Muchas veces me he preguntado, '¿a que debe oler Walter White?'

Es una pregunta que me asalta irremediablemente. Sin esperarla. ¿A que?

Porque Albuquerque tiene que oler a desierto y calor. Arena, tierra seca, grietas en el barro.
Skyler, seguramente empezaste oliendo a ropa limpia y futuro, sin rastro del tabaco posterior que se tragaría tus palabras, tus gestos y tu sonrisa.
Hank tu debiste oler a hombre. Irrenunciable. A hombre firme, a desodorante fuerte. A alcohol de afeitado. No hay duda.
Tu, mi repudiado y querido Jesse, a ti, ¿que aroma te acompaña? Hueles a heroína, a marihuana, a niño eterno, a suciedad, a dolor, a desidia. Tu olor es un matiz en eterno cambio.

Walter sigo sin saberlo. Puedo sentirte mas por el tacto que desprenden esas arrugas en tu rostro. Enraizadas cada vez mas y mas. Erosionando tu carne. Dejándote en un trazo de angustia en carne viva.
O mediante el sonido. En esa onda sonora grave, hecha de piedra, roca y escombro que es tu voz. A veces tan firme, otras tan retraída.

Pero ahora viene, si, ya lo se.

Walter/Heinsenberg, tardé 5 temporadas en captar tu olor.
'Felina'.
Tu hueles a sangre, metanfetamina y lagrimas.

'Horse with no name' - America

Y no miento. Pregunté al portero del suntuoso edificio donde Servillo, cara bañada de Sol, se pasea por ese balcón poético frente a las ruinas majestuosas del Coliseo...

-¿aquí es donde...? ¿Jepp?...

Me contesto con media sonrisa y un leve si...

Fui a Roma casi embriagado por el aroma a misticismo, magia y mundanidad que impregna "La gran belleza" en los pensamientos de quien la ve. Fui con miedo. Esperando la aguja de realidad que rompiera esa magia que solo sabe crear el cine en la mente de los niños adultos como yo. Pero no.

Lo que Sorrentino filma, es Roma. No hay engaño. Una ciudad anclada en el pasado grandioso de quien lo fue todo, mientras el presente caótico, sucio y decadente la envuelve. A veces creo que Jepp Gambardella es el espíritu de Roma.
Que vaga por sus propias venas, queriendo encontrar su identidad, confundida entre los antros y las fiestas superfluas de la noche, y las cúpulas de mármol milenario, las fuentes de agua y los jardines de naranjos. Entre el olor intenso a incienso sacro y el del sudor y el humo del cigarro.

Mientras tanto Sorrentino la sigue en un largo travelling. Un largo travelling sobre la búsqueda de sentido. Sobre el paso del tiempo. Sobre el amor y la muerte. La forma es sublime, el fondo deja poso.

La he visto varias veces ya. Creo que es sin discusión lo mejor que ha salido de este arte llamado Cine, como mínimo, en los últimos diez años. Obra de arte.

Así una de estas tardes poco productivas bicheando Netflix di con Stockholm.
Solo una advertencia, si os parece superfluo, impostado y cliché el dialogo desatado de la primera parte de la función, no desfallezcáis. No os dejéis vencer. Sorogoyen tiene todo atado. Tiene un plan.
Termina cerrando el circulo, en inmaculados planos blancos, como si la primera parte fuera una mascara barata que cae en los últimos 40 minutos, para desvelar un retrato sórdido, doloroso de la vida de dos jóvenes madrileños.

Una joyita muy oculta del reciente cine español.