You must be a loged user to know your affinity with Rick Blaine
Críticas ordenadas por utilidad
Movie added to list
Movie removed from list
An error occurred

8.1
44,803
10
11 de agosto de 2005
11 de agosto de 2005
401 de 486 usuarios han encontrado esta crítica útil
¿Pero no era él el monstruo del que todos ríen? ¿No era la atracción del circo científico? ¿Servía para otra cosa que no fuera la exhibición y el negocio? ¿Cómo que no te cambiarías de acera si te cruzases con él? ¿¡QUE TE ENAMORARIAS, QUE TE PODRIAS ACOSTAR CON ESE!?
Se llamaba John Merrick, un hombre joven, educado y compasivo. Solía vestir de modo sobrio, pantalones y abrigos oscuros, saco de tela para la cabeza...Y una noche decidió dormir sin almohada, bajo el marco de una foto.
Hasta las lágrimas de Hopkins parecen esta vez ciertas. Y es que si me cuentas que lloras con algunas historias, te creeré si me dices que fue con ésta.
Se llamaba John Merrick, un hombre joven, educado y compasivo. Solía vestir de modo sobrio, pantalones y abrigos oscuros, saco de tela para la cabeza...Y una noche decidió dormir sin almohada, bajo el marco de una foto.
Hasta las lágrimas de Hopkins parecen esta vez ciertas. Y es que si me cuentas que lloras con algunas historias, te creeré si me dices que fue con ésta.

7.9
163,716
10
15 de marzo de 2007
15 de marzo de 2007
352 de 388 usuarios han encontrado esta crítica útil
Con las películas de animación sucede que parecen verse con condescendencia, a veces de reojo y sin entrar en un parque temático para niños. Que la infancia ha de ser la época de los juegos despreocupados. Y así las valoras, imbuído por el espíritu de los veranos pasados.
Mención aparte para los animes y parentela, nacidos con intención adolescente en la que tiene cabida todo argumento y toda clasificación.
Yo quería hablar de esas historias dibujadas en las que Disney mandaba, que comencé a ver de la manos de los padres a finales de los setenta. Patio de colegio con pantalla mágica, risas pequeñas, descontrol en la butaca, lloros de los mayores ("¡Han matao a Baloo! Ah, pues no"). Muchas, muchas películas que yo sentía ñoñas pero espectaculares, un regalo por la tarde. Con el tiempo, con toda su carga conservadora y moralista, me parecen entrañables por capciosas, por traviesas e ingenuas a la vez. Hasta que llegaron los noventa.
"La bella y la bestia", "El jorobado de Notre Dame". Eres un veintañero con cierto cine a cuestas y pagas la entrada por ver otra de Disney. Viste que cambiaron. Las historias eran más grisáceas, los personajes extremos de un lado y de otro, aparecía la ambigüedad, los intereses mayores. Y me gustaron desde esa misma cinefilia adulta.
Y "El rey león". Bien entrada la veintena fuí con mis padres y unos niños hiperactivos en plena terapia de grupo. Como es bien supuesto, la algarabía comenzó al apagarse la luces y resoplé. Pero comenzó todo. Los golpes de Zimmer, el cachorro, Mufasa, Skar, las hienas, la sabana...
La hora y media más paradójica que he pasado en una sala de cine. SILENCIO (relativo). Y al acabar la película, bajando las escalera hacia la calle, mi padre me buscó sonriendo.
Si en ese momento hubiese sabido, le hubiera dicho que ese mismo instante, la salida del cine, su mirada, con el tiempo lo he convertido en un recuerdo dibujado, nostálgico, ñoño, entrañable.
Quizá porque esa fue la última película de Disney que ví con mi padre.
Seguro que es por eso esta crítica. Por todo lo que estos dibujos significaron en mi vida como hijo de alguien, acabándose entre leones.
Mención aparte para los animes y parentela, nacidos con intención adolescente en la que tiene cabida todo argumento y toda clasificación.
Yo quería hablar de esas historias dibujadas en las que Disney mandaba, que comencé a ver de la manos de los padres a finales de los setenta. Patio de colegio con pantalla mágica, risas pequeñas, descontrol en la butaca, lloros de los mayores ("¡Han matao a Baloo! Ah, pues no"). Muchas, muchas películas que yo sentía ñoñas pero espectaculares, un regalo por la tarde. Con el tiempo, con toda su carga conservadora y moralista, me parecen entrañables por capciosas, por traviesas e ingenuas a la vez. Hasta que llegaron los noventa.
"La bella y la bestia", "El jorobado de Notre Dame". Eres un veintañero con cierto cine a cuestas y pagas la entrada por ver otra de Disney. Viste que cambiaron. Las historias eran más grisáceas, los personajes extremos de un lado y de otro, aparecía la ambigüedad, los intereses mayores. Y me gustaron desde esa misma cinefilia adulta.
Y "El rey león". Bien entrada la veintena fuí con mis padres y unos niños hiperactivos en plena terapia de grupo. Como es bien supuesto, la algarabía comenzó al apagarse la luces y resoplé. Pero comenzó todo. Los golpes de Zimmer, el cachorro, Mufasa, Skar, las hienas, la sabana...
La hora y media más paradójica que he pasado en una sala de cine. SILENCIO (relativo). Y al acabar la película, bajando las escalera hacia la calle, mi padre me buscó sonriendo.
Si en ese momento hubiese sabido, le hubiera dicho que ese mismo instante, la salida del cine, su mirada, con el tiempo lo he convertido en un recuerdo dibujado, nostálgico, ñoño, entrañable.
Quizá porque esa fue la última película de Disney que ví con mi padre.
Seguro que es por eso esta crítica. Por todo lo que estos dibujos significaron en mi vida como hijo de alguien, acabándose entre leones.
27 de mayo de 2008
27 de mayo de 2008
141 de 160 usuarios han encontrado esta crítica útil
Jeremiah Johnson es uno de esos personajes que siempre andan por mi cabeza. Forma parte de mi población personal, de mis recursos existenciales cuando los asuntos no van bien. Solemos quedarnos con los héroes solitarios. Que se nos aparecen desde libros y películas de aventuras.
"Las aventuras de Jeremiah Johnson".
Los años setenta llegaron con la fuerza seca, con otro modo de encarar los guiones. Los directores metían la cámara hasta el fondo y alcanzaban buena altura, rompiendo con un teatro escénico, sobretodo en la interpretación, que permitió la naturalidad sin ponerse rodilleras. La frescura. El aire fresco, el aire fétido. El aire libre.
Libertad.
Este western vino con una muesca en todos sus rifles; por fin alguien entró en el cementerio indio con respeto, atreviéndose a jugar un póker con pocas cartas sobre una silla incómoda y sin whiskey a mano. "Jeremiah Johnson" significó la gran historia mínima, la presentación de un hombre que deja atrás el sistema aceptado y alcanza en la montaña todo lo que el hombre debería querer alcanzar. A costa de mucho, claro. Ésa es la aventura. Notar crecer tu barba mientras aprendes a manejar el tiempo y sus señores.
Y gran parte de la grandeza de esta película aparca en Mr. Robert Redford, un actor que, algún día, recibirá más de lo que ya ha recibido. Para mí su papel de trampero "herido" es sencillamente épico. Y recuerdo las escenas con el niño mudo y la india al lado del río. Y el final, cuando acorrala al que le acorralaba.
Una de las grandes, una de las películas que viniendo de los arrebatados setenta se quedaron por siempre en mi cabeza, aunque yo prefiera decir que es Jeremiah quien no para de caminar por ella.
Porque así me siento libre.
Sydney Pollack murió la pasada madrugada. Era un buen cineasta, sólo sea por ésta.
"Las aventuras de Jeremiah Johnson".
Los años setenta llegaron con la fuerza seca, con otro modo de encarar los guiones. Los directores metían la cámara hasta el fondo y alcanzaban buena altura, rompiendo con un teatro escénico, sobretodo en la interpretación, que permitió la naturalidad sin ponerse rodilleras. La frescura. El aire fresco, el aire fétido. El aire libre.
Libertad.
Este western vino con una muesca en todos sus rifles; por fin alguien entró en el cementerio indio con respeto, atreviéndose a jugar un póker con pocas cartas sobre una silla incómoda y sin whiskey a mano. "Jeremiah Johnson" significó la gran historia mínima, la presentación de un hombre que deja atrás el sistema aceptado y alcanza en la montaña todo lo que el hombre debería querer alcanzar. A costa de mucho, claro. Ésa es la aventura. Notar crecer tu barba mientras aprendes a manejar el tiempo y sus señores.
Y gran parte de la grandeza de esta película aparca en Mr. Robert Redford, un actor que, algún día, recibirá más de lo que ya ha recibido. Para mí su papel de trampero "herido" es sencillamente épico. Y recuerdo las escenas con el niño mudo y la india al lado del río. Y el final, cuando acorrala al que le acorralaba.
Una de las grandes, una de las películas que viniendo de los arrebatados setenta se quedaron por siempre en mi cabeza, aunque yo prefiera decir que es Jeremiah quien no para de caminar por ella.
Porque así me siento libre.
Sydney Pollack murió la pasada madrugada. Era un buen cineasta, sólo sea por ésta.

7.6
19,135
9
1 de diciembre de 2006
1 de diciembre de 2006
126 de 141 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una obra redonda, cilíndrica como los cigarros. Leve, como el humo que se cuela entre las conversaciones, leve como importante es lo leve.
Los personajes van solos, no hay actores, ellos ya estaban allí. En el estanco, escondido tras la máquina de escribir, perdido en la calle, con su gasolinera, buscando a la hija...Y la ciudad se presta a la historia porque las ciudades siempre han sido historias. Porque aquí ya no es mero escenario. Es el ritmo. Acelerado. Detenido. Acompasado.
Hay algo que me llama sobremanera la atención. Los gestos de Keitel. No hay actuación tan perfecta porque no hay actuación, es el personaje que va solo. Pero eso ya lo he dicho. Pero es lo bueno de las conversaciones que llegan con las caladas, que aunque sean repetitivas tienen la magia del ritual y se continúan mientras los amigos dejan cerca el mechero para ofrecerlo. Se está tan a gusto. Qué a gusto estoy ahora, fumando entre estos párrafos, recordando el sabor que me dejó "Smoke" la primera vez que la ví.
Ese sabor a café y cigarro mirando por la ventana del bar a ver si viene ella. En la radio una canción de Tom Waits nos desarma. Y nos mata.
Los personajes van solos, no hay actores, ellos ya estaban allí. En el estanco, escondido tras la máquina de escribir, perdido en la calle, con su gasolinera, buscando a la hija...Y la ciudad se presta a la historia porque las ciudades siempre han sido historias. Porque aquí ya no es mero escenario. Es el ritmo. Acelerado. Detenido. Acompasado.
Hay algo que me llama sobremanera la atención. Los gestos de Keitel. No hay actuación tan perfecta porque no hay actuación, es el personaje que va solo. Pero eso ya lo he dicho. Pero es lo bueno de las conversaciones que llegan con las caladas, que aunque sean repetitivas tienen la magia del ritual y se continúan mientras los amigos dejan cerca el mechero para ofrecerlo. Se está tan a gusto. Qué a gusto estoy ahora, fumando entre estos párrafos, recordando el sabor que me dejó "Smoke" la primera vez que la ví.
Ese sabor a café y cigarro mirando por la ventana del bar a ver si viene ella. En la radio una canción de Tom Waits nos desarma. Y nos mata.

7.8
36,898
10
25 de mayo de 2007
25 de mayo de 2007
161 de 218 usuarios han encontrado esta crítica útil
Si alguna vez en tu vida necesitas perderlo todo, tirar los nortes por el sumidero, contar cómo van cayendo uno a uno los pequeños sacos de lastre, hazlo rápidamente y sin titubear. Agarra la puerta y vete, dejando que los recuerdos vayan deslizándose nuca abajo mientras inicias una caminata irresponsable hacia el nacimiento.
Necesitas perder todos los nortes para iniciar la búsqueda ilusionante y dolorosa. Y el desconcierto nos hace tan puros e impredecibles. Es la maravillosa consecuencia de semejante despegue, un mareo...Estás en las arenosas callejuelas de un desierto lleno de viento y sol con la gorra calada hasta las napias. Ya estás lo suficientemente perdido, comienza a encontrar, si quieres. Entonces debes hacer una llamada para que te saquen de allí.
Ahora todo puede ser maravilloso, si nos dejas verlo.
Necesitas perder todos los nortes para iniciar la búsqueda ilusionante y dolorosa. Y el desconcierto nos hace tan puros e impredecibles. Es la maravillosa consecuencia de semejante despegue, un mareo...Estás en las arenosas callejuelas de un desierto lleno de viento y sol con la gorra calada hasta las napias. Ya estás lo suficientemente perdido, comienza a encontrar, si quieres. Entonces debes hacer una llamada para que te saquen de allí.
Ahora todo puede ser maravilloso, si nos dejas verlo.
Más sobre Rick Blaine
Cancelar
Limpiar
Aplicar
Filters & Sorts
You can change filter options and sorts from here