Es una de esas películas que no se olvidan fácilmente, y no porque sea cómoda de ver, sino precisamente por lo contrario. Le doy una crítica muy positiva, en torno a un 8,5 sobre 10, por varias razones:

A favor:

Actuaciones brutales: Demi Moore se luce con una interpretación valiente, descarnada y sin concesiones. Margaret Qualley, como su "otro yo", aporta una energía salvaje y perturbadora.

Dirección con garra: Coralie Fargeat (Revenge) construye un relato visualmente potente, con ecos de Cronenberg y una sensibilidad muy actual.

Mensaje poderoso: Critica con inteligencia y furia la obsesión con la juventud, el culto al cuerpo y la industria del espectáculo. No va de puntillas, va al cuello.

Estética grotesca pero poética: El horror corporal se usa como un lenguaje simbólico, no como simple shock visual.

En contra:

No es para todos los públicos: Hay escenas incómodas, repulsivas incluso. Si buscas entretenimiento ligero, esta no es tu peli.

El guion se enreda: Hacia el final, su metáfora se vuelve tan ambiciosa que roza lo confuso. Aunque eso también le da un aire de obra de culto.