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6.2
1,804
6
12 de febrero de 2008
12 de febrero de 2008
18 de 24 usuarios han encontrado esta crítica útil
Kusturica sigue por sus fueros y nos ofrece más de lo mismo: mismos personajes, mismo ritmo, mismas licencias poéticas, mismas reminiscencias fellinianas... No obstante, supone un avance respecto a La vida es un milagro; Kusturica construye una fabula europea (otra) esta vez con un panorama de Serbia inscrito en el contexto de la UE. Los elementos de la fábula son nítidos, siempre paródicos y en ocasiones aportan una interesante proyección de las formas de representación del europeismo en el cine, como por ejemplo la maliciosa alusión al Festival de Eurovisión, trasmutado en un Karaoke en el que se suceden distintas personas que entonan la misma canción en inglés.
Las referencias a la difusa UE no son un recurso habitual en las películas que se realizan en el continente, si bien desde los noventa vienen realizándose, cada vez con más frecuencia, algunos ejemplos que nos alumbran sobre el interés que despierta la institución en el cine y sobre la idea del europeismo. Ahí quedan Kieslowski con sus Tres Colores, No man's Land de Denis Tanovic, Una casa de locos de Cédric Klapisch y otras tantas. Aun queda mucho por explorar.
Las referencias a la difusa UE no son un recurso habitual en las películas que se realizan en el continente, si bien desde los noventa vienen realizándose, cada vez con más frecuencia, algunos ejemplos que nos alumbran sobre el interés que despierta la institución en el cine y sobre la idea del europeismo. Ahí quedan Kieslowski con sus Tres Colores, No man's Land de Denis Tanovic, Una casa de locos de Cédric Klapisch y otras tantas. Aun queda mucho por explorar.
6
17 de diciembre de 2011
17 de diciembre de 2011
12 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
El cine rumano es uno de esos extraños fenómenos nacionales que tienen lugar en el panorama cinematográfico cada cierto tiempo como podría ser el caso del aclamado cine iraní de los noventa. Desde la llegada de Christian Mungiu a los circuitos internacionales parece que salió a la luz un nuevo estilo de donde antes para el hombre "de a pie" sólo existía la nada. 4 meses, 3 semanas y 2 días llegó como el caballo de Troya que abrió la puerta a un cine más amplio y con un halo de prestigio. Por eso y por lo reciente del impacto del desembarco rumano es prácticamente inevitable abordar esta Buna! Ce faci? sin referirse a la cinta de Mungiu, por un lado porque no tenemos muchos otros modelos en los que fijarnos pero por otro lado porque al hacerlo las piezas nos encajan muy bien.
Al visionar esta película queda la aguda sensación de estar asistiendo al reverso de la moneda del universo mostrado por 4 meses... Donde en una se presenta una dramática, sombría y dura visión de las consecuencias del sexo enmarcada en un ambiente represivo, aquí tenemos una comedia amable con una autentica liberación sexual en juego. La promiscuidad y el sexo hedonista que aquí vemos están desprovistos de toda perversidad más allá del dilema moral de la infidelidad.
Al visionar esta película queda la aguda sensación de estar asistiendo al reverso de la moneda del universo mostrado por 4 meses... Donde en una se presenta una dramática, sombría y dura visión de las consecuencias del sexo enmarcada en un ambiente represivo, aquí tenemos una comedia amable con una autentica liberación sexual en juego. La promiscuidad y el sexo hedonista que aquí vemos están desprovistos de toda perversidad más allá del dilema moral de la infidelidad.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Como en toda liberación, debemos hacer frente a un conflicto generacional. La pareja protagonista está sometida a la erosión de un rutinario matrimonio que empieza a pesar, muy claramente presentada en la secuencia inicial a través de una serie de mecánicos planos cortos de insufrible cotidianeidad. El sexo en este espacio además de ser muy poco apetecible, de existir, es pacato y falto de fantasías, de los de misionero bajo las sábanas y con la luz apagada. En cambio el hijo de la pareja es un auténtico sátiro adolescente, un semental que sueña con ser actor porno y que actúa como tal en el filme obsequiándonos con escenas de tríos en las aulas del instituto, orgías de cumpleaños más propias de Eyes wide Shut o sugerentes posturas sobre la lavadora. En el mismo caso se encuentra el paradigma femenino de su edad, representado por la empleada de la tintoreria, tan atrevida como voluble en sus atracciones sexuales.
Nada que ver, por supuesto, con el secretismo, la culpa y la humillación que deben sufrir las chicas de Mungiu. No obstante, aunque pareciera que asistimos a una revolución, en realidad es más una evolución sexual adaptada a los tiempos que corren por occidente, donde se airea y festeja el sexo explicito pero donde se reclama la decencia y el modelo familiar. Hay un cierto tinte moralista en el devenir de los dos jóvenes que dado un momento le ponen freno a sus hormonas, ella escarmentada después de un mal trago con un hombre casado, pero sobre todo él; de aspirante a Rocco Sifredi, de repente sienta la cabeza, comienza a sacar dieces en física, se enamora de forma inverosímil de la más casta y empollona de la clase y hasta se da tiempo antes de pasar a la acción.
Más ambiguo resulta el desenlace de la madura pareja protagonista, que llega al mundo del adulterio y la seducción a través de internet. Con la misma torpeza con la que manejan el ordenador, un objeto tan atrayente como ajeno e inaprehensible, se dan de bruces con el desencanto. El juego de la fiebre tecnológica les desvela un artificio engañoso que les devuelve a su mundo generacional como la imagen de un espejo. La cuestión de la tecnología como alegoría de la modernidad no es en absoluto baladí y si que implica una ruptura (al contrario que el asunto sexual donde en el fondo si que existe una continuidad). El matrimonio tiene dedicaciones muy artesanales, la música clásica y la tintorería; la trabajada ambientación de su entorno cotidiano nos retrotrae a una realidad algo desfasada: la bañera a la antigua, las paredes y alicatados, las superficies gastadas...
Buna! Ce faci? es en definitiva una película de contrastes, no sólo en su diégesis sino también desde la perspectiva de una contextualización nacional: un filme amable que nos da a conocer la hasta el momento parte oculta de una realidad poliédrica que como cualquier cine, el rumano también posee.
Nada que ver, por supuesto, con el secretismo, la culpa y la humillación que deben sufrir las chicas de Mungiu. No obstante, aunque pareciera que asistimos a una revolución, en realidad es más una evolución sexual adaptada a los tiempos que corren por occidente, donde se airea y festeja el sexo explicito pero donde se reclama la decencia y el modelo familiar. Hay un cierto tinte moralista en el devenir de los dos jóvenes que dado un momento le ponen freno a sus hormonas, ella escarmentada después de un mal trago con un hombre casado, pero sobre todo él; de aspirante a Rocco Sifredi, de repente sienta la cabeza, comienza a sacar dieces en física, se enamora de forma inverosímil de la más casta y empollona de la clase y hasta se da tiempo antes de pasar a la acción.
Más ambiguo resulta el desenlace de la madura pareja protagonista, que llega al mundo del adulterio y la seducción a través de internet. Con la misma torpeza con la que manejan el ordenador, un objeto tan atrayente como ajeno e inaprehensible, se dan de bruces con el desencanto. El juego de la fiebre tecnológica les desvela un artificio engañoso que les devuelve a su mundo generacional como la imagen de un espejo. La cuestión de la tecnología como alegoría de la modernidad no es en absoluto baladí y si que implica una ruptura (al contrario que el asunto sexual donde en el fondo si que existe una continuidad). El matrimonio tiene dedicaciones muy artesanales, la música clásica y la tintorería; la trabajada ambientación de su entorno cotidiano nos retrotrae a una realidad algo desfasada: la bañera a la antigua, las paredes y alicatados, las superficies gastadas...
Buna! Ce faci? es en definitiva una película de contrastes, no sólo en su diégesis sino también desde la perspectiva de una contextualización nacional: un filme amable que nos da a conocer la hasta el momento parte oculta de una realidad poliédrica que como cualquier cine, el rumano también posee.

5.5
9,425
8
9 de marzo de 2010
9 de marzo de 2010
13 de 20 usuarios han encontrado esta crítica útil
Por primera vez Atom Egoyan decide dejar de lado sus personales películas puzzle para realizar un filme convencional y sobre todo lineal, producido por nada menos que el realizador de Cazafantasmas y con un guión ajeno, aunque rodado con su equipo habitual. Al igual que en ocasiones David Lynch, siempre resulta estimulante ver a este tipo de realizadores fuera de su hábitat natural, desenvolviéndose en márgenes más académicos.
El resultado es bastante satisfactorio. La película se enlaza temáticamente con el imaginario de Egoyan a través de Exótica (1994), no sólo por el voyeurismo ejercido por sus personajes e implícitamente por el espectador, sino también por la representación del mundo de las dependencias eróticas del subconsciente humano. Subyace también la dicotomía entre la represión y la fantasía sexual, entre las narraciones de Chloe, la curiosidad de Catherine y los posibles malentendidos entre ambas*.
No faltan por otra parte las obsesiones habituales de Egoyan, que quedan tamizadas por la formas del melodrama que adopta el filme, pero que no pasan desapercibidas: La idea de filtrar o descomponer la realidad mediante el vídeo o sugiriendo pantallas a través de ventanas o marcos que reencuadran la imagen, o con espejos*.
En definitiva Egoyan responde a la cita con una vertiente más industrial del cine con estilo y oficio pero nos queda la duda de imaginar cómo hubiera sido la misma película desde su otra perspectiva. Esta vez sirve al menos para demostrar su capacidad de adaptación fuera de su propia fórmula desestructurada.
El resultado es bastante satisfactorio. La película se enlaza temáticamente con el imaginario de Egoyan a través de Exótica (1994), no sólo por el voyeurismo ejercido por sus personajes e implícitamente por el espectador, sino también por la representación del mundo de las dependencias eróticas del subconsciente humano. Subyace también la dicotomía entre la represión y la fantasía sexual, entre las narraciones de Chloe, la curiosidad de Catherine y los posibles malentendidos entre ambas*.
No faltan por otra parte las obsesiones habituales de Egoyan, que quedan tamizadas por la formas del melodrama que adopta el filme, pero que no pasan desapercibidas: La idea de filtrar o descomponer la realidad mediante el vídeo o sugiriendo pantallas a través de ventanas o marcos que reencuadran la imagen, o con espejos*.
En definitiva Egoyan responde a la cita con una vertiente más industrial del cine con estilo y oficio pero nos queda la duda de imaginar cómo hubiera sido la misma película desde su otra perspectiva. Esta vez sirve al menos para demostrar su capacidad de adaptación fuera de su propia fórmula desestructurada.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
*1Siendo menos explicito en esta película, el fetichismo de algunos objetos ocupa un lugar determinante, notablemente la peineta que regala la prostituta a Catherine y que cierra el filme en el plano de la nuca de Julianne Moore.
*2 En una escena determinante estas lindes son atravesadas literal y metafóricamente por Chloe cuando cae rompiendo la ventana. La diferencia aquí es que estas imágenes no se utilizan ni para representar momentos pasados o futuros ni para recrear representaciones del subconsciente como ocurre en las películas "normales" de Egoyan. En esta ocasión y debido a la linealidad del filme estas ventanas sólo nos remiten a la situación presente y a nuestra condición de voyeur en ciertos momentos.
*2 En una escena determinante estas lindes son atravesadas literal y metafóricamente por Chloe cuando cae rompiendo la ventana. La diferencia aquí es que estas imágenes no se utilizan ni para representar momentos pasados o futuros ni para recrear representaciones del subconsciente como ocurre en las películas "normales" de Egoyan. En esta ocasión y debido a la linealidad del filme estas ventanas sólo nos remiten a la situación presente y a nuestra condición de voyeur en ciertos momentos.

6.3
27,201
7
30 de agosto de 2008
30 de agosto de 2008
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Espectáculo de violencia y muerte, Funny Games podría haber sido simplemente una interesante película de psicópatas que hubiera colmado nuestras tradicionales expectativas del género; no contento con ello Haneke ha preferido jugar con nosotros y con nuestras arraigadas pulsiones de espectador.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Nos lo advierte desde los primeros planos cenitales que sugieren una visión demiúrgica del realizador y nos lo confirma en los planos siguientes con las adivinanzas musicales a las que juegan los protagonistas en el coche introduciendo su pieza demoníaca cuando en el radiocd visualizamos un claro “No disc”.
Así, como espectadores mansos que somos, Haneke disfruta contrariando continuamente nuestra identificación con los personajes, tanto cuando esta coincide con la de las víctimas a las que deseamos escapatoria y venganza, como cuando nos alineamos con los verdugos (terrible la forma de negarnos el desnudo integral de Naomi Watts y algún que otro abuso). No nos deja Haneke siquiera hacer una interpretación comprensiva o traumática de los dos hermanos, dejando claro que la perversión y la maldad de los asesinos son consustanciales cuando se les pregunta el por qué de sus actos. En su divertimento hasta se nos hace estar pendientes desde el inicio de la película de un cuchillo en el que albergamos con frecuencia grandes esperanzas y que al final se revela intrascendente para la suerte de los inocentes. Haneke nos tiene a su merced constantemente y goza con ello de forma sádica agitando el capote y haciendo manoletinas a sabiendas de que cada nuevo gesto nos frustra y enfurece más.
Por ello queda ese malestar porque su juego no parece ser en igualdad de condiciones con el espectador, aunque al mismo tiempo nos esté alertando sobre nuestras convenciones haciéndonos salir de un hipnótico letargo.
Lamento no cotejar esta película con primera versión de Funny Games, que aún no he tenido ocasión de ver, aunque pienso que también puede tener su interés la visión de está de forma autónoma y no contaminada por el afán comparativo.
Así, como espectadores mansos que somos, Haneke disfruta contrariando continuamente nuestra identificación con los personajes, tanto cuando esta coincide con la de las víctimas a las que deseamos escapatoria y venganza, como cuando nos alineamos con los verdugos (terrible la forma de negarnos el desnudo integral de Naomi Watts y algún que otro abuso). No nos deja Haneke siquiera hacer una interpretación comprensiva o traumática de los dos hermanos, dejando claro que la perversión y la maldad de los asesinos son consustanciales cuando se les pregunta el por qué de sus actos. En su divertimento hasta se nos hace estar pendientes desde el inicio de la película de un cuchillo en el que albergamos con frecuencia grandes esperanzas y que al final se revela intrascendente para la suerte de los inocentes. Haneke nos tiene a su merced constantemente y goza con ello de forma sádica agitando el capote y haciendo manoletinas a sabiendas de que cada nuevo gesto nos frustra y enfurece más.
Por ello queda ese malestar porque su juego no parece ser en igualdad de condiciones con el espectador, aunque al mismo tiempo nos esté alertando sobre nuestras convenciones haciéndonos salir de un hipnótico letargo.
Lamento no cotejar esta película con primera versión de Funny Games, que aún no he tenido ocasión de ver, aunque pienso que también puede tener su interés la visión de está de forma autónoma y no contaminada por el afán comparativo.
5
11 de octubre de 2011
11 de octubre de 2011
0 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Irregular película donde, y a pesar de lo que pueda sugerir el cartel promocional, el interés no se encuentra en la representación o crítica del sórdido mundo de la prostitución, sino en la metáfora que destila su título original y nombre “artístico” de la meretriz protagonista: Slovenka (Eslovenia).
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
La trama transcurre por bastantes lugares comunes habituales del cine crítico con la prostitución: clientes grotescos, soledad, proxenetas sin escrúpulos; algunos elementos llegan a ser excesivamente patéticos y faltos de verosimilitud como sin duda el episodio en el que se topa como cliente con un amigo íntimo de su padre. Sin embargo, se deja alguna nota de ambigüedad dotando a la protagonista de un poder manipulador que no reprime para poder alcanzar sus objetivos. Slovenka intenta conseguir dinero, ayuda o superar sus exámenes recurriendo al engaño e intentando inspirar lástima.
Pero como decíamos, el aspecto más interesante radica en el malicioso planteamiento subyacente plagado de dobles sentidos que define la película. En este planteamiento la prostituta Slovenka sería una alegoría de la propia Eslovenia como consecuencia de su entrada en la Unión Europea desde el año 2004. Sus clientes a menudo proceden del ámbito europeo y concretamente sabemos que uno es europarlamentario. La vida de la ciudad está contaminada de la burocrática procesión de coches oficiales seguidos de escoltas y sirenas que perturban y hastían a la población de Liubliana.
Una bofetada a la realidad europeísta.
Pero como decíamos, el aspecto más interesante radica en el malicioso planteamiento subyacente plagado de dobles sentidos que define la película. En este planteamiento la prostituta Slovenka sería una alegoría de la propia Eslovenia como consecuencia de su entrada en la Unión Europea desde el año 2004. Sus clientes a menudo proceden del ámbito europeo y concretamente sabemos que uno es europarlamentario. La vida de la ciudad está contaminada de la burocrática procesión de coches oficiales seguidos de escoltas y sirenas que perturban y hastían a la población de Liubliana.
Una bofetada a la realidad europeísta.
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