Tierra de nuestras madres

Un emotivo homenaje a los pueblos pequeños, denunciando el abandono y la malvenda que sufren. La trama se sumerge en la vida de los habitantes de un pueblo, destacando su lucha por preservar sus tradiciones y mantener una conexión profunda con la tierra que los rodea. La película aborda temas importantes, como la importancia de las tradiciones, el abandono de los pueblos pequeños y la resistencia ante la adversidad.

El tono de la película oscila entre momentos emotivos y conmovedores, y otros momentos llenos de humor y sabiduría rebelde. Esto contribuye a crear una experiencia cinematográfica rica y profunda, que evoca una gama de emociones en el espectador.

El reparto de actores veteranos ofrece actuaciones sólidas y convincentes. Actores como Saturnino García, José Luis Cruza y Milagros Torres Perales dan vida a personajes realistas y emotivos, que reflejan la autenticidad y las experiencias de la vida en un pueblo.

La dirección de Liz Lobato captura la belleza y dureza de la vida rural con maestría. La película presenta personajes auténticos y emotivos, y su dirección logra transmitir la esencia y el espíritu de los pueblos pequeños.

La partitura de Luis y Jeremías Tejera complementa perfectamente la atmósfera de la película, sumergiendo al espectador en el mundo que retrata. La cinematografía de Ismael Blanco es impresionante, capturando la belleza de los paisajes rurales y transmitiendo la atmósfera emotiva de la historia.

Parece enfocarse más en la narrativa y las actuaciones que en el diseño de producción y los efectos especiales, lo que le otorga una sensación de autenticidad y realismo.

Cautiva y emociona con su retrato honesto de la vida rural y sus personajes entrañables. Su mensaje sobre la importancia de las tradiciones y la resistencia frente a la adversidad resuena poderosamente.

Tiene esta película alma de Cuerda, Berlanga e incluso, en palabras de la propia Liz Lobato, de Pasolini. Surrealismo y humor para contarnos una terrible historia: que vaciamos nuestras tierras de personas y de valor cuando los malos gestores venden todo a otros intereses.

La "España siendo vaciada", así en gerundio, tiene nombres, caras y también culpables. Y el reducto que es el arte para hacer de ello comedia nos permite volver a poner en valor lo que nunca debió perderlo.

Interpretaciones (algunas no profesionales) con la intención de obligarnos a prestar atención. Con frases punzantes que invitan a la risa y la reflexión. Es una película de muy bajo presupuesto y con gran pulso.

Es conocida la frase que Chéjov dijo una vez: “si quieres ser universal, habla de tu pueblo”. Eso es lo que hizo la actriz Liz Lobato lanzándose a dirigir su ópera prima sobre su pueblo manchego, con el actor Saturnino García en el papel femenino principal, a sus 88 años de edad.

Una cabra narradora nos guía con gracia por este rincón de La Mancha siguiendo las trifulcas y dificultades de Rosario, su hijo Ofelio y el resto de sus habitantes. Un relato lleno de ternura, amor a la tierra y a las raíces, con el que varios pueden sentirse conectados, aunque la película no sea para un público mayoritario.

Con sus carencias -se alarga demasiado ese final-, para algunos servirá como recordatorio viviente de sus orígenes y para los que no tengan pueblo, como oportunidad de descubrir el triste destino de los pueblos para sobrevivir.

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"Por San Blas, la Cigüeña verás" barruntaban nuestras madres y abuelas, tal día como el de ante ayer, donde pude disfrutar en un pequeño pueblo del Valle Valdivielso (Burgos) de tan singular producción cinematográfica y su entrañable visión en el propio Ayuntamiento del pueblo.
Además, pudimos contar con la presencia de su directora y guionista, Liz Lobato; quién con exiguos medios y mucha paciencia, nos acerca y corrige la llamada " España vaciada", por un vaciando la España Rural.¿Se puede cambiar el fenómeno?. Se debe.
No vi ninguna Cigüeña. Vi y escuche a una cabra. Un cuento, una fábula. Una voz lejana y el llanto de la memoria cercana. A un querido actor, que hace horas cumplió 89 inviernos; Saturnino García nacido en un pueblo de León en 1935. La malvenda de los pueblos, la tristeza de la perdida, la insensibilidad de los políticos y la ilusión de todo el paisanaje de Villacañas (Toledo) y su tierra salina. En un acertado blanco y negro. En color no sería la tierra de nuestras madres/padres y abuelos.
Escenas propias del cine mudo con su acertada música. Ecos de Fellini y Passolini, Trazos de Realismo mágico en una interesante, irregular y experimental película, alejada de los circuitos comerciales.
¿Ataraxia?
La actriz, convertida a la dirección Liz Lobato, por el momento no la padece. Y la sugerente apuesta de la Cineteca del Valle Valdivielso... ¡Tampoco!
¡Feliz Edad Saturnino! ¡Felicidades!

El filme arranca de forma interesante: imágenes en blanco y negro austeras, secas, muy contrastadas en consonancia con el desierto manchego; un montaje también cortante y una sobrevoz que va narrando biografías de los habitantes, dibujando retratos de pincelada gruesa pero efectiva y divertida. No obstante, según va transcurriendo la historia, más o menos a partir del segundo tercio de la cinta, la película se va desinflando y nos va mostrando las grandes carencias de que adolece: un guión (que no una historia) pésimo y una realización a la altura del libreto. A ello se añade una interpretación más que floja de la mayoría de los intérpretes (salvo Saturnino García, que está bien, por no decir bastante bien). A destacar la música, que sobresale sobre todo lo demás. Una pena, porque plásticamente, visualmente, el filme se presenta hasta podríamos decir hermoso en su retrato de un paisaje y de un paisanaje singulares. A mi entender, parece como que Lobato no se ha tomado demasiado en serio lo que estaba contando y ha querido o no ha podido desarrollar más que un divertimento.