Oscuro deseo (Serie de TV)

Resulta una serie liviana y ligera, con poco compromiso en el guión, rodeándose de personajes secundarios poco o nada atractivos para un espectador que lo ha visto todo. Fácil de seguir porque puedes saltar sin dificultad todas esas partes de relleno que solo sirven para alargar su duración.

Erik Hayser, es un actor que resuelve su papel con eficacia, haciendo creíble un tipo de personaje que suele moverse en el filo de la incredulidad. Maite Perroni asume su interpretación con elegancia pero escaso talento; conduciéndose por el lujo de manera segura y confortable.

Aunque no siempre parece acertar, Netflix se orienta hacia terrenos comerciales aceptados; por ello quienes exigen más, siempre encuentran razones para calificar sus producciones con poca puntuación. Aquí obtuvo un 5, la nota que yo también le daré.

Netflix ha puesto de moda los giros y exceso de giros, en series y películas.

Entonces una herramienta de gran potencial, empleada en obras maestras como “Vértigo” o “Testigo a cargo”, pero la utilización comercial de Netflix sobre la herramienta la ha prostituido al extremo.

“Oscuro deseo” es un exceso de eso, sobregiros excesivos. Una serie que parte fría y distante, agarra algo de vuelo, pero rápidamente se sobregira, volviéndose excesiva. Las actuaciones no son buenas para sostener la tensión, los diálogos tampoco son muy ricos y la producción, si bien es bastante contundente, no goza de sutileza en el relato.

Como varias series de entretención, peca gravemente cuando trata de incluir discursos éticos de connotación social, así el monologo de la protagonista respecto a la esclavitud del amor, más que llamar a una reflexión, logra producir una carcajada por lo cursi y la cantidad de lugares comunes que salen a relucir. Siempre es mejor, cuando haces una serie cuyo fin es la entretención liviana, no meterse en campos que le son ajenas, en este caso explorar la crítica social.

Es una serie más, como tantas otras. Puedes pasar el rato, pero luego empezará a ser una nebulosa que pasará al olvido, nada memorable para recordar.

Los primeros capítulos generan cierto interés. Pese a que la historia resulta muy convencional, el tratamiento de la misma unida a la sincera interpretación de sus actores la hace atractiva.

A partir del capítulo 10 se convierte en una telenovela lujosa... eso sí, con giro e imprevistos que la oscurecen. Me dio la sensación que comencé viendo algo que desapareció, como si cambiase de género, incluso de ritmo, manteniendo tan solo los personajes.

Una lástima.

El principio es algo poco creible, ya se ve la trama por dónde va a ir, más adelante puede interesar la relación de los protagonistas una pizca pero no llega a ser creíble del todo. Protagonista bien definida pero el antagonista, es muy difuso y cogido con pinzas.

Pensar en grandes producciones de Argos Comunicación para la televisión abierta en años que se llevaron muchas cosas, entre ellas las ganas de querer irrumpir en un panorama mojigato regido por un duopolio de formatos acartonados, en el que los temas de esa actualidad se convirtieron en controversia al ser la única productora capaz de abordarlos casi el mismo día de los hechos.

Hoy, ya no se nota el temple y pareciera que recurren a lo más fútil para lograr el éxito, ahora en las plataformas de televisión por streaming. Y es que el tema contra el feminicidio raya entre lo aleccionador y las cortas ideas para afianzarlo y convertir el serial en algo trascendental y resonante como expresión reprobatoria de estos actos.

Con una pésima elección del reparto, encabezado por Perroni y Speitzer, encontramos a un matrimonio acomodado que entrado en la monotonía, buscará en terceros el ímpetu sexual agotado por las actividades entre Alma y Leonardo. Para dichos desfogues recurren a Brenda —una amiga de la profesora— y a Darío un hombre que ha llegado a sus vidas extrañamente y del que se sabe poco.

Escrita por Leticia López Margalli, la trama no da para 18 episodios y pareciera que la autora y directores están más preocupados por los encuadres a las nalgas de Speitzer que en redondear una historia que trae implícito el tema del feminicidio, pero que jamás se empata con los fines. En cambio parece seguir todo una fórmula del morbo, con reminiscencias al cine de vedettes, pero con un sujeto que ni es empático y mucho menos tiene una incursión memorable.

Lamentables las entregas de esta productora a la televisión de paga. Se percibe más cuidado cuando las producciones se veían más limitadas ya sea por cuestiones políticas.