleros / para defender a los pobres", como dice el corrido que da nombre a la cinta. Eso es lo malo que tiene, que hay que tragarse nada menos que doce canciones algunas de ellas amontonadas en una ronda movida.
Lo bueno es que por una vez del seno de la gente normal surge la necesidad de enfrentarse a la injusticia, sin esperar, como siempre, al "valiente" pistolero que llega de fuera para castigar al malvado. Ahí están estos cinco halcones vestidos de Llaneros solitarios para imponer el orden.
El tema está muy trillado y el guion es demasiado infantil. No hay sorpresa para el espectador que conoce de antemano la identidad de los buitres y de los halcones, como tampoco la habrá en el esperado desenlace.
Correcta la realización, eso sí subordinada al cancionero correspondiente. A falta de intriga hay acción con acertados toques cómicos, "El Doctor es el único asesino con título del pueblo".
Bien perfilados los personajes de los halcones. Entre ellos el médico Demetrio que atiende a sus pacientes en el consultorio, ausculta con el fonendoscopio, receta cremas para los esguinces musculares de personas y caballos o pone inyecciones indoloras.
No es nada del otro jueves la película, pero al menos tiene ya un aire de western convencional. Demasiadas canciones pero con un par de soberbias interpretaciones ("Guadalajara" y "Malagueña"). Puede verse.