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Críticas 3
Críticas ordenadas por utilidad
Críticas ordenadas por utilidad
7
8 de marzo de 2013
22 de 29 usuarios han encontrado esta crítica útil
Ya llevamos varios años de revisión de cuentos infantiles. No hay mes que algunas de las películas basadas en ellos no estén en cartelera, hasta el punto de casi coincidir tres Blancanieves al mismo tiempo. Y los hay para todos los gustos, cuentos explotados desde la comedia, la acción y con su punto de terror. En esta carrera frenética de títulos tan dispares y algunos disparatados, Disney juega en casa. La productora no pierde la perspectiva de a quién van dirigidas sus películas y mantiene la filosofía de las historias originales pero añadiendo el máximo espectáculo audiovisual que permite la técnica. Al igual que sucedió en Alicia, en el país de las maravillas de Tim Burton ponen al frente del proyecto a un director de renombre y con fuerte personalidad. Sin ellos, la película sería la misma y no variaría en casi nada pero salen en los créditos. Suficiente para despertar la curiosidad de qué pueden hacer en la fábrica de los sueños y de paso ampliar el target.

El turno le llega a Sam Raimi dirigiendo Oz, un mundo de fantasía que después de casi ochenta años del estreno de El mago de Oz de Victor Fleming busca los orígenes del personaje y del universo creado por Frank L. Baum. Un tirabuzón en el guion que evita mancillar la memoria de Dorothy y sus amigos y que permite libertad en el desarrollo de una nueva trama enlazando con la obra de 1939.

La nueva película arranca en un circo de Kansas –paraje donde siempre suena Somewhere Over the Rainbow- en un bello y elegante blanco y negro en formato 1.33 con estética freak recargada para presentar a Oscar Diggs, el mago de Oz, interpretado por James Franco. Como en todo cuento, el protagonista queda definido desde el primer momento. El misterioso Oz que persiguió Dorothy por las baldosas amarillas no es más que un charlatán de tres al cuarto con más cara que espalda. El nuevo héroe para tiempos modernos. Cuando Oscar Diggs llega a Oz, la pantalla se abre en un festival de colores saturados y panorámicas espectaculares de un mundo mágico. Es la gran baza del filme, el espectáculo audiovisual heredero directo de Alicia, en el país de las maravillas y con el 3D más logrado que hemos visto desde Avatar.

Como en todo cuento, hay brujas -tres para ser exactos: malas muy malas y buenas muy buenas y todas guapas-, interpretadas por Michelle Williams, Rachel Weisz y Mila Kunis, pero todos sabemos que la belleza está en el interior y la maldad por su naturaleza es fea y no se puede ocultar. Todas correctas en su papel, dan categoría al filme por su percha. Terminarán en un duelo de bruja de alto copete al más puro estilo far west. Quién baja el listón es James Franco. El papel de Oz tiene el descaro y la estridencia suficiente para sacarle más partido que una sonrisa socarrona. Pero lo mejor del reparto está en los secundarios, en una niña de porcelana y en un mono mayordomo, ambos un prodigio de la técnica. Incluso tenemos a los Umpa Lumpa de turno.

El atractivo visual pondrá de acuerdo a pequeños y adultos. Donde puede haber falta de consenso es en la duración. Sin perder de vista que la película tiene que encajar en el consumo infantil, el exceso de metraje –dura más de dos horas- puede agotar la concentración por mucho que se explote la paleta Pantone. Para los mayores, sólo hace falta entregarse al espectáculo y dejarse llevar por la fábrica de los sueños. Y para los que busquen el sello de Sam Raimi, ni rastro, ni se molesten.

@fsjimenez
www.cinemastric.com
8 de marzo de 2013 2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
El cine chino cada vez nos tiene más acostumbrados a superproducciones capaces de conquistar los cines de todo el mundo y no sólo quedarse con los premios de los festivales internacionales. Otra prueba más está en Las flores de la guerra de Zhang Yimou, uno de los mejores directores del país y del mundo con joyas como Sogo Rojo, ¡Vivir!, La linterna roja o la espectacular Hero. Llega tarde, como casi todas las películas asiáticas, con un año de retraso y con poca distribución pero quien la vea podrá comprobar que puede codearse con cualquier producción estadounidense. No en vano es la más cara de la historia de China con una clara vocación internacional. Christian Bale es el actor principal del filme y no por casualidad. La cara de Batman vuelve al campo de batalla chino, con apenas 13 años protagonizó la angustiosa y lacrimógena El imperio del sol de Steven Spielberg. En aquella película se vio envuelto en una guerra que no le pertenecía hasta que formó parte de ella y en Las flores de la guerra le pasa algo parecido.

El actor galés interpreta a John, un maquillador de cadáveres americano, ajeno a la guerra que se dedica al lucrativo negocio de las funerarias en mitad de la invasión del imperio japonés a la ciudad china de Nanking. Pero Las flores de la guerra no es sólo la historia de John, es la historia de catorce prostitutas, trece estudiantes y un monaguillo. Es la historia de inocentes, víctimas de las atrocidades de la guerra. Pequeñas historias en mitad de la salvajada que merecen la pena ser contadas y mucho más convertidas en película. La novela de Yan Geling Las 13 mujeres de Nankín, en la que se basa el filme, cuenta como tres mundos distintos terminan reconciliados para sobrevivir a la guerra.

Es inevitable acordarse de Ciudad de vida y muerte, la impresionante película de Lu Chuan que con un voraz y brutal blanco y negro narró la batalla Nanking. Comparten el mismo acontecimiento histórico, el genocidio del ejército japonés que asesinó y torturó a más de 400.000 chinos. Pero Las flores de la guerra tiene más que ver con La lista de Schindler de Steven Spielberg o en clave española con Las 13 rosas, a la hora de subrayar los actos de valentía y de generosidad rodeados de barbarie

Zhang Yimou ofrece la primera lección de cine en los primeros veinte minutos de película al mostrar la escasa resistencia que opusieron las tropas chinas frente a las japonesas dejando secuencias para el recuerdo del mejor tiempo bélico al tiempo que presenta a los protagonistas, la voracidad y fiereza de los militares japoneses y la generosidad y honor del pueblo chino. A partir de aquí, Zhang Yimou se centra en el desarrollo de los personajes dentro de una iglesia sitiada por el enemigo. En un lugar tan apropiado para que la mayoría de personajes busquen reconciliarse con ellos mismos y con el prójimo, y el director dé rienda a su poesía visual.

Christian Bale se integra perfectamente con el resto del reparto chino en una interpretación sólida y contenida en las escenas de más dramáticas. Sobresale Ni Ni que hace de sensual prostituta. Zhang Yimou retrata como nadie a los personajes femeninos llenándolos dibujando sutiles caras pero sin dejar explotar la parte más sexual.

Puede que no sea la mejor película de Zhang Yimou. Lo malo de una megaprodrucción como esta es que no hay hueco para el formalismo y deleite contemplativo que impera en las mejores películas del director chino, pero estamos hablando de una grandísima película que debería llevar el imperativo legal de verla.

@fsjimenez en http://www.cinemastric.com
28 de febrero de 2013 2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
El cine no ha sido ajeno al fenómeno de la inmigración con mayor o menor atino. Infinidad de documentales o películas de ficción recogen la búsqueda del paraíso prometido, la mitificación de los extranjeros que han logrado conquistar el país de destino o retratar la dura realidad con la que se encuentran. Donde pocas veces se ha puesto una cámara ha sido en el viaje de vuelta. Antonio Méndez Esparza en su primer largometraje Aquí y allá explora un territorio casi desconocido: el retorno a casa de Pedro, un emigrante mexicano, que aspira a montar un grupo de música después de su estancia en Estados Unidos.

El joven cineasta, formado en Los Ángeles, ya abordó esta temática en su corto Una y otra vez, pero en su primer largo va más allá con una original y atrevida mirada. La película tiene un realismo inusitado. Primero, por los actores no profesionales, escogidos entre los habitantes del estado mexicano de Guerrero que viven en sus carnes la realidad que muestra el director; y segundo, por la dirección y el montaje.

Antonio Méndez Esparza transita cerca de la frontera del documental con largos planos secuencia y casi episódicos para contar de una manera intimista cómo se adapta al nuevo entorno el protagonista. De manera sosegada y con planos fijos, la realidad fluye de forma natural delante de la cámara sacando los miedos, dudas y esperanzas de unos personajes herméticos con sutileza.

@fsjimenez
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