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Críticas 3
Críticas ordenadas por utilidad
Críticas ordenadas por utilidad
10
29 de junio de 2024
38 de 63 usuarios han encontrado esta crítica útil
‘Kinds of Kindness’, que podríamos traducir como ‘Tipos de Bondad’ supone la tercera colaboración entre el director y Emma Stone, que, avanzo, una vez más está fantástica. Francamente, a pesar de que iba con miedo por las reacciones tan polarizadas que estaba recibiendo, aunque optimista, ya que ‘La Favorita’ y ‘Pobres Criaturas’ son de mis películas favoritas, me ha parecido una absoluta joya, un fresco retorcido, irreverente, y con muchísima mala leche, sobre la maldad disfrazada de bondad que emplean algunos para someter a otras personas naturalmente bondadosas, honestas, y vulnerables, a sus propias expectativas y designios. Fresco que se desglosa en un tríptico de tres historias, todas ellas originales, provocativas, con una identidad y género propios, completamente diferentes de las demás, pero que, curiosamente, gracias a dos elementos, consiguen mantener una sensación de unidad, de cohesión, de estar viendo una sola película con un propósito muy concreto, y no un pegote de tres historias unidad sin ton ni son para rascar esos 165 minutos. ¿Qué elementos? El primero de ellos, quizá más evidente, es que Lanthimos mantenga a sus brillantes actores para que interpreten a diferentes personajes en cada uno de los relatos. Todos los personajes que interpretan están perfectamente construidos, todos ellos son identificables y diametralmente opuestos, en algunas de las historias son los que abusan, y en otras son los abusados, y aun así, no hay lugar a la confusión (por ejemplo, el personaje de Rita, con el de Liz, o con el de Emily (los tres que interpreta Emma Stone). Pero el hecho de que sean los mismos los que los interpretan, el hecho de que veamos sus rostros dando vida a múltiples personajes, a veces bondadosos, a veces malvados, le da un extraño sentido de unidad. El segundo de esos elementos es que se trata de una película conceptual: se siente una sola película, descompuesta en tres relatos, cada uno con su inicio, nudo y desenlace, pero inextricablemente inseparables, por cómo su director trata la tesis que persigue con esta película, que he expuesto anteriormente. Esa idea es el hilo conductor invisible que une todo esto, que le da un sentido, un porqué. Y es, simplemente, brillante.

En esta película hay terror, comedia negrísima, drama, romance, thriller psicológico… se da una amalgama de géneros diversificados en los distintos relatos, todos perfectamente tratados, dando como resultado tres películas perfectas, que enganchan, que interesan, que cautivan por sí solas, formando una unidad, un solo filme, que es grande por sí mismo y no por la suma de sus partes, una vez más, gracias al concepto que su director trabaja y explota con tanto ahínco en los tres segmentos. Además, las casi 3 horas no pesan en ningún momento, en parte gracias a esto: no te da tiempo a aburrirte, porque cuando sientes que podría empezar a hacerlo, cambia a la siguiente historia. Todas duran lo que tienen que durar, y cuentan lo que tienen que contar. Ni más ni menos.

Mucha más sobria que ‘Pobres Criaturas’, la película no deja de ser un ejercicio de cine brillante, con un pulso narrativo perfecto, una fotografía panorámica preciosa y kubrickiana, una banda sonora inquietante pero que no tiene miedo de incluir temas como ‘Sweet Dreams’ o ‘Bran New Bitch’ entre tanto piano y coro gregoriano. Por no hablar de las actuaciones de Plemons y Stone, que están enormes.

Siendo honestos, está claro que esta película, por su propia naturaleza y desde su planteamiento, no será para todo el mundo. Pero no os dejéis engañar por la lacónica condescendencia de muchos medios que afirman que es una película inaccesible, imposible o insoportable salvo que seas un groupie de Lanthimos. Es una brillante película perfectamente entretenida y que estoy seguro de que muchísima más gente de la que lo cree podría disfrutarla y encontrar algo para ellos en ella. Si os gusta Lanthimos, vedla, pero si os gustan las buenas películas, independientemente de quien las dirija, vedla también. Os guste o no, que puede ser, no os va a dejar indiferentes. Por películas así SÍ que hay pagar la entrada de cine. Es una experiencia incómodamente divertida que solo se puede vivir al completo en una sala de cine. Os encomiendo a darle una oportunidad.
27 de enero de 2025
10 de 20 usuarios han encontrado esta crítica útil
La vi el viernes del estreno. Estaba muy cansado —me pasé el día entero de prácticas en la Ciudad de la Justicia—, y a partes iguales emocionado, por verla al fin, y asustado. Cierto es: le llovían los elogios, y todos comentaban que la duración era lo de menos. Pero aun así siempre hay lugar para el escepticismo cuando ves una duración altamente superior a las tres horas, y eso que me gustan muchísimo más las películas largas (cuando deben serlo, claro). Pues bien, salí del cine sobrepasado, completamente abrumado, con una sensación que muy pocas veces es capaz de provocarte una película. Sentimientos semejantes me provocó Babylon, de Chazelle, o Dune, de Villeneuve. Más recientemente, y ni siquiera a este nivel, Pobres Criaturas, de Lanthimos. Salí del cine sabiendo que había visto algo más grande que la vida, algo destinado a trascender, a ser más importante que el cine como arte en sí mismo. Y es que The Brutalist es, ante todo, ambiciosa, si bien nunca pretenciosa, pues me complace informar de que, efectivamente, cumple con todos sus propósitos e incluso ofrece algo que hoy en día no muchas cintas son capaces de brindar: perdurabilidad y obsesión. Me veo en la obligación de confesar que después de acostarme en la cama nada más llegar del cine de ver la película, no pude pegar ojo. Ni siquiera los ejemplos que he mencionado antes fueron capaces de dejarme con tamaña emoción. Solo daba vueltas y más vueltas pensando en László Toth (Brody), en Ersébet (Jones), y en Harrison (Pearce).

Tanto por extraña, como por oscura, como por ciegamente optimista, como por preciosa, como por cruda, como por triste y trágica, como por fascinante y fascinada, digo que The Brutalist, endiosada porque lo merece, es, probablemente, y solo el tiempo lo dirá, la película más importante del Siglo, y altamente probable, una de las más importantes de la historia. Uno de esos hitos —qué digo, más bien milagros— cinematográficos que dejan una mella (porque sí, te rompe por dentro) y una huella tan profunda en quien es testigo de ellos, de su grandeza, de su magnanimidad, que te posee, te obsesiona, no te deja libre. Marca, a ojos de quien escribe estas palabras, un punto de inflexión en el cine como arte, en el cine tal y como lo entendemos. Y es que tengamos claros los antecedentes: esta película se financió con apenas nueve millones de dólares, tardó tan solo treinta y cuatro días en rodarse, narra la historia de un arquitecto budapestino que encuentra un pseudorefugio (¿cómo de refugio es en realidad?, cabe preguntarse en el hondo plano dramático de la cinta) en Pensilvania y que, después de pasar las de Caín, cayendo presa de numerosos vicios, comienza a ver un halo de esperanza cuando un magnate multimillonario de intenciones y moralidad ambiguas le encomienda la construcción de un monumento de dimensiones pantagruélicas a la memoria de su reciente fallecida madre, mientras, a todo esto, sigue esperando reencontrarse con su mujer, quien sigue presa en Budapest. A todas luces parece (y lo parece porque lo es) un denso drama sobre la experiencia del inmigrante, el trauma judío, el arte y la ambición (tan íntimamente ligados, tanto por suerte como por desgracia) y el amor (sin florituras, un amor humano, a veces cruel, incluso despiadado, que no hace concesiones de ningún tipo) y, sin embargo, consigue y alberga una escala que está al alcance de muy pocas (y de muy pocos directores), una épica propia de películas que ya no se hacen, y que, no nos engañemos, tampoco se han hecho tanto, porque, y me ratifico en lo anterior, algo de este calibre está solo al alcance de unos pocos que, por ser tocados por la Gracia De Dios o porque el universo así lo haya querido, y por trabajo duro e incansable, consiguen erigir proyectos tan imposibles y suicidas como estos, que no tratan de nada sino de la propia vida, y por ello mismo he dicho antes que The Brutalist es más grande que la vida, porque en ella confluyen vida y arte, y porque trasciende.

Todo en ella funciona. Ningún elemento puede ser acusado de perjudicar el conjunto. Todas las partes que han puesto de sí mismas para que esto exista, funcione, y nos llegue a las carteleras, están completamente sincronizadas, en una armonía que supedita todos los caprichos individuales que pudieran lastrar un filme tan sumamente ambicioso a la nada más absoluta a la grandeza del cine que vive, que respira, que late. Todo opera en orden a la realización de la visión de un director que no aspiraba a nada menos que la eternidad; una visión, debe decirse, arriesgada, y que sin embargo funciona y despierta conmoción, emoción y empatía en quien la ve porque han peleado por ella, porque se lleve a término sin licencias, sin concesiones, sin permisos, olvidando por completo a la audiencia que pueda o no verla, el dinero que pueda o no recaudar, los premios (absolutamente merecidísimos, por otro lado) que pueda o no cosechar, o cualquier otro elemento externo imaginable. Porque es palpable que la única intención, el único interés de todo el equipo involucrado, era hacer una película. Era hacer esta película. Y lo demás, ya vendría. Y, efectivamente, le está llegando.

La película nace con un guion espléndido que pretende narrar y condensar en pocas horas (paradójicamente) la saga vital, artística, romántica y familiar de un arquitecto que nunca existió, de un genio que nunca vio la luz del día, pero que sin embargo parece más real que tú y que yo. Como si de una sinfonía operística se tratara nos narra su vida abriéndose paso entre las vicisitudes del sueño americano, y de la pesadilla que se esconde tras él.

Todo ello acompañado de una realización técnica exquisita y turgente, sólida como un ladrillo y frágil como un cristal, en la que destacan especialmente una fotografía de ensueño, tan apabullante como el argumento, y de una banda sonora inmensa, que te envuelve y te atrapa, provocando conmoción, evocando a veces la maravilla, a veces el terror, del sueño, erizándote la piel.
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spoiler:
Tampoco sería posible la concepción de esta cinta si no fuera por un montaje magistral que sabe guiarte a través de su historia con paciencia, con calma, pero sin aburrir nunca, siempre entreteniendo y cautivando con un ritmo, fuerza y pulso narrativos que poco tienen que envidiar (más bien debería ser al revés) a las pericias acrobáticas de numerosos y célebres blockbusters de entidad y duración menores (claro, con propósitos muy distintos, no vamos a ponernos esnobs y démosle a cada cosa el lugar que ocupa, le corresponde y persigue), estratégicamente planeados para mantener a la audiencia en vilo entre batallas, golpes de efecto, efectos especiales imposibles y demás herramientas artísticas destinadas al mero divertimento (subrayando que no tiene nada de malo sino todo lo contrario; mi única intención es reflejar que el ritmo de The Brutalist, sin recurrir a todo ello, porque no sería pertinente, ni lo persigue, consigue un entretenimiento similar, haciendo que sus tres horas y medias, segmentadas en dos partes milimétricamente estudiadas —el sueño y la pesadilla; la luz y la oscuridad; la esperanza y el tormento— se pasen volando; no te extrañe si incluso a su finalización te encuentras deseando que la película tuviera un poco más que contarte, que sus imágenes impertérritas e inexpugnables, ahora grabadas en tu memoria, continuaran su rumbo a un nuevo episodio sobre la vida del arquitecto).

Señalar que Brody hace el mejor papel de su carrera como Lázsló sería redundante, pero debe hacerse. Y dejadme en paz con las polémicas de que se ha usado la IA para corregir puntualmente la pronunciación de palabras en Húngaro, idioma que en pantalla no se habla más de dos minutos (de 215, que ya es decir); en ningún caso ese nimio elemento desacredita o desmerita la que, bajo mi opinión (y la de muchos, parece ser), es la mejor interpretación del año. La mirada de Brody incardinada en la vida de este personaje es tremendamente conmovedora y turbadora; te provoca emociones que van más allá de lo explicable, y una empatía descomunal, tan brutal como el propio título de la obra. Una actuación secundada, debe remarcarse, por dos intérpretes secundarios en estado de gracia como lo son Felicity Jones (que le den el Oscar a ella o a Grande, por Dios) en el dificilísimo papel de una mujer siempre desbordante de emociones contenidas hasta la extenuación, y Guy Pearce (quien también debería llevarse el premio), que encarna a una personalidad perturbada y perturbadora, pero también enigmática, profundamente ambiciosa y envidiosa, pero también encolerizada por un amor retorcido y que él mismo sabe inalcanzable (no puedo decir más).

Tratar de explicar por palabras lo que es esta película en última instancia es como tratar de explicarle a una persona que ni siquiera conozca el Empire Estate o la Estatua de la Libertad lo que se siente al verlas en persona por primera vez: una tarea ardua y realmente imposible. Tan solo he tratado de esbozar una idea de lo que vas a poder encontrarte una vez te decidas a comprar una entrada y a adentrarte en esta historia, que, valga la redundancia, hace historia a cada minuto que avanza.

Un último consejo: si no la ves en el cine, no la veas nunca.

10/10, y por derecho propio, la mejor película del recientemente comenzado 2025. Tengo la certeza de que nada podrá superarla, y no pasa nada, no cada año se es testigo de un evento de esta entidad, de este calibre.

Al cine. Ya.
18 de agosto de 2019
4 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es la primera vez que hago una crítica, y pienso haber escogido la película indicada para hacerlo. Al final y al cabo, probablemente estemos ante no solo uno de los eventos cinematográficos del año, sino de la historia del cine, con Érase una vez en Hollywood, una Oda al cine y a la industria que se encuentra detrás.

Intentar hablar de qué trata esta película es complicado. No por que esté privada de guión, todo lo contrario. Más bien es complicado por que no es un filme hecho para explicar después de ser visto. Es una película diseñada para ser experimentada en una gran pantalla. Pero si tuviera que hacer un breve resumen, diría que nos presenta a Rick Dalton, un actor en el año 1969 en horas bajas, y sus andaduras en aquel tenso Hollywood con Cliff Booth, su doble de acción. Además Rick Dalton, es vecino de Sharon Tate, quien fue víctima de una banda hippie en ese mismo año.

Si tuviera que destacar algo de esta película sería su guión, para mí, uno de los más “Tarantinescos” de su director. Un guión puro, una declaración de intenciones en toda regla, un director que ha querido contar una historia muy personal y ambiciosa, y lo ha hecho. Y es que es cierto que la película no tiene una historia lineal concreta. De hecho, como historia, se trata de algo tan simple como lo que he resumiendo anteriormente. Pero es que donde en realidad reside la proeza de este guión, es en el reflejo que hace de Hollywood en los 60/70. Y es que nos presenta dos mundos: el idealizado, donde se encuentran Sharon Tate, por ejemplo, y el más crudo, violento y sórdido, con los hippies encabezándolo. Y Rick Dalton es la catarsis, el choque entre estos dos mundos. También Cliff Booth. Es una carta de amor al cine, sin prejuicios.

Otro aspecto muy positivo es su reparto, su trío protagónico en concreto. DiCaprio, Pitt y Robbie hacen las delicias del espectador, intrigado hasta el último momento de la cinta. En cada instante me creo a los personajes. Sus gestos, sus miradas... increíble. Robbie se impone magistral, calcando la actitud tan risueña de Sharon Tate.
Además la película cuenta con un apartado visual increíble, filmada con una especie de granulado que le da un toque de película más clásica, incluso elegante. Aunque es cierto que muchos planos endiosados de pies sobraban (cuando veáis la película lo entenderéis. Tarantino, conocemos tu fetiche, pero tampoco te pases).

La banda sonora, está a otro nivel. Parece un personaje más.

Por cierto, cómo Tarantino mezcla todos los géneros es una gozada. Hilarantes varios momentos, terroríficos otros tantos, y tensión en cada minuto. Toda la película muy contenida, hasta su desenlace, tremendo y gore.

Id a verla.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Grandioso el momento de Brad Pitt contra una de las hippies y su cabeza.
La escena del cine de Robbie es magistral.
El giro argumental es increíble, y demuestra que Tarantino no tiene miedo de nadie y nada, y si quiere hacer algo, lo hará hasta el final, con todas las consecuencias, en este caso, muchas críticas. Dejar a Sharon Tate viva, es uno de los homenajes más bonitos que ha podido hacer.
Y Leonardo DiCaprio con su lanzallamas, es de otro mundo.
Ojalá triunfe en los Oscars, y no sea ignorada como todas sus películas, más concretamente con Los Odiosos Ocho, donde no recibió casi ni nominaciones, siendo de sus mejores películas (unpopular opinion).
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