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El justiciero

Cine negro. Intriga. Drama En una pequeña ciudad de Connecticut, un sacerdote es asesinado en plena calle, y los ciudadanos exigen una intervención contundente de la policía. Todos los testigos identifican a John Waldron como el autor del crimen, pero éste se declara inocente, aunque nadie le cree. (FILMAFFINITY)
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Críticas 17
Críticas ordenadas por utilidad
3 de octubre de 2009
34 de 36 usuarios han encontrado esta crítica útil
"En la duda, a favor del reo". Este es un aforismo jurídico latino que se ha de tener muy en cuenta en el ejercicio de la justicia o de los juicios, sobre todo por parte de los fiscales y de los jueces. "In dubio pro reo", es la más clara manifestación de la trascendente misión que debe desempeñar el poder judicial en una sociedad civilizada, donde lo honesto y digno es antes absolver a un culpable que condenar a un inocente. Y este aforismo resume el fondo de la motivación y resolución en el presente filme.

El fiscal (interpretado con una parsimonia excelente por el actor Dana Andrews), se haya ante un reo al que todos los testigos y pruebas acusan de haber cometido un crimen; sin embargo, según las propias investigaciones que él y su equipo de la fiscalía llevan a cabo, hay muchas cosas que no encajan para que el acusado sea verdaderamente el asesino.

Cierto que aquí el fiscal hace en realidad la función que le corresponde al abogado, ante la sorpresa de éste, quien viendo como le facilitan su labor ni rechista; pero es que el fiscal ha de mostrarle a la mayoría del pueblo (fanatizado por creerse en posición de la "verdad" evidentísima) que él ha descubierto perspectivas insospechadas de esa misma "verdad".

Una muy buena película, donde se ejemplifica de forma sobresaliente la forma de conducirse de un hombre honesto, honrado: no se amilana ante las presiones de sus jefes, políticos, partido o gente poderosa; no siente temor a perder su puesto de trabajo o poner en grave riesgo la comodidad de su futuro; simplemente hace lo que en conciencia cree que debe de hacer, dejando a los demás que a su vez actúen como crean que deben actuar —lamentablemente Elia Kazan, que supo describir de maravilla aquí y en otras películas suyas, el prototipo ideal de hombre honrado y valiente que no se rebaja en sus convicciones por más presiones o amenazas que reciba, no tuvo valor él mismo de conducirse así en la vida real, según esa ejemplaridad, por esto cuando recibió las presiones de la caza de comunistas desatada en los EE.UU. sucumbió a las mismas de forma cobarde—.

Película en un estupendo y encantador blanco y negro. Muy recomendable y educadora para recordar y enseñar el sentido noble de la "Justicia" que nunca deben perder de vista los funcionarios a sueldo de la misma.
Ehavled Jef
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27 de febrero de 2006
17 de 21 usuarios han encontrado esta crítica útil
Interesante y casi desconocida película en la que destaca la impresión conseguida por Elia Kazan de un gran realismo, próximo al reportaje, a través de la filmación en los lugares donde tuvieron lugar los hechos reales que inspiran la acción, así como la participación de personas que fueron testigos de aquéllos hechos, junto a estrellas como Dana Andrews y alguno de los actores fetiche de Elia Kazan, como el gran Lee J. Cobb y Karl Malden.
Se mueve a medio camino entre el cine negro, y la denuncia política, con cierto tono casi documental en ocasiones, consiguiendo sin embargo mantener en todo momento la tensión en torno a la investigación y el desenlace final.
Merece la pena.
mik
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17 de agosto de 2011
13 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
Segundo largometraje de Elia Kazan (1909-2003) (“La ley del silencio”, 1954), escrito por Richard Murphy y basado en hechos reales ocurridos en Connecticut en 1924. El guión se basa en el artículo “The Perfect Case”, de Anthony Abbot, publicado en el “Reader’s Digest” de diciembre de 1945. Se rueda en localizaciones reales de Connecticut, Stamford (Connecticut), White Plains (NY) y NY. Producido por Louis De Rochemont para la Fox, se estrena el 5-III-1947 (NYC). La acción principal tiene lugar en una pequeña población de Connecticut, que comienza el 29 de septiembre de 1945 y se extiende durante varios meses.

Los protagonistas son el fiscal del Estado, Henry L. Harvey (Andrews), profesional recto, riguroso, independiente y enemigo de presiones y componendas. El jefe local de policía es Harold R. “Robbie” Robinson (Cobb), honesto, veterano y tozudo. John Waldron (Kennedy), acusado del asesinato del P. Lambert (Birch), anciano pastor espiscopaliano, rector de la parroquia desde su fundación hace algo más de 30 años. La víctima era un hombre justo, comprensivo, amable, servicial y querido de todos. Dave Word (Lavene), cronista de sucesos del diario local “Morning Record”, es severo en sus escritos, crítico implacable, pero honesto.

El film es un trabajo modesto, breve, sencillo, relativamente previsible, pero consistente y convincente. Explica y justifica algunos principios básicos de la justicia, cuya aplicación requiere rigor, independencia y fortaleza. La narración es conducida por un narrador omnisciente que introduce el relato, lo contextualiza y lo explica de modo objetivo, veraz y sin prejuicios. Los hechos ponen de manifiesto las dificultades que con frecuencia ha de afrontar la investigación de un crimen cuyas causas y móviles no se conocen.

Elia Kazan aprovecha el desarrollo del drama para componer una denuncia social a su gusto. Ésta alcanza a los políticos y a sus manejos egoístas y cortos de miras, a los poderosos que tratan de influir sobre el curso de los acontecimientos en beneficio de intereses particulares, a la afición de la prensa al sensacionalismo y a los resultados rápidos, a las presiones ciudadanas que reclaman respuestas eficaces inmediatas, etc. Elabora las denuncias en paralelo al desarrollo de la historia y como factores de potenciación del drama. Prisas, intereses espurios, presiones interesadas y acciones movidas por celos excesivos, van formando gradualmente un entramado causal de difícil control que genera tensión y conflictos. La atmósfera que envuelve el film adquiere una textura densa y agobiante, que cala en el ánimo del espectador, le interesa y retiene su atención.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Miquel
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17 de septiembre de 2009
13 de 19 usuarios han encontrado esta crítica útil
Docudrama de hechos y localizaciones reales, con panorámicas casi documentales y narrador periodístico para un desarrollo correcto sin alardes dentro de su apresuramiento clarificador. En definitiva, presupuestos argumentales, desarrollo y medios técnicos convencionales en exceso, casi ingenuos podríamos decir.

Elia Kazan se mostró poco dotado para conferir nervio a una historia de características maniqueas y de personajes de una sola dimensión –elementos, sin embargo, en los que el cine clásico encontró muchas veces motivos para el regocijo-. Y es que es justo reconocer que Fritz Lang, por ejemplo, hubiese sido capaz de contar lo mismo de forma más enérgica al ser un director que adaptó plenamente su sensibilidad al criterio de los estudios. Y recurro a Lang porque su reflejo me ha venido a mientes viendo esta cinta. Ahora bien, reconozco que mi memoria se sirve para ello de películas menores como “Mientras Nueva York duerme” o “Más allá de la duda” seguramente por aspectos puramente superficiales, ya que ni siquiera cronológicamente tienen puntos de contacto, así que esta afirmación carece de toda pretensión de índole objetiva.

Y es que incluso agarrándonos al clavo ardiendo de que la cinta atiende más a la definición de estructuras sociales, federales y de opinión desde cierta naturalidad o realismo descartando tratamiento de “género”, no cabe duda que ese nudo de sinergias entre lo pretendido y lo esperado no acaba de ofrecer un resultado del todo interesante.

Las interpretaciones se alejan del estilo “kazaniano” arquetípico, con un afectado y especialmente anodino Dana Andrews, antítesis del actor del “método”, a la cabeza. La puesta en escena y fotografía son casi raquíticas también. Todo ello confirma una cinta extraña, atípica en el director de origen griego, asumiendo incluso su carácter de encargo.

Kazan reconoció que en esta película se oculta el germen del aprendizaje que posteriormente le serviría para trabajar en “Pánico en las calles” y “La ley del silencio”. Fundamentalmente, por la posibilidad de rodar en escenarios de exteriores con cierta libertad, experimentando así fórmulas para alejarse del influjo y presión de productores. Pues bien, aunque sólo sea por eso la daremos por buena. Aunque la utilización de los exteriores, recordando por ejemplo el calado visual de la persecución en las vías de tren de “Pánico…”, demuestra que al aprendizaje de esta película le siguió una evolución lo suficientemente purgante como para hacerlas parecer cintas de directores diferentes.

Curiosa. Poco más.
Bloomsday
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15 de septiembre de 2010
8 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Elia Kazan, en uno de sus primeros trabajos para el cine, comienza ya a denunciar a todo lo que se mueve. En esta notable película ataca a la clase política, la acidez de la prensa y a la masa vociferante. El guión, sólido de principio, flojea en la parte final, sobre todo en lo que se refiere al papel del fiscal. Correcta la puesta en escena y la fotografía en blanco y negro. Estupenda interpretación de L. J. Coob- raro verle de bueno- y timorato y desconcertado Dana Andrews, seguramente por la inconsistencia del personaje. Destacan en pequeños papeles Arthur Kennedy y Ed Begley.
el chulucu
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