Hacerse el sueco

Entretenida y marciana comedia, que se sale un poco de los tópicos imperantes en las escasas producciones, llegadas últimamente desde Cuba, nos narra las peripecias de un misterioso sueco llegado a la isla, para según él dice trabajar en una tesis, al mismo tiempo comienzan a suceder una serie de extraños asaltos y robos bragueteros, en los cuales el asaltante es descrito como un sujeto que encaja en la descripción del sueco de marras. A partir de aquí entramos en una comedia dramática con ribetes costumbristas, que mantiene un cierto suspense, jugando con las intrigantes idas y venidas del enigmático sueco. No es que sea una gran película, pero se deja ver con agrado.

Paradigma narratólogico. Abba es mejor que Bergman y, por supuesto, Strindberg, o si no que canten Chiquitita y ya veremos. Sabor y color local.
Nada es importante. Todo es comprensible y perdonable. Nada es lo que parece. Todo es tremendo disparate. Falsas apariencias que son verdades como puños, las más sinceras y auténticas. Literatura sueca. Vivan las máscaras y Pipi Calzas largas, siempre la mejor obra. Mafia rusa. Cerveza alemana. Eliades Ochoa.
Tiene tan buenos momentos como otros muertos, sobre todo peca en las transiciones, bajadas de ritmo importantes, decae la tensión alarmantemente.
Pistolita, Enrique Molina, es un gran actor y la visión del mundo cubana nos acerca mucho a los españoles en la querencia por la picaresca, la gracia, el posibilismo, la falta de trascendencia que dan el barullo y la jarana, la sabiduría de la precariedad y la decadencia. Si el Che levantara la cabeza.
Comedia que trata de ser convencional y acaba en El séptimo sello, La reina Cristina de Suecia y El robobo de la jojoya.
Qué más da si es alemán o sueco, lo que importa es que hable y se le entienda, que no es poco.
La película es floja, la trama una tontada, pero la inteligencia vitalista y escéptica que la recorre te puede. No somos nada y hasta eso es demasiado.