Lo tengo claro. Las películas de amor yankee no están, ni estarán a la altura del cine de amor europeo. Nosotros vamos más allá, no nos basta con la superficialidad, queremos calar hondo al espectador, mostrando el verdadero deseo y amor de dos personas, en este caso dos chicas, Adèle y Emma, donde el flechazo las fulmina en ese instante magnifico donde se devuelven las miradas. ¿ A quién no le ha pasado alguna vez?

Mi enhorabuena a las dos actrices protagonistas y sus interpretaciones, nada fáciles de realizar. Esas escenas de sexo en la intimidad quizás rocen lo pornográfico para algunos, pero para mi es un regalo de puro erotismo del director, hacernos saber que el deseo es algo que existe y eso queda patente en las caras de las actrices.
Los primeros planos de labios, ojos, rostros de las actrices, hacen que el espectador forme parte de la historia; me siento como si estuviera espiando en todo momento a las protagonistas.

Nos encontramos con Adèle, donde a lo largo de 3 horas de largometraje, vemos como pasa de adolescente a mujer, por otro lado, tenemos a Emma, la figura madura y con más experiencia de la relación. Ambas dispuestas a dar y recibir amor. Son como el ying y el yang, dos fuerzas opuestas y complementarias que se funden en un amor que parece eterno pero efímero a la vez.

Esta película no será fácil de olvidar, esperemos que dentro de unos años sea recordada y no caiga en el olvido.

Cine palomitero para meterte mano en el cine con tu novia. Si no tienes, pues para masturbarte mientras piensas en Jesucristo. Hugh Grant da menos miedo que el payaso Miliki. Las misioneras mojigatas tienen más futuro como actrices porno. Me arrepiento de haber malgastado mi dinero alquilando está película.

Moraleja: La religión solo es un sistema de control. Dios no existe, solo somos hormigas en una roca flotando por el espacio sin propósito divino ni la esperanza de alcanzar la vida eterna. ¿Aterrador, verdad?