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7.8
7,499
9
28 de febrero de 2011
28 de febrero de 2011
25 de 25 usuarios han encontrado esta crítica útil
Resulta casi increíble que esta película tenga ya la friolera de 81 años. Al acabar de verla he comprobado que efectivamente fue rodada en 1930 (Oscar a la mejor película en aquel año, totalmente merecido), pero a no ser por la fotografía y el movimiento acelerado de los extras en algunas escenas (propio del cine mudo) nadie lo hubiera dicho.
No sólo es que es una joya cinematográfica desde cualquier punto de vista, repleta de aciertos: la historia que se cuenta ante todo, de cómo la ingenua exaltación patriótica del principio se transforma paulatinamente en decepción y en una larga lucha por sobrevivir; la excelente recreación de la lucha y la vida en las trincheras; las aterradoras escenas de batallas; el espléndido montaje; la sucesiòn de escenas conmovedoras ; la contención de los actores, cosa también insólita en un momento en el que el cine todavía rebosaba de actuaciones exageradas, reminiscencia del cine mudo y sin embargo aprovechando toda la riqueza visual y narrativa de ese mismo cine ... Además de todo eso, es también, en su espíritu, muy moderna para su tiempo, sobre todo si se compara con muchas otras películas de guerra posteriores.
Inútil insistir sobre el mensaje central de la cinta, desarrollado a lo largo de dos horas y pico de metraje. Precisamente el convertir a los antiguos (y futuros, aunque entonces nadie lo sabía) enemigos en los protagonistas de la historia subraya aún más el sinsentido de todo conflicto (luchamos contra ellos, los matamos con nuestras propias manos, y sin embargo son seres humanos como nosotros, con sueños y esperanzas, con tan pocas ganas de morir como nosotros mismos). No son meras palabras, por mucho que las hayamos oído repetir una y otra vez. Basta ver la película, imaginarte que estás allí, ahí en medio de las trincheras y el barro, los piojos y las ratas, los bombardeos incesantes y la muerte omnipresente, recordar que además aquéllos que os matan y a los que matais son exactamente como vosotros y sufren lo mismo que vosotros, y te darás cuenta que es así.
Y sin embargo el impacto y la consiguiente reflexión que causara en su momento en los espectadores no parece que sirviera, a la postre, de mucho (en vista de que en menos de diez años ya estuviera la Humanidad metida de nuevo, y con renovado entusiasmo, en otra guerra, ésta mucho peor y mucho más cruel y salvaje que la anterior), por lo que cabe preguntarse por un lado hasta qué punto tiene capacidad el cine (o cualquier otro medio de expresión) en influir en el público, y por el otro, qué capacidad tiene el ser humano de aprender de lo que ve, lee o escucha.
La generación que vio la película y luego hizo la Segunda Guerra Mundial parece que no aprendió nada. Pero es que ni las posteriores y, visto lo visto, la nuestra tampoco.
No sólo es que es una joya cinematográfica desde cualquier punto de vista, repleta de aciertos: la historia que se cuenta ante todo, de cómo la ingenua exaltación patriótica del principio se transforma paulatinamente en decepción y en una larga lucha por sobrevivir; la excelente recreación de la lucha y la vida en las trincheras; las aterradoras escenas de batallas; el espléndido montaje; la sucesiòn de escenas conmovedoras ; la contención de los actores, cosa también insólita en un momento en el que el cine todavía rebosaba de actuaciones exageradas, reminiscencia del cine mudo y sin embargo aprovechando toda la riqueza visual y narrativa de ese mismo cine ... Además de todo eso, es también, en su espíritu, muy moderna para su tiempo, sobre todo si se compara con muchas otras películas de guerra posteriores.
Inútil insistir sobre el mensaje central de la cinta, desarrollado a lo largo de dos horas y pico de metraje. Precisamente el convertir a los antiguos (y futuros, aunque entonces nadie lo sabía) enemigos en los protagonistas de la historia subraya aún más el sinsentido de todo conflicto (luchamos contra ellos, los matamos con nuestras propias manos, y sin embargo son seres humanos como nosotros, con sueños y esperanzas, con tan pocas ganas de morir como nosotros mismos). No son meras palabras, por mucho que las hayamos oído repetir una y otra vez. Basta ver la película, imaginarte que estás allí, ahí en medio de las trincheras y el barro, los piojos y las ratas, los bombardeos incesantes y la muerte omnipresente, recordar que además aquéllos que os matan y a los que matais son exactamente como vosotros y sufren lo mismo que vosotros, y te darás cuenta que es así.
Y sin embargo el impacto y la consiguiente reflexión que causara en su momento en los espectadores no parece que sirviera, a la postre, de mucho (en vista de que en menos de diez años ya estuviera la Humanidad metida de nuevo, y con renovado entusiasmo, en otra guerra, ésta mucho peor y mucho más cruel y salvaje que la anterior), por lo que cabe preguntarse por un lado hasta qué punto tiene capacidad el cine (o cualquier otro medio de expresión) en influir en el público, y por el otro, qué capacidad tiene el ser humano de aprender de lo que ve, lee o escucha.
La generación que vio la película y luego hizo la Segunda Guerra Mundial parece que no aprendió nada. Pero es que ni las posteriores y, visto lo visto, la nuestra tampoco.

6.9
888
7
28 de abril de 2011
28 de abril de 2011
23 de 24 usuarios han encontrado esta crítica útil
Me llevé una gran sorpresa cuando hace muchos años vi por primera vez esta película, al enterarme de que estaba dirigida nada menos que por Cecil B. DeMille, del que hasta entonces su nombre había sido sinónimo de las grandes epopeyas bíblicas por las que era conocido. Descubrí entonces que, desde los gloriosos tiempos del cine mudo, había sido el abanderado por excelencia del cine espectáculo en estado puro, y un narrador de primer orden. Así, me encontré con una larga lista de títulos en la que, además de Moisés, Sansón y las persecuciones a los cristianos en la Roma de Nerón, había historias de piratas, aventuras medievales, fastuosos melodramas circenses, epopeyas bélicas y, como no, westerns superespectaculares que se salían de las pantallas de los cines.
UNION PACIFIC fue, en ese sentido, como lo había sido poco antes BUFFALO BILL, el no va más del cine del Oeste: una grandiosa superproducción que contaba, en forma de espectacular epopeya, la construcción del ferrocarril que unió el Atlantico con el Pacífico a través del continente americano. No falta de nada: cientos de extras, ciudades de madera y lona a lo largo del tendido del ferrocarril, veloces cabalgadas, trenes que cruzan la pradera a toda máquina soltando imponentes columnas de humo por las chimeneas, locomotoras que descarrilan, ataques de indios y de forajidos, peleas y tiroteos, un triángulo amoroso que sólo la muerte logra romper y resolver, barras y estrellas y un ímpetu narrativo y un aliento épico como muy pocos narradores han logrado alcanzar y no digamos superar.
Sin duda, vista hoy, le sobran y faltan muchas cosas, no en vano han pasado más de 70 años y el mundo y la conciencia que tenemos del mismo es muy diferente de la que los espectadores tenían entonces. El triunfalismo tipo "Viva America y los americanos somos los mejores" rebosa no ya en cada escena, sino en cada fotograma. No hay la más mínima duda sobre la grandeza y el destino manifiesto del pueblo americano a la conquista de un continente y del mundo. Ninguna duda de que el gran capital y la llamada expansión de la civilización son una promesa de un futuro y un mundo mejor. Los indios son tontos y malvados porque se resisten a los blancos que atraviesan y mancillan su territorio. El espíritu crítico brilla no ya por su ausencia, sino que en esta película es literalmente inconcebible.
No deja de ser curioso que esta forma de ver el western, que llega a su cenit con esta película, lo hace el mismo año de 1939 (qué increíble año aquél) en el que el maestro de maestros John Ford rompe los moldes del género con una mirada y tratamiento radicalmente distintos, por no decir opuestos, a los que representaba apoteósicamente DeMille, con LA DILIGENCIA, con la que el western alcanza (y de qué manera) su mayoría de edad.
UNION PACIFIC fue, en ese sentido, como lo había sido poco antes BUFFALO BILL, el no va más del cine del Oeste: una grandiosa superproducción que contaba, en forma de espectacular epopeya, la construcción del ferrocarril que unió el Atlantico con el Pacífico a través del continente americano. No falta de nada: cientos de extras, ciudades de madera y lona a lo largo del tendido del ferrocarril, veloces cabalgadas, trenes que cruzan la pradera a toda máquina soltando imponentes columnas de humo por las chimeneas, locomotoras que descarrilan, ataques de indios y de forajidos, peleas y tiroteos, un triángulo amoroso que sólo la muerte logra romper y resolver, barras y estrellas y un ímpetu narrativo y un aliento épico como muy pocos narradores han logrado alcanzar y no digamos superar.
Sin duda, vista hoy, le sobran y faltan muchas cosas, no en vano han pasado más de 70 años y el mundo y la conciencia que tenemos del mismo es muy diferente de la que los espectadores tenían entonces. El triunfalismo tipo "Viva America y los americanos somos los mejores" rebosa no ya en cada escena, sino en cada fotograma. No hay la más mínima duda sobre la grandeza y el destino manifiesto del pueblo americano a la conquista de un continente y del mundo. Ninguna duda de que el gran capital y la llamada expansión de la civilización son una promesa de un futuro y un mundo mejor. Los indios son tontos y malvados porque se resisten a los blancos que atraviesan y mancillan su territorio. El espíritu crítico brilla no ya por su ausencia, sino que en esta película es literalmente inconcebible.
No deja de ser curioso que esta forma de ver el western, que llega a su cenit con esta película, lo hace el mismo año de 1939 (qué increíble año aquél) en el que el maestro de maestros John Ford rompe los moldes del género con una mirada y tratamiento radicalmente distintos, por no decir opuestos, a los que representaba apoteósicamente DeMille, con LA DILIGENCIA, con la que el western alcanza (y de qué manera) su mayoría de edad.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Pero todo eso poco importa. Disfrutemos de una película de acción y aventuras como las de antes, con personajes de una sola pieza, con héroes absolutos como el impecable Joel McCrea, heroínas entrañables como Barbara Stanwick, villanos odiosos y canallescos que exudan maldad y maquiavelismo por todos los poros de la piel, como Brian Donlevy, y secundarios gloriosos como Anthony Quinn, Robert Preston y Akim Tamiroff.
Una observación, que será innecesaria para los amantes del comic, en especial de los lectores de BLUEBERRY: para mí fue una gozada descubrir cómo toda la saga de EL CABALLO DE HIERRO está directamente inspirada, y más que inspirada, por esta película. Y es que es la historia es la misma: La banda de forajidos que sabotea las obras de la Union Pacific para beneficiar a sus competidores de la Central Pacific, el general Dodge que llama en su ayuda a un oficial de caballería que sirvió bajo sus órdenes durante la guerra, los dos desarrapados ayudantes (Red Neck y Jim MacClure estaban ya, pues, inventados treinta años antes de ser dibujados), la guerra con los indios, y hasta escenas como el tren atravesando el puente en llamas con los indios abajo disparando... Y aquellos que no conoceis este tebeo, leedlo: es una gozada, y comparándolo con la película, disfrutareis por partida doble.
Una observación, que será innecesaria para los amantes del comic, en especial de los lectores de BLUEBERRY: para mí fue una gozada descubrir cómo toda la saga de EL CABALLO DE HIERRO está directamente inspirada, y más que inspirada, por esta película. Y es que es la historia es la misma: La banda de forajidos que sabotea las obras de la Union Pacific para beneficiar a sus competidores de la Central Pacific, el general Dodge que llama en su ayuda a un oficial de caballería que sirvió bajo sus órdenes durante la guerra, los dos desarrapados ayudantes (Red Neck y Jim MacClure estaban ya, pues, inventados treinta años antes de ser dibujados), la guerra con los indios, y hasta escenas como el tren atravesando el puente en llamas con los indios abajo disparando... Y aquellos que no conoceis este tebeo, leedlo: es una gozada, y comparándolo con la película, disfrutareis por partida doble.
19 de abril de 2011
19 de abril de 2011
22 de 23 usuarios han encontrado esta crítica útil
Típica película de aventuras del Hollywood de los años 30, a cargo de Gary Cooper, personificación del héroe por excelencia (con permiso de Errol Flynn, naturalmente).
Ni que decir tiene que lo que se cuenta en la película tiene muy poco que ver, por no decir nada, con la vida y hazañas del célebre viajero y comerciante veneciano Marco Polo, salvo que viajó hasta China y que hizo muy buenas migas con el emperador mongol Kublai Khan. Lo demás es una aventurita doblemente exótica (por su lejanía en el tiempo y en el espacio) en una China totalmente fantasiosa que no responde tampoco en nada, o en casi nada, a lo que conocemos sobre aquel país y aquella época, ni siquiera a lo que el auténtico Marco Polo nos contó en su célebre "Libro de las Maravillas" por el que es conocido. Probablemente los guionistas de la película no se molestaron siquiera en hojear ese libro, y, partiendo de tres o cuatro tópicos, dejaron rienda suelta a su imaginación.
De hecho, el Pekín que vemos aquí (totalmente de cartón piedra, eso sí muy vistoso) está construído a base de toda la parafernalia orientalizante típica del cine de serie B de la época (en la que no falta ni el pérfido visir árabe salido de las Mil y una noches -naturalmente interpretado por Basil Rathbone- con un foso de tigres en sus aposentos donde arrojar al héroe). Es decir, no se limita a introducir elementos pseudochinos, sino de toda Asia en general. Un amigo me dijo hace tiempo que la película le recordaba al Capitan Trueno; disiento, la China del Capitán Trueno, igualmente irreal, era muchísimo más convincente que ésta.
La figura de Marco Polo no es, pues, más que una mera excusa para rodar una historia de aventuras al uso, y nada más. Lo cual por supuesto no tendría más importancia si nos encontráramos con una película entretenida repleta de exotismo, aventura, humor, intrigas, amoríos, luchas, persecuciones y todo lo demás, y nos mantuviera entretenidos hora y tres cuartos sentados a nuestra butaca (o a nuestro sofá, ya que hace mucho que estas películas las vemos sólo en la tranquilidad del hogar).
Ni que decir tiene que lo que se cuenta en la película tiene muy poco que ver, por no decir nada, con la vida y hazañas del célebre viajero y comerciante veneciano Marco Polo, salvo que viajó hasta China y que hizo muy buenas migas con el emperador mongol Kublai Khan. Lo demás es una aventurita doblemente exótica (por su lejanía en el tiempo y en el espacio) en una China totalmente fantasiosa que no responde tampoco en nada, o en casi nada, a lo que conocemos sobre aquel país y aquella época, ni siquiera a lo que el auténtico Marco Polo nos contó en su célebre "Libro de las Maravillas" por el que es conocido. Probablemente los guionistas de la película no se molestaron siquiera en hojear ese libro, y, partiendo de tres o cuatro tópicos, dejaron rienda suelta a su imaginación.
De hecho, el Pekín que vemos aquí (totalmente de cartón piedra, eso sí muy vistoso) está construído a base de toda la parafernalia orientalizante típica del cine de serie B de la época (en la que no falta ni el pérfido visir árabe salido de las Mil y una noches -naturalmente interpretado por Basil Rathbone- con un foso de tigres en sus aposentos donde arrojar al héroe). Es decir, no se limita a introducir elementos pseudochinos, sino de toda Asia en general. Un amigo me dijo hace tiempo que la película le recordaba al Capitan Trueno; disiento, la China del Capitán Trueno, igualmente irreal, era muchísimo más convincente que ésta.
La figura de Marco Polo no es, pues, más que una mera excusa para rodar una historia de aventuras al uso, y nada más. Lo cual por supuesto no tendría más importancia si nos encontráramos con una película entretenida repleta de exotismo, aventura, humor, intrigas, amoríos, luchas, persecuciones y todo lo demás, y nos mantuviera entretenidos hora y tres cuartos sentados a nuestra butaca (o a nuestro sofá, ya que hace mucho que estas películas las vemos sólo en la tranquilidad del hogar).
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Hombre, la película tiene todo eso y más, los decorados y el atrezzo son vistosos, los actores principales están perfectos (a Cooper y a Rathbone hay que añadir al secundario Alan Hale -el inseparable amigo para todo de Errol Flynn en casi todas sus películas-, aquí el jefe rebelde de turno que acaba, claro está, ayudando a Cooper y a la princesita a vencer al malo), y los paisajes pintados, aunque a veces canten, son muy bonitos. Lo que pasa es que el interés se diluye tan pronto como el héroe y su criado llegan a palacio (apenas unos 20 ó 25 minutos después de empezar la película). La intriga que viene después es muy sosa y está llevada con bastante poca garra, y la acción (toda la acción) queda relegada al cuarto de hora final. Eso sí, esos últimos quince minutos de película están muy entretenidos, como no podía ser menos en una película de estas características.
Se me podrá decir que seguramente la película ha envejecido mucho, y sin duda es verdad, pero podría ahora mismo empezar a citar títulos de clásicos del cine de aventuras (algunos más antiguos aún que éste) que han aguantado muy bien el paso del tiempo y no acabaría (el otro día me vi TARZAN Y SU COMPAÑERA, realizada cuatro años antes que MARCO POLO, y me lo pasé estupendamente).
En fin, vaya, que se puede ver, e incluso conservar el dvd con su carátula con Gary Cooper posando todo machote y sonriente, pero ya está.
Por cierto, ¿alguien me puede explicar cómo se las apañan dos italianos para llegar a China, es decir, a un país remoto en el que jamás ha estado ningún occidental, y entenderse perfectamente y sin intérprete con todo el mundo? ¿Es que han aprendido chino por el camino, o es que los chinos son muy listos y políglotas?
Se me podrá decir que seguramente la película ha envejecido mucho, y sin duda es verdad, pero podría ahora mismo empezar a citar títulos de clásicos del cine de aventuras (algunos más antiguos aún que éste) que han aguantado muy bien el paso del tiempo y no acabaría (el otro día me vi TARZAN Y SU COMPAÑERA, realizada cuatro años antes que MARCO POLO, y me lo pasé estupendamente).
En fin, vaya, que se puede ver, e incluso conservar el dvd con su carátula con Gary Cooper posando todo machote y sonriente, pero ya está.
Por cierto, ¿alguien me puede explicar cómo se las apañan dos italianos para llegar a China, es decir, a un país remoto en el que jamás ha estado ningún occidental, y entenderse perfectamente y sin intérprete con todo el mundo? ¿Es que han aprendido chino por el camino, o es que los chinos son muy listos y políglotas?

7.0
2,016
7
6 de marzo de 2011
6 de marzo de 2011
21 de 22 usuarios han encontrado esta crítica útil
Si esta película tiene un defecto es que su acción arranca directamente en medio del período más dramático de la Revolución Francesa (y por eso mismo el más cinematográfico), es decir el del Terror, sin siquiera un texto introductorio que permita situar al espectador. Como consecuencia, éste puede encontrarse desorientado y no entender en un principio qué es exactamente lo que está pasando, si bien la información que la acción le va transmitiendo le ayudará a ir comprendiendo el momento histórico que se describe. Naturalmente, lo tendrá más fácil si tiene cierto conocimiento previo del periódo en cuestión. En ésto, DANTON no es muy diferente de otras obras de Wajda, como la reciente KATYN, aunque también se asemeja al cine político de Costa-Gavras (Z, LA CONFESIÓN, ESTADO DE SITIO), lo cual no es casualidad pues nos encontramos ante una película que conjuga drama histórico y análisis político.
Todo gira en torno al enfrentamiento entre las dos facciones de los radicales revolucionarios jacobinos, dueños del poder tras haber abolido la monarquía y haber guillotinado a Luis XVI y a María Antonieta, facciones personificadas en sus dos líderes, hasta entonces íntimos amigos y paulatinamente enemigos irreconciliables: Robespierre y Danton. El primero es el hombre fuerte del nuevo gobierno, tan fanáticamente defensor de los principios democráticos (libertad, igualdad, fraternidad) y de la pureza revolucionaria que paradójicamente, para preservarlos de sus enemigos, recurre al engaño, a la censura, a la tiranía y al terror, enviando a miles de personas a la guillotina. Danton, por su parte, idolatrado por las clases populares cada vez más hostiles hacia Robespierre, tiene la lucidez de advertir y denunciar el rumbo criminal que ha tomado la revolución (un rumbo del que él también es parcialmente responsable), y se dispone, con sus partidarios, a combatir a Robespierre.
Todo gira en torno al enfrentamiento entre las dos facciones de los radicales revolucionarios jacobinos, dueños del poder tras haber abolido la monarquía y haber guillotinado a Luis XVI y a María Antonieta, facciones personificadas en sus dos líderes, hasta entonces íntimos amigos y paulatinamente enemigos irreconciliables: Robespierre y Danton. El primero es el hombre fuerte del nuevo gobierno, tan fanáticamente defensor de los principios democráticos (libertad, igualdad, fraternidad) y de la pureza revolucionaria que paradójicamente, para preservarlos de sus enemigos, recurre al engaño, a la censura, a la tiranía y al terror, enviando a miles de personas a la guillotina. Danton, por su parte, idolatrado por las clases populares cada vez más hostiles hacia Robespierre, tiene la lucidez de advertir y denunciar el rumbo criminal que ha tomado la revolución (un rumbo del que él también es parcialmente responsable), y se dispone, con sus partidarios, a combatir a Robespierre.
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Sin embargo, Danton, demasiado seguro de sí mismo y de sus fuerzas, también porque un temoroso y dubitativo Robespierre se resiste a tomar medidas contra su viejo amigo y camarada (al que le enfrenta no la ideología, ya que los dos comparten la misma, sino los métodos), acaba dejando que aquél le tome la delantera y termine ordenando su detención y proceso. Un proceso totalmente amañado en el que quedará en evidencia cómo el poder (Robespierre) retorcerá uno a uno todos los ideales que dice defender para inculcarlos y condenar a muerte a Danton y a sus infelices partidarios, que acabarán todos guillotinados.
No es difícil constatar, situándonos en la época y en el contexto en que fue realizada, que DANTON no es simplemente un drama sobre la Revolución Francesa, sino que su alcance es universal. Es fácil advertir paralelismos con la situación de Polonia en aquel momento, con el enfrentamiento entre el sindicato Solidaridad y el gobierno comunista de Jaruzelki (no olvidemos que la película es una coproducción franco-polaca, aunque por razones obvias no se pudo estrenar en Polonia hasta bastantes años más tarde). En resumidas cuentas, viene a decirnos Wajda, hasta los más excelsos ideales de libertad, justicia y progreso se ven degradados y mancillados cuando sus abanderados llegan al poder: el poder corrompe, y el poder absoluto corrompe absolutamente. La Revolución, como el dios mitológico Saturno, acaba devorando a sus hijos: Danton muere en la guillotina y, en la última escena, Robespierre comprende, aterrorizado, que muy pronto él y los suyos, que han puesto en marcha un monstruo que no son capaces de detener, correrán la misma suerte.
Impecable en todos los aspectos la recreación del Paris revolucionario, de la Convención (patético antecedente de los parlamentos democráticos de hoy en día) y de los tribunales revolucionarios, con esa miríada de personajes que van de una lado para otro, discuten, conspiran y vociferan, encarnados por un notable y numeroso plantel de actores franceses y polacos. Hay quien dice que le falta presupuesto, y a mí me parece que no es así. Es cierto que apenas hay exteriores, ni grandes decorados, pero es que tampoco hacen falta para lo que se está contando.
A destacar, claro está, la desbordante actuación de Gerard Depardieu como el vociferante y cada vez más desaliñado Danton y la del para nosotros desconocido Wojciech Pszoniak (habitual de Wajda) haciendo del atribulado y atildado Robespierre.
No es difícil constatar, situándonos en la época y en el contexto en que fue realizada, que DANTON no es simplemente un drama sobre la Revolución Francesa, sino que su alcance es universal. Es fácil advertir paralelismos con la situación de Polonia en aquel momento, con el enfrentamiento entre el sindicato Solidaridad y el gobierno comunista de Jaruzelki (no olvidemos que la película es una coproducción franco-polaca, aunque por razones obvias no se pudo estrenar en Polonia hasta bastantes años más tarde). En resumidas cuentas, viene a decirnos Wajda, hasta los más excelsos ideales de libertad, justicia y progreso se ven degradados y mancillados cuando sus abanderados llegan al poder: el poder corrompe, y el poder absoluto corrompe absolutamente. La Revolución, como el dios mitológico Saturno, acaba devorando a sus hijos: Danton muere en la guillotina y, en la última escena, Robespierre comprende, aterrorizado, que muy pronto él y los suyos, que han puesto en marcha un monstruo que no son capaces de detener, correrán la misma suerte.
Impecable en todos los aspectos la recreación del Paris revolucionario, de la Convención (patético antecedente de los parlamentos democráticos de hoy en día) y de los tribunales revolucionarios, con esa miríada de personajes que van de una lado para otro, discuten, conspiran y vociferan, encarnados por un notable y numeroso plantel de actores franceses y polacos. Hay quien dice que le falta presupuesto, y a mí me parece que no es así. Es cierto que apenas hay exteriores, ni grandes decorados, pero es que tampoco hacen falta para lo que se está contando.
A destacar, claro está, la desbordante actuación de Gerard Depardieu como el vociferante y cada vez más desaliñado Danton y la del para nosotros desconocido Wojciech Pszoniak (habitual de Wajda) haciendo del atribulado y atildado Robespierre.

7.5
4,761
7
29 de abril de 2011
29 de abril de 2011
18 de 19 usuarios han encontrado esta crítica útil
En 1930, fue Edgard G. Robinson con HAMPA DORADA; en 1932, Paul Muni con SCARFACE; y, en 1931, en medio de ambos, James Cagney con EL ENEMIGO PÚBLICO. En las tres películas se contaba esencialmente, con diversas variantes, la misma historia: la de el ascenso a lo más alto y la caída, en medio de sucesivos baños de sangre, de un gangster brutal y despiadado. Las tres pretendían ser crónicas sociales de la dramática realidad que en aquel momento vivían los Estados Unidos, es decir el apogeo de la Ley Seca y el gangsterismo, y las tres hacían, en su introducción, un llamamiento a la sociedad para que pusiera fin a esa lacra (cosa que, obviamente y por desgracia, nunca se logró del todo, y sigue sin lograrse, ochenta años después, ni allí ni en ninguna parte).
Las tres películas eran tremendamente violentas para la época, y de hecho supusieron el nacimiento del género del cine de gangsters y un antecedente de lo que luego se pasaría a llamar cine negro, y a sus tres protagonistas les valió el fulgurante salto al estrellato. Con motivo porque cada uno de ellos supo componer un personaje inolvidable, que rivalizaba con los otros en carisma y brutalidad, y que ascendieron a la categoría de mitos del cine. Pero mientras que Muni se cansó pronto de hacer de gangster y rentabilizó su éxito comenzando una provechosa carrera de personajes variopintos y memorables, Robinson y Cagney, a los que muy pronto se uniría Humphrey Bogart, realizarían en los años y décadas siguientes un buen número de variantes corregidas y aumentadas de los soberbios antihéroes por ellos creados, convirtiéndose de hecho en los gangsters más célebres de la Historia del cine, sin que por ello debamos olvidar la larga galería de sus otros personajes, muchos de ellos más recomendables pero no por ello menos vigorosos que los fuera de la ley que les dieron la fama.
James Cagney, que comenzó su carrera como bailarín y cantante, creó en efecto y paradójicamente un fuera de la ley inolvidable: de baja estatura, pero robusto, socarrón y rebosante de energía y de mala uva; su carrera criminal comenzó con el joven Tom Powers de esta pelicula y acabó apoteósicamente, veinte años después, con el inolvidable Cody Jarret de AL ROJO VIVO, el más glorioso psicópata criminal del viejo 7º Arte.
La película, al contrario que las otras, refleja muy bien lo que fue la Ley Seca y el negocio clandestino del alcohol (que luego volvería a narrarse, ya con perspectiva histórica y no como crónica de la actualidad, en la maravillosa LOS VIOLENTOS AÑOS VEINTE, de nuevo con un memorable Cagney rebosando la pantalla), está muy bien ambientada, cuenta con muy buen ritmo y tiene muchas escenas inolvidables.
Las tres películas eran tremendamente violentas para la época, y de hecho supusieron el nacimiento del género del cine de gangsters y un antecedente de lo que luego se pasaría a llamar cine negro, y a sus tres protagonistas les valió el fulgurante salto al estrellato. Con motivo porque cada uno de ellos supo componer un personaje inolvidable, que rivalizaba con los otros en carisma y brutalidad, y que ascendieron a la categoría de mitos del cine. Pero mientras que Muni se cansó pronto de hacer de gangster y rentabilizó su éxito comenzando una provechosa carrera de personajes variopintos y memorables, Robinson y Cagney, a los que muy pronto se uniría Humphrey Bogart, realizarían en los años y décadas siguientes un buen número de variantes corregidas y aumentadas de los soberbios antihéroes por ellos creados, convirtiéndose de hecho en los gangsters más célebres de la Historia del cine, sin que por ello debamos olvidar la larga galería de sus otros personajes, muchos de ellos más recomendables pero no por ello menos vigorosos que los fuera de la ley que les dieron la fama.
James Cagney, que comenzó su carrera como bailarín y cantante, creó en efecto y paradójicamente un fuera de la ley inolvidable: de baja estatura, pero robusto, socarrón y rebosante de energía y de mala uva; su carrera criminal comenzó con el joven Tom Powers de esta pelicula y acabó apoteósicamente, veinte años después, con el inolvidable Cody Jarret de AL ROJO VIVO, el más glorioso psicópata criminal del viejo 7º Arte.
La película, al contrario que las otras, refleja muy bien lo que fue la Ley Seca y el negocio clandestino del alcohol (que luego volvería a narrarse, ya con perspectiva histórica y no como crónica de la actualidad, en la maravillosa LOS VIOLENTOS AÑOS VEINTE, de nuevo con un memorable Cagney rebosando la pantalla), está muy bien ambientada, cuenta con muy buen ritmo y tiene muchas escenas inolvidables.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Cómo olvidar la secuencia en la que Cagney escupe la cerveza en la cara del infeliz barman (copiada treinta años después por Roger Corman en LA MATANZA DEL DÍA DE SAN VALENTÍN), su mirada de loco psicópata cuando se lanza, bajo la lluvia, a vengar la muerte de su amigo, o el brutal final, con la puerta que se abre y el cadáver de Cagney, atado y de pie en el umbral, que cae pesadamente al suelo.
Es cierto que los años no pasan en balde y que le sobra mucha moralina tan típica de los años treinta, pero el recital interpretativo de Cagney, el magnífico pulso narrativo de Wellman, los numerosos momentos memorables, su valor histórico y la repercusión que tuvo en la historia posterior del cine, la convierten en un clásico digno de ser recordado y revisado.
Es cierto que los años no pasan en balde y que le sobra mucha moralina tan típica de los años treinta, pero el recital interpretativo de Cagney, el magnífico pulso narrativo de Wellman, los numerosos momentos memorables, su valor histórico y la repercusión que tuvo en la historia posterior del cine, la convierten en un clásico digno de ser recordado y revisado.
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