No hay un adjetivo para describir la secuela de una película, que a pesar de no ser para nada buena, podría considerarse un clásico del género así como de los 90.
Ya desde el principio es un despróposito y va avanzando como pollo sin cabeza hasta los créditos finales.
Se pensaba a lo mejor que con la aparición de algunos personajes de su predecesora podría ganar algo de crédito, pero resulta ser todo lo contrario que añadido a los nuevos fichajes hacen que sea una película para que Roland Emmerich se replantee qué ha hecho.
Los guiones rozan la humillación, lo que hacen que las actuaciones sean bochornosas viendo además que algunos como Bill Pullman parecen sacados de un centro de desintoxicación y son capaces de manejar armas y naves alienígenas como si se tratara del mando de la tele.
Los efectos especiales no se les podría poner ningún pero ya que se trata de un director que vive por y para la destrucción total como ha demostrado hasta ahora (exceptuando El patriota y algún otro título que se me escapará).
Pero la película en sí engloba todo lo que te esperarías encontrar en una película americana donde los muy buenos salen airosos de todo y cuando parece que todo se solucionó aparece algo mucho peor sin sentido.
En conclusión, hay un saco de películas de éste mismo género o de otro que merecen mucha más atención que ´´esto``