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Críticas ordenadas por utilidad
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6.8
38,494
5
6 de febrero de 2012
6 de febrero de 2012
4 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Moneyball cuenta las desventuras de Billy Beane, mánager de un modesto equipo de béisbol, los Oakland Athletics, quienes ven cómo temporada tras temporada susbsisten, muy a su pesar, en la misma liga que otros titantes como los Red Sox. Harto de ver cómo los grandes se llevan a sus jugadores, Beane decide tirar por la tangente y seguir la estrategia de un joven licenciado en economía, Peter Brand. Una estrategia basada en la mera estadística, en el máximo rendimiento de sus jugadores con el mínimo gasto. En definitiva, una política de equipo basada en la austeridad.
Bennet Miller nos brinda un producto regulero y manido hasta el paroxismo, la historia del (anti)héroe americano con cuentas pendientes que se ve superado por circunstancias pasadas que le llevan a la obsesión por la gloria. Porque (cont)
Bennet Miller nos brinda un producto regulero y manido hasta el paroxismo, la historia del (anti)héroe americano con cuentas pendientes que se ve superado por circunstancias pasadas que le llevan a la obsesión por la gloria. Porque (cont)
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Beane, otrora joven promesa del béisbol, tuvo que vivir su propio fracaso y ahora ve cómo si no pone remedio, será devorado de nuevo por los viejos fantasmas del fracaso.
No soy muy dado a comparar películas, pero dado que Aaron Sorkin también fue guionista de La Red Social, es inevitable. Ambas articulan su discurso en torno a un aparente MacGuffin: en Moneyball es el béisbol, y en La Red Social facebook. El problema reside en que mientras la película de Fincher nos propone ejercicio audiovisual impecablemente dirigido y montado, aquí nos encontramos con un ensamblaje de imágenes pobres, de idas y venidas de un lugar a otro a través de conversaciones en su mayoría faltas de peso y continuas secuencias y discursos sobre estadística que quieren emocionar al espectador pero que acaban por perderle, y concretamente en mi caso, en una película sobre un deporte nacido por y para los americanos que no me interesa en absoluto.
Moneyball es la historia mil veces vista de un patriota que es tentado por el diablo pero que mantiene su integridad personal gracias a su altruismo y humildad, un discurso repetitivo cuyo único objetivo es albergar alguna estatuilla pero de escaso valor cinematográfico. Es la historia del triunfo que, curiosamente fracasa en su ejecución.
No soy muy dado a comparar películas, pero dado que Aaron Sorkin también fue guionista de La Red Social, es inevitable. Ambas articulan su discurso en torno a un aparente MacGuffin: en Moneyball es el béisbol, y en La Red Social facebook. El problema reside en que mientras la película de Fincher nos propone ejercicio audiovisual impecablemente dirigido y montado, aquí nos encontramos con un ensamblaje de imágenes pobres, de idas y venidas de un lugar a otro a través de conversaciones en su mayoría faltas de peso y continuas secuencias y discursos sobre estadística que quieren emocionar al espectador pero que acaban por perderle, y concretamente en mi caso, en una película sobre un deporte nacido por y para los americanos que no me interesa en absoluto.
Moneyball es la historia mil veces vista de un patriota que es tentado por el diablo pero que mantiene su integridad personal gracias a su altruismo y humildad, un discurso repetitivo cuyo único objetivo es albergar alguna estatuilla pero de escaso valor cinematográfico. Es la historia del triunfo que, curiosamente fracasa en su ejecución.

6.7
52,718
10
8 de febrero de 2012
8 de febrero de 2012
2 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Me ocurre muy a menudo que, cuando voy a ver una película sin ningún tipo de expectativas acabo por salir del cine contento. En este caso, no sólo salí contento sino absolutamente fascinado por tamaña oda al cine. Y que conste que jamás me he leído un cómic de Tintín, así que me limitaré a lo meramente cinematográfico, que es mucho.
“Las Aventuras de Tintín: el secreto del unicornio” podría ser tachada de experimento tecnológico gratuíto, y sin embargo no hay absolutamente ningún plano que no esté pensado o justificado. Ya desde los títulos de crédito se profesa un profundo buen hacer y amor por la obra original, contándonos en un hilo de imágenes “cartoon” otra historia paralela muy bien acompañada de la melodía de Williams, donde los que desconocemos al personaje podemos aproximarnos muy bien a su peculiar aroma.
“Las Aventuras de Tintín: el secreto del unicornio” podría ser tachada de experimento tecnológico gratuíto, y sin embargo no hay absolutamente ningún plano que no esté pensado o justificado. Ya desde los títulos de crédito se profesa un profundo buen hacer y amor por la obra original, contándonos en un hilo de imágenes “cartoon” otra historia paralela muy bien acompañada de la melodía de Williams, donde los que desconocemos al personaje podemos aproximarnos muy bien a su peculiar aroma.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Y entonces llega lo mejor, una concatenación de set-pieces maravillosamente planificadas, una montaña rusa audiovisual digna de admirar, impulsada ya desde el principio por la maravillosa presentación del “chico de peculiar flequillo” en el mercadillo, a través de un retrato en “dibujo” homenaje al personaje tal cual nació de los cómics. Con eso ya basta para hacernos una idea de lo que nos espera, pero por suerte para el espectador quedan muchos momentos de puro cine que van desde el magnífico momento en la biblioteca al más puro estilo “noir” (atención a las luces y los encuadres), hasta el tratamiento que se hace de la historia del carterista, propio del mismísimo universo Hitchcock (esos planos detalle de las manos preparándose para el ataque), pasando por supuesto por un vasto continuum de autorreferencias al imaginario spielbergiano de “Tiburón” o “En busca del arca perdida”.
Y cómo no, mención especial a las texturas y la luz, sobre todo en la ambientación de Bruselas y al plano secuencia del tercio final, que desmuestran una planificación y sentido del ritmo SUBLIMES. Y ojo al final, donde lo que debería ser una lucha de espadas se convierte en una pelea de grúas¿? En fin…
…es un film con tantísimos detalles que me podría tirar escribiendo el día entero, pero lo mejor que podéis hacer es verla, y no dejaos engañar por las apariencias, pues en este caso además, la técnica del motion capture está totalmente justificada. Tanto es así que, de haber sido un film de animación al uso sería un simple copy-paste del cómic, y de la misma manera, si se hubiera hecho con actores de carne y hueso sería un film carente de espíritu. Pura muestra de técnica al servicio de la historia. Puro acontecimiento fílmico.
OBLIGATORIA.
Y cómo no, mención especial a las texturas y la luz, sobre todo en la ambientación de Bruselas y al plano secuencia del tercio final, que desmuestran una planificación y sentido del ritmo SUBLIMES. Y ojo al final, donde lo que debería ser una lucha de espadas se convierte en una pelea de grúas¿? En fin…
…es un film con tantísimos detalles que me podría tirar escribiendo el día entero, pero lo mejor que podéis hacer es verla, y no dejaos engañar por las apariencias, pues en este caso además, la técnica del motion capture está totalmente justificada. Tanto es así que, de haber sido un film de animación al uso sería un simple copy-paste del cómic, y de la misma manera, si se hubiera hecho con actores de carne y hueso sería un film carente de espíritu. Pura muestra de técnica al servicio de la historia. Puro acontecimiento fílmico.
OBLIGATORIA.

6.5
29,647
5
9 de febrero de 2012
9 de febrero de 2012
0 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
A estas alturas es indudable la pericia narrativa del genio de Cincinnati, pero también es cierto que llegado a una cierta madurez, parece menos hábil a la hora de arreglar guiones de menor calidad. Eso es exactamente lo que ocurre en “War Horse”, una cinta con pasajes interesantes pero menor en la filmografía de Spielberg.
En “War Horse” seguimos las peripecias de un lustroso caballo, quien tras ser objeto de puja en una subasta va a parar a la campiña de los Narracott. Allí, será criado por el joven Albert, quien domará al rocín y entablará una entrañable amistad con él. Llegados a cierto punto se separan, y el joven animal servirá como hilo conductor para adentrarnos en diversas microhistorias a lo largo de la I Guerra Mundial.
Spielberg, como decía, tuvo una época donde podía disfrazar pésimos guiones, y donde los guiones consistentes se convertían en obras maestras. En esta ocasión, estamos ante un director que no sabe (o simplemente no puede) sacar adelante una historia donde el protagonista absoluto es el caballo. Las secuencias se suceden como recortes de un collage que no termina de quedar muy bien hilado; como si se encontrara atrapado y no supiera muy bien cómo salir de una historia y meterse en otra. Tanto es así, que ya desde el primer segundo se intenta emocionar con la sobreutilización de la música, como si los encargados no fueran capaces de conectar con el espectador si no es con una melodía conmovedora y envolvente. Otros relatos de este tipo funcionaron bien, por ejemplo, en Forrest Gump, donde sí que había una justificación emotiva en el protagonista que nos hacía seguir con interés los acontecimientos, por otro lado mucho más variados que una única guerra.
Un punto a favor es que está muy bien fotografiada por Janusz Kaminski, quien juega mucho con unos tonos cálidos y apastelados muy acertados, lo que por otro lado no hace sino apoyar ese toque naíf, preciosista y lacrimógeno muy alejado de sus trabajos anteriores con Spielberg. Muy buen juego con la luz, y preciosa utilización de las sombras.
En “War Horse” seguimos las peripecias de un lustroso caballo, quien tras ser objeto de puja en una subasta va a parar a la campiña de los Narracott. Allí, será criado por el joven Albert, quien domará al rocín y entablará una entrañable amistad con él. Llegados a cierto punto se separan, y el joven animal servirá como hilo conductor para adentrarnos en diversas microhistorias a lo largo de la I Guerra Mundial.
Spielberg, como decía, tuvo una época donde podía disfrazar pésimos guiones, y donde los guiones consistentes se convertían en obras maestras. En esta ocasión, estamos ante un director que no sabe (o simplemente no puede) sacar adelante una historia donde el protagonista absoluto es el caballo. Las secuencias se suceden como recortes de un collage que no termina de quedar muy bien hilado; como si se encontrara atrapado y no supiera muy bien cómo salir de una historia y meterse en otra. Tanto es así, que ya desde el primer segundo se intenta emocionar con la sobreutilización de la música, como si los encargados no fueran capaces de conectar con el espectador si no es con una melodía conmovedora y envolvente. Otros relatos de este tipo funcionaron bien, por ejemplo, en Forrest Gump, donde sí que había una justificación emotiva en el protagonista que nos hacía seguir con interés los acontecimientos, por otro lado mucho más variados que una única guerra.
Un punto a favor es que está muy bien fotografiada por Janusz Kaminski, quien juega mucho con unos tonos cálidos y apastelados muy acertados, lo que por otro lado no hace sino apoyar ese toque naíf, preciosista y lacrimógeno muy alejado de sus trabajos anteriores con Spielberg. Muy buen juego con la luz, y preciosa utilización de las sombras.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Es una obra standard, con esquemas repetitivos apoyados en planos aéreos y grúa que dotan a la película de cierta belleza visual que ayudan especialmente a que la película crezca en el último tercio, cuando entra en harina y Joey (como se llama el caballo) se adentra en la crudeza de la guerra y lo vemos en verdadero peligro. Es aquí cuando más funciona, aunque por otro lado, es donde el discurso moralista se hace más evidente que nunca. Porque Joey no es sino un símbolo de la voluntad, el amor y el cariño que deber reinar. Para muestra un botón: la secuencia en que un alemán y un inglés intentan desantrincherar al caballo, que aunque con gags interesantes, peca de edulcorada y obvia. Algo que por otra parte, es problema de todo el film.
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