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Desde la terraza

Drama Alfred Eaton (Paul Newman), un joven ambicioso que quiere conseguir las cosas por sí mismo sin deberle nada a su padre, se casa con una joven (Woodward) de una buena familia de Philadelphia (Pennsylvania). Poco a poco, Alfred empieza a prosperar, llegando incluso a trabajar en Wall Street, pero su matrimonio no funciona como esperaba. (FILMAFFINITY)
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Críticas 7
Críticas ordenadas por utilidad
12 de abril de 2009
22 de 25 usuarios han encontrado esta crítica útil
Primer film que protagoniza Paul Newman como actor independiente. Realizado por Mark Robson (“Más dura será la caída”, 1956), la escribe el guionista Ernest Lehman, que adapta la novela de éxito “From the Terrace” (1958), de John O’Hara. Se rueda en escenarios reales de Phoenixville (Pensilvania) y Manhattan (NYC) y en estudio. Producido por Mark Robson para Linebrook/Fox, se estrena el 15-VII-1959 (NYC).

La acción dramática tiene lugar en NYC, Port Johnson (Filadelfia), Mountain City (Nevada) y en el condado neoyorquino de Nassau, entre 1946 y 1958. David Alfred Eaton (Newman), piloto de la Marina durante la IIGM, finalizado el conflicto, regresa (1946) a la casa de sus padres en Port Johnson. Con la ambición de abrirse camino solo y con el propósito de superar a su padre, se marca como objetivo tener un patrimonio personal neto de más de 5 M USD antes de cumplir los 40 años. Deja la casa paterna y se asocia con un antiguo amigo de la guerra, Alexander “Lex” Porter (Grizzard) para pasar luego a trabajar como ejecutivo de la firma “J. D. MacHardie and Company”, presidida por James Duncan MacHardie (Aylmer), con sede en Wall Street (Manhattan, NYC). Contrae matrimonio con Mary Saint Jones (Woodward), heredera de una poderosa familia neoyorquina. Con motivo de una estancia profesional en Mountain City, conoce a Ralph W. Benziger (Corsia), su esposa e hija, Natalie (Balin), mucho más joven que él. Alfred es inteligente, hábil, ambicioso y muy trabajador. Ahoga en trabajo sus frustraciones. Mary es voluntariosa, apasionada, calculadora egoísta e impositiva. Natalie es cariñosa, comprensiva, sacrificada y bondadosa.

El film suma drama, crítica social y romance. Expone la trayectoria de trabajo, esfuerzos, dedicación y éxito del ambicioso David Alfred Eaton. Volcado en el trabajo, está dispuesto a pagar un alto precio por el éxito. De acuerdo con los parámetros del cine americano de los 50 y 60, el relato presenta situaciones tormentosas, personajes arrastrados por ambiciones desmedidas, sentimientos desaforados, pasiones desbordadas y la pulsación de profundas y dolorosas frustraciones. Robson hace uso de los resortes clásicos del melodrama, pero lo hace de un modo singular. En efecto, mantiene la efervescencia de las situaciones bajo el dominio de una elegante contención que se aleja de los modos habituales del subgénero. Además, trata las situaciones desde un punto de vista sutilmente irónico y crítico, que confiere a la historia un tono especial y un grato atractivo.

El relato juega con el interés que despierta la exploración de los ambientes más elitistas y acaudalados del NYC y del país y con la denuncia de los métodos de trabajo de los mismos, sus tretas y estrategias, sus prejuicios y puntos débiles, su personificación de una cierta concepción del éxito y su encarnación de determinadas aspiraciones de felicidad.

(Sigue en el “spoiler” sin desvelar partes del argumento)
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Miquel
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8 de julio de 2012
14 de 15 usuarios han encontrado esta crítica útil
Terminada la Segunda Guerra Mundial el joven Alfred Eaton regresa a su hogar. Su padre, un nuevo rico que ha hecho fortuna durante la guerra con su fábrica de hierros y aceros, pretende que Alfred trabaje para él. Sin embargo el joven se niega ya que quiere ganarse la vida por sí mismo.
Excelente película de Mark Robson que aborda temas de gran vigencia por los que no pasan ni pasarán los años: amor, riqueza, belleza, infidelidad... Con un análisis exhautivo de su comportamiento (por parte de Robson) estos personajes buscarán sus objetivos de una manera equivocada. Nosotros somos los personajes, y como ellos, daremos palos de ciego hasta vislumbrar -si tenemos suerte- un pedacito de nuestra verdad, de nuestros miedos, de nuestro valor y, partiendo de cero, intentar enderezar el rumbo de nuestras vidas. La película nos habla de segundas oportunidades. Aprovecharlas o no depende ya de cada uno.
El guión es bueno aun con errores. Los diálogos brillantes, notable su fotografía y soberbias las interpretaciones de Newman, Woodward y De Corsia. Robson saca el máximo partido del talento y la belleza del matrimonio Newman. A mi entender, uno de los pocos errores de la cinta es la música empalagosa que acompaña el romance Paul Newman-Ina Balin. Es más propio de ñoñería tipo "Love story" o de culebrón televisivo. Es música para los malos productos, no para un peliculón como el que nos ocupa.
el chulucu
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26 de septiembre de 2010
14 de 24 usuarios han encontrado esta crítica útil
Enésima revisión del hombre hecho a sí mismo, o lo que es sinónimo del hombre que hace una fortuna partiendo de cero y de todos los problemas existenciales que le conlleva. Ya lo decía Montgomery Burns : "Si quiere hacerse rico, olvide família y religión". La película se deja ver, claro, Paul Newman está tan atractivo como siempre pero no especialmente inspirado, quizás dejando a su esposa Joanne Woodward que le coma terreno, y así lo verificamos cuando salen los dos en el mismo plano y ella literalmente le eclipsa. El guión parece influenciado por alguna obra de Tenesse Williams pero sin llegar a sus niveles de dramatismo e histerismo y la posible crítica a los que mueven los hilos es un tanto flojita.
baldo
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28 de febrero de 2018
4 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Los folletines desarrollados en ambientes pudientes se convirtieron en una especialidad del director Mark Robson a fines de los 50 y 60, un director que comenzó curiosamente como director de la cuadra de Val Lewton, con muy destacadas obras de misterio y ambiente gótico o enfermizo, para convertirse en un artesano que trabajaba con comodidad en el Cinemascope lo que le permitió dotar de cierta entidad a melodramas de pasiones desatadas aunque aquí no llega al nivel de otras obras semejantes del autor en estos años como “Peyton Place” (1957, Vidas borrascosas)

Protagonizada por Paul Newman, Alfred es un soldado de familia acomodada que vuelve de la segunda guerra mundial y se encuentra en su casa con un ambiente muy hostil, con un padre que le odia y una madre alcohólica –Mirna Loy en un brevísimo papel-. El padre es un tirano con su familia y los trabajadores de su fábrica y está obsesionado con la muerte de su primer hijo, hermano de Arthur, sobre el que proyecta todo su desprecio y frustación. Arthur conoce en una fiesta a un a rica heredera, interpretada por Joanne Woodward, con la que tratará de huir de su atormentado pasado.

Clasismo, ambición sin límites, matrimonios infelices, esnobismo, alcohol, egoísmo y celos trufan de exceso y bastante desinterés una película, rodada con encomiable oficio, elipsis algo abruptas –que suenan a tijeretazos de la productora-, y en la que Robson va directo al grano de la confrontación dramatizada y algo afectada de los personajes y sus contradicciones. Los caracteres son un poco planos y uno tiene la sensación de que el talento tanto de Newman como de Woodward es desperdiciado de manera algo ramplona, especialmente el primero en un rol un poco cargante, constantemente atormentado entre sus obligaciones, afectos y dudas y su idiota obsesión por hacerse millonario antes de los cuarenta.

Entretenida a ratos, desigual y algo larga, es un melodrama demodé, moralista -y bastante machista, por cierto- pero suficientemente disfrutable si nuestra exigencia se rebaja unos cuantos enteros y, qué se yo, por si alguien tiene que completar filmografías de algún tipo.
Gould
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13 de diciembre de 2021
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Si lo que pretendía esta película era realizar una crítica a la pija sociedad de la Filadelfia de los 50 le ha salido bastante rana ya que apenas incide en lo que esa sociedad exige de sus individuos sino, más bien, enfocar el relato hacia el desventurado destino de un joven matrimonio ( uno de tantos) abocado al fracaso ya desde su inicio.
Con un guion bastante disperso que no aprovecha como debiera el potencial dramático del film, nos cuentan la historia de un chaval ( Paul Newman), que vuelve de la guerra al hogar familiar donde no tardará en darse de bruces con su sórdida realidad de un padre repleto de pasta pero que le odia por no ser su hijo favorito muerto ( lo siento mucho, pero toda esta parte me ha resultado infumable) y una madre alcoholizada e infiel por el abandono de su marido.
Pero toda esta presentación sólo sirve para tratar de explicarnos por qué el muchacho rechaza el empleo y la pasta de su padre ( que era el único heredero, ¿ estamos locos o qué?). Querrá labrarse un futuro por sí mismo y, además, tendrá mucha prisa por hacerse con más millones que su viejo para darle por saco allí en el más allá.
Pero no está sólo en la empresa. Entretanto, se ha casado con una dulce jovencita ( Joanne Woodward) que aprueba con vigor esa ambición desmedida de su esposo por ganar mucha pasta,( así puede seguir abriendo créditos en todas las casas de modas de la ciudad), siempre y cuando el tipo tenga tiempo de sacarla de vez en cuando a pasear o al teatro que, a ver de qué le va a servir a ella tener tanto modelito en el armario si luego no tiene dónde lucirlo.
Y comienzan los reproches...
_ ¿ Que te largas otra vez a trabajar por ahí, trepa, que eres un trepa? Pues vas listo si esperas que yo me quede encerrada en casa mientras tanto.
_ ¿ Qué es eso de que cuando yo no estoy sales a pasear con tu ex?. ! Te lo prohíbo!.
_ ¿ Me lo prohibes? Ja,ja,ja.

Toda esta parte de la película es lo que alcanza gran interés y se convierte en un melodrama de altura, donde a la excelente interpretación de sus actores hay que añadir el buen pulso con que lo dirige Robson y un sabio eludir ninguna clase de posicionamiento hacia sus personajes a los cuales a todos comprendemos en alguna medida y a todos censuramos por igual. Al parecer, en opinión de los responsables de esta película, es imposible conciliar el éxito laboral con la felicidad conyugal, a no ser que a la mujer se la ocupe con unos cuantos hijos que la "distraigan" de otros menesteres...
También ese aspecto se roza de refilón aludiendo algunos comentarios o escenas que, por su carácter, no podían ser más explícitos ya que debían sortear la censura.
En conjunto queda un melodrama bastante sólido, con ciertas irregularidades y falta de ritmo pero también notables aciertos que elevan la cinta a un lugar de interés.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Izeta
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