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Críticas 36
Críticas ordenadas por utilidad
Críticas ordenadas por utilidad
8
11 de octubre de 2019
200 de 246 usuarios han encontrado esta crítica útil
La secuencia con la que abre "Vivarium" incluye un nido, dos crías de pájaro y algunos huevos aún por abrirse. La cría más grande echa los huevos fuera del nido. Luego empuja a su hermano pequeño hasta echarlo también. La madre alimenta al único superviviente, que al crecer se descubre que es de otra especie: es un cuco.

Con las pistas que nos da el primer minuto ya podemos adivinar que la película va a jugar a crear un relato de terror con la metáfora de dos elementos principales: los cucos y los viveros (título de la peli). Los cucos son animales parásitos, es decir, que para sobrevivir tienen que aprovecharse de otra especie perjudicándola; los viveros son lugares preparados para criar animales.

¿Cómo nos sentiríamos los humanos si no estuviéramos “arriba de la pirámide”, si otra especie se aprovechase de nosotros como nosotros lo hacemos de tantas otras? Yendo más allá, a la vez Lorcan Finnegan emplea la imagen de las urbanizaciones como viveros del peor tipo de parásitos: los humanos (¿somos nosotros los parásitos máximos, los que se construyen un mundo a medida a costa del propio planeta?). Y, además, dentro de todo esto añade una crítica al aislamiento de los suburbios, a la familia y la vida ideales que nos impone la sociedad, y a nuestra incapacidad para salir adelante.

Por todo lo que quiere decirnos, “Vivarium” es una película circular y en cierto modo previsible, lo cual hace que su formato de hora y media se antoje largo, pero gracias a sus inquietantes gags y al nivel de las interpretaciones (sobre todo la de Imogen Poots, que es quien carga con la parte más dramática) el resultado acaba siendo lo bastante satisfactorio.


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SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
La frase: «Yo no soy tu madre.»

El personaje: el niño (Senan Jennings). Además de ser la clave del relato (el misterio a resolver), es un recurso multitarea: sirve para resumir las elipsis, para hacer reír, para incomodar... y hasta para quitar las ganas de tener descendencia.

La escena para el recuerdo: el juego de las imitaciones.
27 de octubre de 2021
205 de 258 usuarios han encontrado esta crítica útil
Esta es una historia que trata sobre cómo una persona normal puede llegar a ser honorable… y por qué.

Gawain es un joven inexperto, y en su camino por convertirse en caballero irá enfrentándose a una serie de retos que van a poner a prueba su honorabilidad.

Pero no os confundáis: en «El caballero verde» la épica no se construye a base de duelos taquicárdicos y obstáculos imposibles, sino de un viaje de conocimiento y aprendizaje lleno de sutilezas, ninguna de las cuales es casual, con una puesta en escena majestuosa y un guion inteligente.

David Lowery se toma algunas licencias para adaptar el poema del siglo XIV a su conveniencia, y lo hace con respeto, con consciencia y con un inmenso sentido artístico. Se agradece comprobar que es posible recuperar el tono oscuro de «Excalibur» (John Boorman, 1981) para hacer una peli de caballerías con vocación de cine de autor y no de mero entretenimiento comercial.

Como único punto negativo, los profanos en la materia de Bretaña juegan con desventaja a la hora de ver «El caballero verde» (problema que los anglosajones, más familiarizados con las leyendas artúricas, no tienen), ya que a veces Lowery se pasa un poco de críptico.

Si bien considero que no dar explicaciones masticadas es una cualidad positiva en el arte, también creo que las obras deben ser autosuficientes, deben contener toda la información necesaria para que los espectadores puedan interpretarlas sin depender de fuentes externas. Y aquí, si sabes cuatro cosas sobre la materia de Bretaña aprecias más aún la grandeza de esta peli, pero en caso contrario su riqueza queda oculta, a veces casi inaccesible, y la frustración de no poder atar algunos cabos puede llevarte a rechazar «El caballero verde».

Entonces, del mismo modo que el caballero verde desafiaba a los ociosos caballeros de la mesa redonda, que al haber pasado la época esplendorosa de las gestas y las aventuras habían cambiado su valentía y virtudes por la vida fácil y acomodada, Lowery nos desafía a todos nosotros, los perezosos y bulímicos consumidores de cine modernos, a despertar y volver a apreciar el séptimo arte en su magnitud.

Pues ya sabéis lo que toca: haced como Gawain y atreveos a ser espectadores como Dios manda…
Que la santa virgen mantenga vuestros cinco dedos fuertes,
vuestros cinco sentidos agudos.
Que sus cinco alegrías os inspiren.
Que las cinco llagas de su hijo os den fervor
y que las cinco virtudes del caballero iluminen vuestro camino.


La frase: «¿Por qué la grandeza? ¿Por qué la bondad no es suficiente?»
El personaje: el amable joven que conoce el camino a la capilla verde (Barry Keoghan; no olvidaréis su cara si habéis visto «El sacrificio de un ciervo sagrado»).
La escena para el recuerdo: la portentosa entrada del caballero verde al banquete de la mesa redonda. Se nota que es la escena a la que el director dedicó más tiempo y mimo.


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Lowery evita dar nombres, pero salta a la vista que ahí tenemos a Arturo, Ginebra, Morgana y Merlín. Ahora bien, aquí Morgana no es la tía de Gawain, sino su madre (y, por cierto, se le atribuía la facultad de poder cambiar de forma, lo que cuadra perfectamente con que ella sea el zorro que acompaña a Gawain y la vieja augur del castillo), y Arturo y Ginebra están lejos de la juventud y vitalidad con que se describen en el poema original.

La modificación más significativa respecto a las identidades de los personajes (y para mí uno de los mayores aciertos de la peli) es la del mismo Gawain, que pasa de ser el más noble caballero, un héroe perfecto que todo lo puede, a un hombre de carne, hueso y debilidades que actúa como podría actuar cualquiera, lo cual es clave para generar empatía y para que podamos apreciar una evolución verdadera en él ante la última prueba frente al caballero verde.

Pero este cambio presenta un problema: hace que el escudo de Gawain, el pentáculo que simboliza sus cinco virtudes perfectas y en la justa medida, pierda el sentido… Por suerte, Lowery sabe cómo arreglarlo: reutiliza dicha estrella asociándola a todos los caballeros de la mesa redonda, como un distintivo que indica que todos cumplen estas cinco virtudes. Y entonces es lógico que en su viaje para convertirse en caballero Gawain las ponga a prueba: la piedad (no atacar a un hombre que no está en guardia, es decir, decapitar al caballero verde; fallado), la bondad/generosidad (pagar como se merece al chico que le indicaba el camino; fallado), la cortesía (no dormir en la cama de Winifred; cumplido, aunque con peros), la castidad (no ceder al intento de seducción de la señora del castillo: fallado) y la amistad/amabilidad (escuchar al zorro que lo había acompañado fielmente; fallado). Esta última también podría interpretarse de modo distinto y ser una prueba de valentía, de cumplir la palabra, y en dicho caso la superaría. Lowery lo deja abierto a interpretación, como casi todo en la peli, ya que no nos nombra en ningún momento las cinco virtudes, por lo que tampoco tendrían por qué corresponderse al pie de la letra con las del Gawain literario.

Además, hay otras pruebas “extras”, como la de la pereza al pedir a los gigantes que lo lleven a hombros (que también habría fallado si no llega a interceder el zorro) y, sobre todo, la última, la de afrontar su destino con honor.

Por otro lado, Winifred no forma parte del poema «Sir Gawain and the Green Knight» (como tampoco aparecen en él específicamente las otras pruebas previas a llegar al castillo), sino que fue una mujer real que vivió en el siglo VII. A Lowery se le ocurre hacer encajar su historia aquí, aprovechando la conexión con la decapitación para hacer pasar a Gawain la prueba de la cortesía (y dejando para la señora del castillo solo la de la castidad). Y funciona.

El intercambio de ganancias entre Gawain y el señor del castillo (que es el mismo caballero verde) es el único episodio para el que tengo algún (pequeño) reproche, ya que me pareció que la narrativa cojeaba al intentar innovar en la adaptación del trato/promesa/juego. En el poema, durante tres días el señor sale a cazar y vuelve con presas distintas para Gawain, y este por su parte se queda en el castillo haciendo mil malabares por resistirse a la seducción de la señora sin traicionar las normas de la cortesía. Y, después de cada asalto, los afectos que recibe de la señora los reproduce con el señor. Pero el beso de despedida de la película no cuadra con las bases del juego establecido. Se entiende que algo tenía que darle en lugar de la cinta, pero me chirrió que el señor tomara un beso sin que este se hubiese producido antes.

El fascinante toque final a la última tentación de Cristo le viene que ni pintado. Las referencias religiosas no son anecdóticas, y al fin y al cabo se trata de un cuento moral de virtudes cristianas, pero para los tiempos modernos se ha convertido en un relato más ambiguo, rico e interpretable.
19 de noviembre de 2018
108 de 123 usuarios han encontrado esta crítica útil
Canciones, polvo, mesas de póquer, sartenes, indios (americanos), un pollo, oro, los ladridos de un perro, dos tipos de personas, la muerte.

Anoche me enganché a un libro antiguo. Era del 1873. Se trataba de una recopilación de relatos ambientados en el lejano oeste titulado “The Ballad of Buster Scruggs and Other Tales of the American Frontier”. La edición era de lujo, con tapa dura, y cada relato estaba introducido por una magnífica ilustración de una escena que aparecería en él. Encontré música, colores, humor, drama, filosofía, acción…

Ah, no, que no era un libro de verdad. Los hermanos Coen nos la han vuelto a colar; como cuando nos aseguraban al principio de “Fargo” que aquella historia estaba basada en hechos reales, ahora juegan a fingir que “The Ballad of Buster Scruggs” es la adaptación de un libro.

Entonces, unificados por el marco incomparable del salvaje oeste americano se dan cita seis relatos que componen una completa antología de lo que es el cine de los hermanos Coen. Y no se echa en falta ninguna de sus señas de identidad: un envoltorio atractivo, un guion consistente y a rebosar de líneas memorables, actores que disfrutan con sus personajes (algunos con incontinencia verbal, otros casi mudos)…, y por encima de todo un omnipresente humor negro.

La película es irregular, pero no porque tenga capítulos buenos y capítulos mediocres, sino porque mezcla en sus seis cortometrajes todos los registros de los Coen, desde la comedia histriónica hasta la tragedia griega.

A cada espectador le va a gustar más un relato u otro, pero no hay uno solo que deba menospreciarse; al menos a mí me pareció que todos ellos tienen potencial para dejar huella. (Mis favoritos: “The Ballad of Buster Scruggs”, “The Gal Who Got Rattled” y “The Mortal Remains”.)


La frase: «La inseguridad… es apropiada para asuntos de este mundo. La seguridad se nos revela en el más allá. Creo que la seguridad respecto a lo que vemos y tocamos pocas veces está justificada, si puede estarlo. En la historia, desde nuestro pasado, ¿qué seguridades han perdurado? Y aun así nos precipitamos a buscar otras nuevas, buscando su consuelo. ¿Seguridad?..., es el camino fácil.»

El personaje: Buster Scruggs (Tim Blake Nelson) es el más carismático; por algo le llaman el Pájaro Cantor de San Saba, entre otras cosas.

La escena para el recuerdo: los tiroteos están todos magníficamente filmados, son tensos y divertidos, pero a parte de eso destacaría la negociación entre el personaje de Tom Waits y un búho.


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6 de enero de 2018
80 de 102 usuarios han encontrado esta crítica útil
Ambiciones, adicciones, olor a ron y frambuesa, una rama.

Tras poco más de tres años de publicarse el libro autobiográfico de Molly Bloom, la reina del póquer, podemos ver su adaptación al cine. ‘Molly’s Game’ recuerda inevitablemente a ‘El lobo de Wall Street’, pero al no ser tan excesiva gustará a más tipos de público.

Tenemos a un personaje fuerte que nos enseña con el cinismo procedente los tejemanejes de uno de los sectores más podridos de la sociedad. Y se agradece que lo haga con este humor y a un ritmo tan endiablado, ya que pararse a pensar mucho en ello resultaría estremecedor.

El guion es inteligente, las actuaciones de premio, la dirección dinámica... Como punto no del todo positivo, me queda la sensación de estar dando demasiadas vueltas en el mismo sitio y pasar de puntillas por los temas que dejarían peor a la protagonista.

Y una advertencia: id al cine bien despiertos, ya que entre la voz en off y los diálogos acelerados apenas hay momentos en los que pasan más de cinco segundos sin que alguien diga nada.


La frase: «Es increíble lo rápido que se avanza cuando no se cobra por horas», dice un psiquiatra.
El personaje: el único irlandés (Chris O’Doud) que juega a póquer con los rusos.
La escena para el recuerdo: la partida en la que un error te invierte la racha.


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SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Por falta de un clavo la herradura se perdió,
por falda de una herradura el caballo se perdió,
por falta de un caballo el caballero se perdió,
por falta de un caballero la batalla se perdió.
Y así fue que un reino se perdió, todo por falta de un clavo.
20 de octubre de 2016
52 de 65 usuarios han encontrado esta crítica útil
Padre divorciado egoísta adicto al dinero y al trabajo, hija que echa en falta el modelo paterno, viaje en tren, infectados, bates de béisbol.

Nos encontramos ante la típica relación paternofilial con apocalipsis zombi de por medio. Con zombis de hoy en día, es decir, infectados contorsionistas que corren mucho y por lo tanto suponen un auténtico peligro para el ciudadano moderno, que ya no se deja atemorizar por simples muertos lentos y torpes.

La novedad esta vez es que las personas que quedan sin infectar tienen que conseguir sobrevivir en un espacio cerrado y en movimiento: un tren que viaja de Seúl a Busan. Y los trenes repletos de zombis dan su juego. Un ritmo correcto (con momentos realmente adrenalíticos incluidos) y unas cuantas situaciones interesantes, pero en líneas generales no se aleja mucho de los tópicos: encontraremos personajes planos, asistiremos a una sucesión de muertes no demasiado sorprendente, reviviremos situaciones mil veces vistas de interacción con los zombis, nos sorprenderemos de cómo los protagonistas van ganando confianza y destreza en el arte de matar, volveremos a descubrir que los peores monstruos son los humanos “normales”, etc.

En conclusión, sí, aún pueden darse nuevos envoltorios a la misma peli de zombis que tantas veces hemos visto. Es buena, pero a estas alturas le echo de menos el punto innovador que sí he encontrado este año también en Sitges en “Melanie. The Girl With All the Gifts”. Lo que “Train to Busan” tiene realmente de original es que se complementa con “Seoul Station”, una película de animación simultánea a esta que a su vez le hace de precuela. Y ambas las firma Yeon Sang-ho, el director de “The Fake”, recomendabilísimo thriller sobre sectas que en el año 2013 ganó el premio a mejor película de animación en el Festival de Sitges.

A los incondicionales de los zombis les parecerá bastante satisfactoria. Para el resto del mundo, será una película del género que no está mal pero que podrían ahorrarse sin ningún problema.


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