Vaya por delante que por razones culturales no soy entendido ni entusiasta del cine chino, aunque algunas de sus películas me hayan emocionado, "Ciudad de vida y muerte" es la última que recuerdo. Tambien reconozco que me dirigí a ver esta en concreto por motivos fundamentalmente de horario. Una vez sentado en mi butaca, cerca de la pantalla, en una sala pequeña de las que no facilitan el consumo de crujientes palomitas, me vi sorprendido por un film extraordinario, situado en el polo opuesto de la estridencia, donde una bella historia de amor entre dos seres bellos, sobre todo por dentro, transcurre en un ambiente gris, sin brillos, pero sin caer en el "modo Ripstein" donde la represión política se siente, constante, opresiva, pero no se ve, mientras la fuerza, el coraje y la determinación de sus protagonistas se enfrentan a la situación con las solas armas de su candor, sus miradas y sus sonrisas. Ella fundamentalmente sensible, el extraordinariamente alegre. Durante los diez minutos siguientes al final, mientras regresaba a casa me sentí mejor persona por la sensación que había dejado en mí esta preciosa película de amor.

Es lo que hace la voz en off del protagonista. Quizás aquí radique su principal deficiencia. Cuando se tiene que recurrir a ese extremo, o bien la novela es peliaguda de llevar al cine y no queda otro remedio o la falta de oficio de los guionistas o del director no encuentra otra forma. Aún así, está llena de cosas inexplicables en lo que cuenta. Los viajes parecen spots de publicidad, aunque los de vuelta los resume en una sola imagen, eso sí, siempre la misma. Yo en particular he echado de menos a los propios gusanos de seda, tan solo una breve aparición, a la propia seda, y a la persona que enseñó francés al señor feudal japonés, un feudo un poco cutre, no?, ya que puestos a deslumbrar..., por qué en Japón no?.
Los actores afectados, Keira, guapísima, como es ella, y el Pitt de hoy no tiene nada que ver con la frescura que desplegaba en "Soñadores". A destacar el oficio de Alfred Molina.

Me pasa con muchas de esas películas tan ensalzadas de antemano, pero en este caso, no me he arrepentido. Para ser un proyecto enorme me parece muy bien resuelto, cierto que deja cosas por abordar o que en otras no profundiza lo que se merecen, todo esto ha de ser debido a que un film de cinco o seis horas no es comercialmente rentable y tiene que elegir y creo que opta por el minimalismo de la, digamos, "rama científica", en detrimento de las costumbres, la política... la religión, sobre todo de esta última, en la que podía haber hecho más incapié. En resumen, la película no regala nada, no te deja disfrutar, ya que los tiempos no estaban para molicies. Solo retazos, apuntes... todo muy leve, pero ahí está. El trato a los esclavos, la ambición por el poder, el fanatismo hiper-religioso, la situación política, la consideración de la mujer (me parece recordar que por aquel entonces, aún no tenían alma)solo se puntean y el grueso de la anécdota transcurre por las elipses. Pero resumiendo una magnífica película de la que esperaba menos.

Hay muy variadas películas que se dedican a contar historias dentro de historias, en esta el personaje principal recurre a crear otros personajes a través de los cuales explicarse, dar rienda suelta a las fantasías que más tarde incorpora algunas a su vida.
Muy contenida en la forma, deja al espectador tomar partido en lo que está viendo a través de sutilezas y retazos, que cada persona interpreta según sus propias expectativas.
El único pero es que los distintos niveles en los que transcurre el relato en ocasiones lo hace difícil de seguir.
Muy recomendable para repetir su visión, seguro que entonces se comprende todo mejor.

Independientemente del consabido choque de culturas etc., si bien queda expresado bastante mejor en "Contra la pared" -o bien durante el tiempo transcurrido de una película a otra estas se han acercado- creo que es un film sobre todo de amor, un amor por encima de los parentescos, géneros, razas, edades y de perdón, por muy imperdonables que sean las ofensas.
Unos actores contenidos, donde lo más importante son las miradas, nos hacen creible esta complicada historia, que se roza sin reconocerse.
El punto que falta para la excelencia es debido a esa falta de fuerza en algunos momentos, quizás debido a esa misma contención